Mario Vázquez Carballo | 5 de mayo de 2019

Sobre el voto católico y las recientes elecciones

mayo 5, 2019 · 15:22 1

Es pronto para extraer algunas consecuencias sobre los resultados del 28 A en lo que puedan afectar a la conciencia  cristiana católica y a la misión de la Iglesia en la sociedad española. Sin embargo, sí se pueden prever algunas consideraciones.

Frente a la necesaria secularización de la sociedad y a la correcta “laicidad”, algunos analistas políticos hablan ya de una nueva agenda “laicista” cargada de cristianofobia e incluso de rechazo al fenómeno religioso. Una agenda que, si así fuese, rompería la histórica moderación democrática (con excepción de los temas morales) con la que el Partido Socialista se habría conducido hasta ahora. A este respecto, conviene recordar, frente a cierto pensamiento dominante, que según un reciente estudio de la revista Vida Nueva, el voto católico en España, se encuentra muy dividido entre los partidos de izquierda y de derecha. Es útil, para comprender este tema la reciente obra del profesor y periodista José Francisco Serrano Oceja (“A la caza del voto católico”, Freshbooks, 2019). En ella, se tratan cuestiones que estuvieron y están muy vigentes durante estos días respecto al intento de los distintos partidos políticos por atraerse el voto, de los casi nueve millones de españoles, que nos declaramos católicos a través del impreso de la asignación tributaria.

La actual crisis cultural y moral que atravesamos trae a la actualidad cuestiones que la doctrina social de la Iglesia y el magisterio pontificio proponen como irrenunciables: la opción por los pobres y marginados, la paz y la concordia, el valor supremo de la persona en su dimensión personalista y comunitaria, la libertad religiosa, el respeto social, la protección de la vida en todas sus etapas, la familia, la libertad de educación, la concepción de la acción política desde la nobleza, la honradez política como servicio a la justicia, a la misericordia y a la reconciliación… La preocupación de los católicos no ha de centrarse solamente en la gestión, sino en las convicciones profundas que dan sentido al ser humano, a la familia y a la sociedad.

Otro elemento que llama la atención a los analistas es la desmoralización de lo político. Estamos administrados, dicen, por una casta de políticos profesionales tecnócratas fundamentalmente cínicos. Me pregunto por qué al laicismo actual le molesta tanto la familia de siempre, la que generó tantos valores en la historia, que educó a sus hijos en el amor mutuo, evitó la soledad y contribuyó al desarrollo de los pueblos como ninguna otra institución. Me pregunto por qué de los acuerdos Iglesia-Estado lo que más les duele a algunos es la mención explícita de la Iglesia Católica en la Constitución, siendo ésta mayoritaria; y me pregunto finalmente por qué se les atraganta el peso histórico que la Iglesia tiene en la educación y en la sanidad; estos y otros temas estarán sin duda en la agenda: las cuestiones relativas a la ideología de género, la ley de la eutanasia, la ingeniería genética para una sociedad acrítica que se dejará llevar peligrosamente hacia el abismo de la desmoralización, el hedonismo (el mal llamado estado de bienestar, generador de soledad e infelicidad) y el relativismo (la negación de la verdad o la post-verdad).

El sabio profesor J. L. Aranguren (“Moralidades de hoy y  mañana, Madrid, 1973) ya profetizaba que vivimos en una cultura básicamente inmoral porque no busca seriamente la verdad y es “mendaz”, es decir, que habitualmente, dice mentiras porque se ha mentido a sí misma de una vez por todas, se ha autoengañado. Así, el político, permanece aprisionado por los presupuestos ideológicos del grupo al que pertenece y a los que ni siquiera se le ocurre ponerlos en cuestión.

Será providencial, pero me acaban de enviar una frase que dicen que es de S. Agustín y que viene al caso para estos tiempos de Pascua en los que parecería que la barca estaría a punto de zozobrar: “Decís vosotros que los tiempos son malos, sed vosotros mejores y los tiempos serán mejores: vosotros sois el tiempo”.

 Mario Vázquez Carballo

Vicario General de la Diócesis de Lugo

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