Mi historia con los papas | MIGUEL ÁNGEL ÁLVAREZ PÉREZ

Ante la muerte del Papa Francisco

abril 22, 2025 · 17:14 X

Fui ordenado sacerdote en el año 1999, en tiempos de san Juan Pablo II. Era el único papa que conocía hasta ese momento, una figura imponente y cercana a la vez, que marcó profundamente mi juventud y mi formación sacerdotal. Durante años, su presencia paternal fue un referente firme, y su muerte y funeral fueron para mí una experiencia completamente nueva. Había crecido con él como único pontífice, y su partida fue como perder a alguien de la familia.

Después llegó Benedicto XVI, el gran papa teólogo. Nos sorprendía con la profundidad de sus reflexiones, con su claridad y sabiduría. Fue un pastor que iluminó con su inteligencia y su humildad. También su renuncia fue un acontecimiento impactante. Era la primera vez que veíamos a un papa renunciar y dar un paso tan audaz y humilde. Fue un gesto que hablaba de amor a la Iglesia y al ministerio petrino más que mil palabras.

Recuerdo perfectamente el momento en que fue elegido el Papa Francisco. Me encontraba en la parroquia de San Froilán, en la ciudad de Lugo. Era media tarde y subí un momento a casa cuando llegó la noticia. Cuando escuché el nombre «Bergoglio», pensé que se trataba de un papa italiano por el apellido… pero pronto descubrimos que venía de más lejos, de Argentina, y que traía consigo una nueva manera de ser pastor.

A los pocos días ya comenzaban a notarse signos nuevos: una sencillez desconcertante, una cercanía palpable. Gestos pequeños pero llenos de significado, que decían mucho sobre su corazón. Aunque nunca tuve ocasión de saludar personalmente a ningún papa —no tengo fotos con ellos, ni encuentros privados— siempre los sentí muy cerca. Sus palabras, sus gestos, su forma de guiarnos han sido un alimento constante en el camino del ministerio.

Con el Papa Francisco, esa cercanía tomó otra forma. Nos ha animado, sí, pero también nos ha “estirado las orejas” a sacerdotes y religiosos más de una vez. Y lo agradezco. Como buen padre, sabe cuándo consolar y cuándo corregir.

No se trata de juzgar a ningún papa, porque tampoco podemos juzgar a Cristo, de quien ellos han sido vicarios fieles en la tierra. Lo que sí nos toca es rezar. Rezar por Francisco, para que ahora pueda ver a Dios cara a cara.

Que el Buen Pastor lo reciba con los brazos abiertos, y que su testimonio siga dando frutos de conversión, sencillez y alegría en toda la Iglesia.

Miguel Ángel Álvarez Pérez

Párroco de A Fonsagrada