Misioneros: «Aquí estoy, envíame»
Hace unos meses, durante el confinamiento, un famoso ciclista italiano, Davide Martinelli, se presentó voluntario en su pueblo de Lodetto para repartir medicina y alimentos entre las personas necesitadas, especialmente los ancianos que no podían salir de sus hogares.
Sus palabras lo dicen todo: “Tengo una bicicleta, dos piernas ahora poco entrenadas y una mochila. Es un honor poder ir a la farmacia a recoger medicamentos para una pareja de ancianos”. Este gesto, unido a otros muchos, nos recuerdan que hay personas decididas a hacer de sus vidas un canto de amor a los demás y compromiso con los pobres.
Entre estos cantores están los misioneros. Muchos de ellos están al frente de comunidades donde el covid se ha cebado especialmente con la gente. Pensemos en Perú, Brasil, India, Bolivia, Sudáfrica… y tantos otros países donde, a esta pandemia debemos añadirle el hambre, la guerra o la violencia, entre otras plagas. ¿Qué hacen los misioneros? Sobre todo, acompañar, no dejar sola a la gente en estas circunstancias tan complicadas, hacerse cercano e infundir esperanza. Los misioneros están al frente de comedores sociales, roperos, dispensarios, hospitales, escuelas, y en sus parroquias se predica un mensaje de amor muy necesario en estos tiempos: Dios no nos deja solos, su amor sigue siendo la fuerza que sustenta a la humanidad a mirar el presente con un compromiso en favor de los pobres y el futuro con esperanza.
Un misionero sabe que el Evangelio no puede ser virtual, pues Dios no nos lo hizo llegar virtualmente desde el cielo, sino que se encarnó; sabe que el amor no conoce fronteras, pues Dios no hace distinción, sino que todos somos sus hijos. Viven la misma vida que vive la gente: si el pueblo tiene que estar confinado, ellos también lo estarán, si enferma, ellos también enfermarán; si pasa hambre, ellos se harán los más pobres; si sufre la violencia, se pondrán delante para defenderlo, sabiendo que la van a sufrir ellos. A todo ello les mueve la fe en el Dios de la vida y el amor a los pobres de este mundo. Responden “aquí estoy”” a la llamada permanente de Dios: “¿A quién enviaré para aliviar el sufrimiento de mis hijos?”.
El Domund nos recuerda que los misioneros continúan acompañando, infundiendo ánimo y esperanza, anunciando el Evangelio y sembrando fraternidad. Todos los cristianos estamos llamados este día a alzar nuestra oración agradecida y a recolectar una ayuda económica para que puedan continuar con su misión. Es un pequeño gesto de fe, humanidad y fraternidad que nos recuerda que nuestro prójimo es todo aquel que necesite ayuda, sin que la distancia, la religión o el color de la piel sean una dificultad.
No sé si Davide Martinelli es creyente o no. Su pequeño gesto de humanidad, unido al de tantos otros y al de los misioneros, devuelven la esperanza en esta humanidad. Hay futuro mientras sigamos sembrando Evangelio y humanidad en el corazón de las gentes y sigamos respondiendo: “Aquí estoy, envíame”.
Jesús Manuel Santiago
Delegado de Misiones de la Diócesis de Lugo
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