Viernes santo. Primer día del Triduo pascual. Todas las celebraciones del Triduo tienen como objeto el conjunto del Misterio Pascual o también llamado “tránsito de Jesucristo”.
A través de las tres realidades, muerte, sepultura y exaltación al cielo, pasa de este mundo al Padre y hace pasar también consigo a la humanidad entera, de la muerte a la vida y del pecado a la vida de amistad y comunión con Dios. Desde la perspectiva litúrgica, la característica más propia y el matiz más peculiar del Viernes Santo, primer día de Pascua, es la contemplación del Dios crucificado que con su muerte, inaugura la Pascua y vence el fracaso de toda la humanidad. La antífona de uno de los cantos más característicos de este día lo expresa muy bien: “Tu Cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos”.
La Iglesia, pasa en este día, de una intensa austeridad en el comienzo del Triduo, a la utilización de elementos festivos y alegres en la noche y día de Pascua. Desde la pasión de Cristo, generaciones de cristianos atormentados, perseguidos, enfermos, prisioneros…, siguen mirando hacia el crucificado doliente, que, como decía P. Claudel, no vino ni a suprimir el mal, ni a darle una explicación, sino a solidarizarse con el sufrimiento humano, a compartirlo y a llenarlo con su presencia para salvarnos de la muerte eterna. Desde entonces, la última palabra ya no es de muerte, sino de resurrección y vida.
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