MIGUEL ÁNGEL ÁLVAREZ PÉREZ | 13 DE OCTUBRE DE 2019

El Infierno existe

octubre 12, 2019 · 21:00 1

Hace unos domingos (El domingo XXVI del Tiempo Ordinario) quedaba clara la existencia del Infierno en la lectura del Evangelio (Lc 16, 19-31) con la parábola conocida como la del pobre Lázaro y el rico Epulón. Además, se daban detalles de cómo es la vida de lugar infernal: «estando en el infierno, en medio de los tormentos», «porque me torturan estas llamas», «que no vengan a este lugar de tormento».

Recuerdo que una vez estando en una comida en la que el único cura era un servidor, salieron los temas típicos cuando hay un cura delante, entre ellos el del infierno. Una persona entrada en edad dijo que ella, siendo cristiana practicante, no creía que eso del infierno existiera y apelaba a la misericordia infinita de Dios. Enseguida los demás también empezaron a opinar en la misma dirección. Después de hablar muchos de ellos, se esperaba mi respuesta. Solo me limité a decirles que si no existía el infierno entonces no éramos libres. Se produjo un silencio unánime de unos segundos y, sin decir nada más, todos cayeron en la cuenta de que es así: si no hay infierno, no podemos escoger y, por lo tanto, no somos libres. En aquella comida el tema de infierno quedó resuelto.

En la homilía del domingo que les decía al principio, que este año fue el 29 de septiembre, también hablé de estas cosas: la relación del Infierno con la libertad. No faltó gente que se acercó a mí para exponerme sus dudas y apelar, otra vez, a la infinita misericordia de Dios, de la que yo tampoco dudo y que, además, experimento todos los días.

Pero una cosa es la misericordia de Dios y otra nuestra libertad, ya que Dios, siendo omnipotente, no puede salvarnos si nosotros no queremos. Dicho de otro modo, si hay alguien que no quiera ir a cielo debe tener otro lugar a dónde ir. Si lo prefieren, si no quiere ir a la vida eterna (Cielo), solo le queda ir a la muerte eterna (Infierno), dado que la vida terrena e histórica un día se terminará.

Hay dos cosas que los humanos tenemos especialmente en grado infinito: la capacidad de amar y la libertad. Para todo lo demás estamos afectados por nuestra condición de seres limitados, pero para estas dos, no. Siempre podemos amar más, hasta el extremo de dar la vida. Y también somos libres de modo infinito, hasta el punto de poderle negar al mismo que nos ha creado. Dios nos pudo haber creado con una libertad relativa para que nunca desobedeciéramos una orden suya y siempre fuéramos fieles a él, pero no lo hizo. En el relato de la creación del Génesis queda claro esto que acabo de decir. Además, si es que nosotros no lo hacemos, podemos ver todos los días a personas que niegan a Dios, que blasfeman contra él, que reniegan de él. Todo esto es una prueba más de la infinita libertad que Dios nos dio.

Siendo así, si negamos o rechazamos la perfección infinita de Dios, no nos queda otra opción que la imperfección infinita. Para temporal y relativo basta lo de ahora. Lo de después será todo infinito, para la perfección o para la imperfección, pero infinito en todas sus dimensiones.

Quizás, llegamos a este momento, pueda parecer todo muy complicado, ya que decimos que somos libres, pero con solo dos opciones para escoger: una buena y otra mala, por lo que casi estamos obligados a escoger solo la buena, con lo cual, ya tampoco somos libres. El error está en nuestro concepto de libertad. Libertad no es escoger lo que me da la gana o lo que me apetece, ya que, por otra parte, esto nos convertiría en esclavos. Libertad es escoger lo bueno, bello y verdadero.

Miguel Ángel Álvarez Pérez

Párroco de A Fonsagrada

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