Si en el primer artículo hablábamos de “el principio”, la creación en la literatura y que ésta se enmarca en un género literario legendario pero no histórico, nos situamos ahora en este principio, en el primer relato de la creación (Gn 1,1-2,4a).
Un dato básico que debemos tener en cuenta es que existen dos relatos de la creación: Gn 1, 1-2,4 y Gn 2, 5-25. No están colocados de modo cronológico porque el primero es en realidad el que se escribió posteriormente. Además es un texto más maduro y que procede de la tradición elohísta al referirse a Dios como Elohim (en hebreo, el idioma en el que está escrito el Antiguo Testamento).
Ya entrando en el texto vamos a ver algunos detalles preciosos. El primero de ellos es el hecho de que la Creación es presentada con un esquema litúrgico de siete días. El último, el séptimo, tiene un significado especial: Dios descansará. Aquí nace el shabbat, el día dedicado por los judíos a alabar a su Creador y a descansar de cualquier otra actividad. De este día surgirá luego nuestro domingo, marcado por la Resurrección de Jesús. Pero este esquema puede parecernos ya conocido salvo por el hecho de que el hombre es el último en ser creado, como culmen y plenitud de esta Creación. Mientras que los días previos se nos dice: “Y vio Dios que era bueno”, al crear al hombre el texto afirma: “Y era muy bueno” (Gn 1, 31), poniendo un mayor énfasis en este hecho último. El texto evidencia el hecho de que el hombre sea imagen y semejanza de Dios, mientras no sucede eso con las demás creaturas.
También es significativo el que se mencione hasta diez veces “Y dijo Dios”. No es una coincidencia que haya sido este número; se trataría, pues, del decálogo creador. Dios habla diez veces. Y veremos en el Sinaí como aquel decálogo (lo que hoy son los Mandamientos de la Ley de Dios) hunde sus raíces en esta palabra creadora de Dios.
Otra realidad que descubrimos en el momento de la creación está en Gn 1, 28: “sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla”. Es el mandato de Dios de que ellos sean co-creadores. Si Él es el autor de la Creación, la pareja humana será a la que corresponda la procreación, la fecundidad de la vida y el cuidado de la obra de Dios.
Por último, un capítulo aparte -y será en otro artículo- merece el tema central de este texto: el hombre y la mujer son imagen y semejanza de Dios. En la diferencia sexual se manifiesta la imagen de Dios. Es uno de los puntos más bellos de este pasaje.
Nicolás Susena Presas
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