Un «adiós» y una «bienvenida»

Adiós al año 2020 y bienvenido el 2021 que acabamos de estrenar. Buena ocasión para reflexionar sobre el «misterio del tiempo», que corre veloz e inexorable.

El tiempo es un regalo que Dios nos hace. Se lo agradecemos de corazón. Pero nos preguntamos: ¿por qué, siendo el tiempo un bien, por todos apetecido, Dios nos lo da «racionado»?.

Tal vez nos sirva de respuesta la siguiente comparación: buena es la noche que aprovechamos para descansar. Sin embargo, mejor es el día, que nos sirve para ganar el sustento. Por eso esperamos la aurora, precursora del día, aunque su llegada nos obligue a despedir la noche.

Bueno es el tiempo, que nos permite realizarnos como personas. Pero más valiosa es la eternidad, que nos permitirá ver a Dios «cara a cara».

• En el tiempo, esperamos. En la eternidad, poseeremos.
• El tiempo es mudable y limitado. La eternidad es inmutable y permanente.
• En el tiempo corremos el riesgo de perdernos. En la eternidad, la seguridad es plena.
• El tiempo es un espacio para merecer. La eternidad será un gozar para siempre.

Hay que mirar siempre adelante, pero sin dejar de mirar lo que queda atrás, porque «la historia es maestra de la vida», y la historia pertenece al pasado.

En el pasado hemos escrito muchas páginas de nuestra vida: unas blancas y bellas; otras grises y oscuras; quién sabe si también algunas negras y feas. Pero las más importantes son las que aún nos quedan por escribir. Una de ellas es la del año 2021, que Dios nos regala.

De este nuevo año podemos hacer una página hermosa o una página horrorosa. Todo depende de nuestra voluntad. Contamos con las enseñanzas del Señor, cuya doctrina es la luz que ilumina nuestro caminar. Contamos también con su gracia que nos ayuda a superar las dificultades. Y contamos con la voz de la conciencia, que aprueba nuestro buen hacer, y reprueba nuestros incorrectos comportamientos.

¿Qué nos falta?. Decidirnos y echar a andar. Pues ¡manos a la obra! Para que el año 2021 resulte la página más bella de nuestra vida a los ojos de Dios y de los hombres.

Pongamos de nuestra parte todo lo que está en nuestras manos, y lo demás lo pondrá el Señor.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo