Indalecio Gómez Varela | 19 de julio de 2020

Profetismo y cristianismo

julio 19, 2020 · 7:44 1

La historia humana está saturada de antinomias: el bien y el mal; la justicia y la injusticia; el perdón y la venganza; el poder y la esclavitud… y en la historia de la salvación cobra especial notoriedad el binomio “Realeza y Profetismo”, con las connotaciones de abuso del poder por parte de la autoridad, y de denuncia por parte del profetismo. El poder corre el riesgo de autovalorarse, arrogándose atribuciones que no le corresponden, y descuidando el cometido de promocionar la comunidad en su dimensión humana y cristiana.

Pero también el profetismo puede corromperse. Su misión es ser la voz del pueblo y, en su nombre, debe denunciar las injusticias de los jerarcas con sus subordinados. Para ejercer acertadamente su cometido, el profeta cuide no contagiarse del espíritu de las clases dominantes, que en ocasiones, más que cuidarse de dar soluciones a los problemas del pueblo, buscan denunciar a la autoridad de turno, para que la justicia los sancione como culpable, cuando no son más que causante de las calamitosas situaciones de la ciudadanía. Con ello estaríamos poniendo sobre la mesa el binomio “juez- acusado”, y la misión del profeta no es reclamar castigo para el causante del mal, sino buscar soluciones a las carencias de la comunidad, corrigiendo cordialmente a los agentes del bien común, por el descuido de sus cometidos.

No olvidemos que el profeta no habla en  nombre propio, sino en nombre de Dios. Y Dios no toma la adarga para protegerse del agresor, y menos empuña la espada para herir al agresor, sino que tiende la mano para levantar al caído y le ofrece perdón al que le ha herido.

Pues eso mismo debe hacer el profeta: utilizar el binomio “juez-acusado”, desde la perspectiva del padre misericordioso con su hijo pródigo. Este no halló la casa paterna cerrada a cal y canto, sino expedita para recibirle, y los brazos de su padre abiertos para abrazarle, y ambiente de fiesta en el hogar, porque el hijo que se había ido, ha vuelto a casa.

Así debe actuar el profetismo, convirtiéndose al amor fraterno del acusado, para que éste se convierta a la comunión hogareña de la Iglesia.

Denunciar no es acusar. El que denuncia advierte de alguna deficiencia con el fin de subsanarla. El que acusa delata al acusado de algún delito, con el fin de que la autoridad competente le imponga el oportuno correctivo legal.

Para que todo esto se lleve a la práctica, el Papa Francisco nos ruega que nos convirtamos a Jesucristo, para que Él sea nuestro modelo; que nos acerquemos a los hermanos y les hablemos al corazón, sin herir sus sentimientos, y que denunciemos los desajustes del momento, sin culpar de ellos a nadie, sino asumiendo con los demás, la responsabilidad que a todos nos incumbe.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo

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