Los factores que expresan la riqueza de los pueblos, son múltiples: la fertilidad de sus campos, la aportación de sus industrias, la cultura de sus gentes, los monumentos históricos de sus plazas… En nuestro caso basta traer a la memoria los dos grandes monumentos históricos de nuestra ciudad: las murallas romanas y nuestra Catedral: ellos dieron lugar a los dos apelativos con que se conoce la ciudad lucense: ciudad de las murallas y ciudad de la Eucaristía.
La muralla, por su antigüedad y por su integridad, símbolo de la grandeza histórica de un pasado que se escapa a la meticulosidad investigadora de los historiadores. Lamentamos que la falta de documentos de archivo no nos permita concretar la fecha histórica en que fueron construidas.
Pero Lugo es, sin duda también, la ciudad del “Santísimo Sacramento”, como la clasificaron nuestros abuelos desde tiempo inmemorial. En la Eucaristía el Señor se hace realmente presente y sacramentalmente tangible. La sementera Eucarística ha sido tan prolífera, que Jesús ha plantado su presencia Sacramental en todo el globo terráqueo. Sin embargo, hablando en lenguaje catequético, cabría decir que la presencia Eucarística de Jesús Sacramentado, se hace más densa en nuestra Catedral que en otros templos.
Por las excavaciones que se están llevando a cabo en Galicia, se concluye que nuestra tierra fue evangelizada ya en el siglo III, aunque esto no consta documentalmente.
De lo que si hay documentos fehacientes es de que en el siglo VI la sede de Lugo era la más importante de la península ibérica y de que aquí se celebró el Primer Concilio en el año 569. Desde entonces, hay constatación histórica de los distintos avatares por los que ha pasado nuestra ciudad y su Catedral.
Nos congratulamos de la riqueza de nuestros archivos, pero la mayor aportación histórica es la vida y sus acontecimientos. Estos influyeron grandemente en el surgir de la devoción Eucarística del pueblo de Lugo. Uno de estos acontecimientos, fueron las herejías priscilianistas y arrianas que negaban la presencia de Cristo y su divinidad, respectivamente, en la Santa Hostia. Estas herejías y otros comportamientos poco ortodoxos enardecieron la fe Eucarística de los lucenses, que, generación tras generación, dejaron huellas de su amor a Jesús Sacramentado. Ahí están los cruceros graníticos sacralizando las rutas que conducen a la ciudad del Sacramento. Ahí queda el recuerdo de nuestros abuelos que conjugaban las faenas mercantiles con visitas a la Catedral Eucarística. Ahí están los peldaños de acceso a la misma Catedral, resbaladizas por el pisar de los miles de lucenses que cada día suben y bajan para visitar al Santísimo, expuesto en la Custodia del Altar Mayor.
Así, en sintonía con el devenir de las temperaturas cambiantes, de las estaciones astronómicas de los años, fue discurriendo la historia Eucarística de los lucenses con climas de verano y de invierno, de otoño y de primavera, hasta que en 1669 La Junta del Antiguo Reino de Galicia, con los representantes de las siete ciudades que en aquel momento lo conformaban, acordaron la fundación de lo que desde entonces conocemos con el nombre de la Ofrenda al Santísimo Sacramento, a celebrar en la Catedral Lucense el domingo infraoctava de la fiesta del Corpus.
Esto nos confirma que la vida precede a la ley. Las instituciones unas veces surgen para apuntalar los comportamientos, y otras como floración del buenhacer de la ciudadanía. Este es el caso de la Ofrenda al Santísimo en la ciudad de Lugo. La fe Eucarística era tan sólida en Galicia, que necesitaba manifestarse, y nada mejor que la exposición del Santísimo en la dorada Custodia de nuestra Catedral.
Esta exposición es continua desde tiempo inmemorial. Esperamos que jamás se interrumpa, como señal de que la fe Eucarística de los lucenses se mantiene viva y en pie.
Indalecio Gómez
Canónigo de la Catedral de Lugo