El Rosario es una oración evangélica porque se ora desde el Evangelio y con el Evangelio. Los elementos del Rosario: la contemplación de los misterios, el Padrenuestro, el ave María y el Gloria están sacados del Evangelio. Así lo dice Pablo VI en su exhortación apostólica «Marialis Cultus»: “el Rosario es una oración evangélica en cuanto saca del evangelio el enunciado de los misterios y las formas principales». Los 20 misterios del Rosario son el Evangelio abreviado, son «el compendio de todo el evangelio» (Pablo VI).
Los misterios «gozosos» de la infancia de Cristo son parte de los primeros capítulos del evangelio de san Lucas.
Los misterios «dolorosos» están narrados por los cuatro evangelistas.
Los tres primeros misterios «gloriosos» (la Resurrección, la Ascensión y la venida del Espíritu Santo) están tomados de los Evangelios y de los Hechos de los Apóstoles. Los misterios gloriosos de la Asunción y de la coronación de María, el primero es un dogma definido por Pío XII, el 1 de noviembre de 1950. El segundo es doctrina del Vaticano II (Lumen Gentium, 59) y, por lo mismo, implícitamente contenidos en la Biblia.
Los misterios «luminosos» también figuran en el Evangelio y se refieren a la vida pública de Jesús, desde el Bautismo hasta la institución de la Eucaristía, en la Última Cena.
Rezar el Rosario es asistir a la «escuela del evangelio» y vivenciar la historia de la salvación. Rezar el Rosario es aprender mariología con María.
El Rosario es encuentro vivo con todas las gracias encerradas en cada misterio.
Rezar el Rosario es conectar con los planes amorosos de Dios Padre descritos en el Evangelio.
Orar con el Rosario es contemplar «que amor nos ha tenido el Padre» para darnos a su Hijo como «hermano y amigo» y a María como madre.
El Rosario es una oración mariana. Rezar el Rosario es orar con María y a María. Es imitar a los apóstoles que «perseveraban en la oración con María» (Hch. 1,14). Es ponerse en los brazos de María para que nos hable de Jesús y nos diga, sin prisas, cómo es Jesús.
Rezando con María la intimidad con Jesús será más sabrosa y nos revelará que solo Jesús da sentido a nuestra vida.
Rezando con María la entrega al Espíritu Santo será más incondicional, para dejarnos plasmar dócilmente por su acción escondida.
Rezando con María nuestra vida será un continuo: «hágase”, “amén», «de acuerdo» a lo que el Señor nos pida en cada momento.
Rezar el Rosario es «tratar de amistad con María». Tenemos que volver al Rosario para que la Virgen nos ayude a ser cristianos auténticos.
Termino con las palabras de Pablo VI, a este respecto, «conviene para todos volver a tomar en las manos el Rosario, porque para ser cristianos hay que ser marianos «.
[Revista Orar]
[Foto: Miguel Castaño]
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