INDALECIO GÓMEZ VARELA | 22 DE DICIEMBRE DE 2019

A las puertas de la Navidad

diciembre 22, 2019 · 15:11 X

Dios, que es amor dinámico, determinó crear al hombre para tener a quien amar y, no disponiendo de otro referente más que así mismo, lo creó a su imagen y semejanza. Le dotó de entendimiento y de voluntad, con capacidad para distinguir el bien del mal, y llamado a optar por lo positivo frente a lo negativo.

En el hombre, todo era perfecto. Era impensable que el Creador pudiera regalar algo mejor a sus criaturas. Pero Dios, infinito en su ser, lo es también en su generosidad, y esto le llevó a elevar al hombre al orden sobrenatural, enriqueciéndolo con la filiación divina.

Desde ahora, el hombre es un “tu” de Dios, y en él, el Señor se complace planamente. Pero al hombre pronto le salió un “competidor”: el tentador, Satanás, codiciando el señorío del mundo que Dios le había otorgado a Adán, le declara la guerra al Señor, presentándole batalla por el flanco más vulnerable del ser humano: la vanidad, el orgullo, la propia complacencia… que son caldo de cultivo para la derrota de los hombres. Sabedor de esto, el demonio, herido de envidia por la situación privilegiada que Dios concediera al género humano, inocula sentimientos de rebeldía en los corazones de Adán y Eva, los cuales, desobedeciendo al Señor, comen del fruto prohibido y, al instante, pierden la inocencia y su condición de hijos de Dios, y se esconden en la frondosidad del Paraíso Terrenal. Ellos que eran la suprema belleza creada por el Divino Hacedor, ahora se reconocen impresentables, y rehúyen encontrarse con el Señor.

Ha sido la primera derrota que sufrió el hombre a manos de su enemigo, pero la guerra no está  perdida, porque las guerras no las ganan los que vencen las primeras batallas, sino los que salen vencedores en el último combate. Pues tengamos por segura que la última batalla la ganará el Señor, porque en nuestra contienda con el enemigo, todo es cuestión de amor; y Dios, puesto a amar, ama para siempre. El amor divino se nos manifestó en la creación, se nos explicitó en la redención, se nos deja sentir en la providencia y, al final, se nos hará regalo en su perdón misericordioso.

De este amor redentor y misericordioso nos habla la liturgia a lo largo del tiempo de Adviento. Para que surta efecto aportemos nuestra esperanza y nuestra personal correspondencia, y Dios pondrá lo demás.

Mons. Indalecio Gómez Varela

Canónigo S. I. Catedral Basílica de Lugo