José Mario Vázquez Carballo | Deán de la S. I. Catedral de Lugo y Vicario General de la Diócesis

FRANCISCUS

Los sonidos de las campanas del mundo entero, al amanecer del lunes de pascua, anunciaban el fallecimiento del Papa Francisco.

El 13 de marzo de 2013 llegaba a la sede de Pedro el primer Papa latinoamericano y jesuita. Ese mismo día, cuando se anunciaba su elección en Roma, un servidor presidía las Santas Vísperas y la Eucaristía en la S. I. Catedral de Lugo. Eran las ocho de la tarde. Cuando comencé la celebración no teníamos todavía Papa. En el ofertorio de la Misa, un compañero me envía una misiva anunciándome que si, que ya tenemos Papa. Es Jorge Mario Bergoglio, es argentino y se llamará “Francisco”. Mi compañero me dice que pida ya por el en la oración propia de la Plegaria Eucarística. Para mí una sorpresa agradable: se llama Mario, es tocayo mío y argentino. Bendito sea Dios.  Unos meses después de su elección pude saludarlo personalmente (conservo la foto con cariño) con motivo de la peregrinación de las Diócesis de Galicia a Roma en el Año de la fe.

Cuando Francisco inició su pontificado, en el balcón de las bendiciones de la Basílica, en su breve alocución, saludaba a los fieles con estas palabras: “Hermanos y hermanas, ¡buenas tardes! Les doy las gracias por su compañía en la Misa de hoy. ¡Muchas gracias! Les pido que recen por mí, lo necesito. No se olviden de esto. ¡Gracias a todos ustedes! Y sigamos adelante todos juntos, el pueblo y el Obispo, todos juntos; adelante siempre con la alegría de la Resurrección de Jesús; Él siempre está a nuestro lado. Que el Señor los bendiga. ¡Muchas gracias! ¡Hasta pronto!”.

Aquí, se vislumbraban ya las grandes líneas matrices de su pontificado: la sencillez, la humildad, el saber ser agradecidos a Dios y a los demás, la sinodalidad (caminar juntos), la alegría de la fe y la esperanza.  Y también, la bondad y misericordia para tender puentes y la opción irrenunciable heredada de la teología de la liberación y de la llamada teología del pueblo: la opción por los pobres, propia de la tradición cristiana y vinculada al mismo Jesucristo, el Gran Médico de todos, con especial predilección por los pobres, los pequeños y los más humildes.

En Pascua de resurrección fue elegido y en Pascua de resurrección fue llamado por el Señor para la vida eterna.

Su legado, además de una vida ejemplar y entregada a la causa de la justicia y de los más frágiles, son sus grandes encíclicas que manifiestan sus preocupaciones preferentes: “Lumen Fidei”, sobre el significado e importancia de la fe como luz que ilumina la existencia humana y sobre la necesidad de recuperar el carácter luminoso propio de la fe para la sociedad y para el mundo; “Laudato Sit”, sobre el cuidado de la casa común porque nada de este mundo nos puede resultar indiferente a los cristianos; “Fratelli Tutti”, donde se propone la fraternidad universal y la amistad social como los caminos mejores para construir un mundo mejor, más pacífico y justo con el compromiso de todos; “Dilexit nos”, sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo.

Esta síntesis teológica revela la personalidad de un Papa que ejerció el pontificado con personalidad propia, tendiendo puentes y con un entusiasmo conmovedor.

Para la Diócesis de Lugo, para la ciudad y para nuestra Catedral nos regaló “el perdón de Lugo”, la renovación de la indulgencia plenaria y cotidiana en un documento oficial de la Penitenciaria Apostólica del 10 de octubre de 2016 según consta en la placa recientemente bendecida en la Catedral por nuestro Obispo Dr. Alfonso Carrasco.

En la tarde del mismo día de su fallecimiento, en las parroquias y en la Catedral de nuestra Diócesis, el Obispo presidía el Santo Rosario, las Vísperas, la Eucaristía y una oración por su eterno descanso ante el Santísimo Sacramento. Cumplíamos así esa petición tantas veces realizada por Francisco a todo el orbe: “Recen por mí”. Por él rezaremos también, si Dios quiere, el próximo martes en la S. I. Catedral, en el funeral que, organizado por la Diócesis, presidirá nuestro Obispo a las 19.00.

En los últimos deseos de su testamento se expresa la petición de la vida eterna para quienes le amaron y seguirán rezando por él: “Que el Señor les dé la recompensa merecida a quienes me amaron y seguirán orando por mí. Ofrecí al Señor el sufrimiento que se hizo presente en la última parte de mi vida por la paz mundial y la fraternidad entre los pueblos”. (Santa Marta, 29 de junio de 2022).

Que los pobres le acojan con alegría en el Reino de los cielos.

José Mario Vázquez Carballo

Deán de la S. I. Catedral de Lugo y Vicario General de la Diócesis

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Mi historia con los papas | MIGUEL ÁNGEL ÁLVAREZ PÉREZ

Ante la muerte del Papa Francisco

Fui ordenado sacerdote en el año 1999, en tiempos de san Juan Pablo II. Era el único papa que conocía hasta ese momento, una figura imponente y cercana a la vez, que marcó profundamente mi juventud y mi formación sacerdotal. Durante años, su presencia paternal fue un referente firme, y su muerte y funeral fueron para mí una experiencia completamente nueva. Había crecido con él como único pontífice, y su partida fue como perder a alguien de la familia.

MARIO VÁZQUEZ CARBALLO | VICARIO GENERAL DE LA DIÓCESIS DE LUGO

Resucitó!!!

Después de varias noches de incertidumbre y espera, María Magdalena se acerca al sepulcro. Lleva en su mente y en su corazón la imagen de su gran amor muerto y en su alma la tristeza de haber contemplado al Justo traspasado por una lanza. “Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que estaban tristes y llorosos. Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron (Mc 16, 10).

MARIO VÁZQUEZ CARBALLO | VICARIO GENERAL DE LA DIÓCESIS DE LUGO

LAS HERMANDADES Y LAS COFRADÍAS EN LA SEMANA SANTA DE LUGO

En los últimos años, la Iglesia lucense fue adquiriendo progresivamente una mayor conciencia sobre la necesidad de emprender una nueva acción evangelizadora. El Concilio Vaticano II marcaba el ritmo de una de las reformas más serias y ambiciosas: “limpiar y rejuvenecer el rostro de la Iglesia para transparentar mejor el Evangelio ante el hombre moderno, y promover el desarrollo integral de los individuos y de la sociedad desde los valores evangélicos para conseguir una civilización más justa y solidaria”.