La Iglesia se ha subido al carro de los medios de comunicación desde el primer momento, aunque eso no le impidió recibir frecuentes críticas sobre la eficacia de su forma de comunicar. Ya saben eso que se dice con tanta frecuencia de que la Iglesia tiene el mejor producto, pero que no lo sabe vender.
En el Concilio Vaticano II ya era evidente que la fuerza de los medios era imparable y muy adecuada para la tarea evangelizadora de la Iglesia. Por eso mismo el Concilio dedica uno de sus documentos a los medios de comunicación social: el decreto “Inter Mirifica».
En los últimos 40 años los medios evolucionaron casi a la misma velocidad que transmiten las noticias. Llegamos a la época de las redes sociales. A finales del 2012 Bendicto XVI lanza su primer Twitter para evangelizar el “Sexto Continente”, que es como designa a esta nueva realidad de las redes sociales donde millones de personas se encuentran todos los días.
Desde hace 6 años, primero Benedicto XVI y ahora Francisco, aprovechan diariamente los 140 caracteres que permite Twitter para trasmitir al mundo un mensaje que nos ayude a encontrarnos con Jesucristo.
Hace unos días, gracias a la cuenta oficial de los Papas, @Pontifex, nos llegaba el siguiente mensaje: “Nosotros, los cristianos, no tenemos un producto que vender sino una vida que comunicar”. Al papa Francisco le sobraron aun 50 caracteres para mostrarnos la esencia y la finalidad de la Iglesia: comunicar la vida de Jesucristo. No hay nada más. Todo lo demás es secundario o simplemente sobra cuando perdemos de vista lo primero: Cristo.
La Iglesia no tiene objetivos comerciales. No vende nada. La Iglesia tiene como único objetivo primordial comunicar la vida de Cristo.
Necesita dinero, como cualquier organización, pero no es lo esencial, no es determinante. Facilita las cosas pero no es imprescindible, basta recordar cómo fueron sus pasos iniciales y la vida de las primeras comunidades o quizás también de muchas comunidades de hoy en día, cuyo único gasto ordinario que tienen es el pago del recibo de la luz.
La existencia de la Iglesia no está condicionada por la posesión de bienes materiales o económicos. Existía cuando no tenía nada y seguirá existiendo si un día se queda sin nada. Las paredes de muchos templos y lo que contienen tienen un valor histórico-artísticos, pero es un valor muy relativo. El valor absoluto de la Iglesia es Cristo.
Lo esencial de la Iglesia es comunicar la vida de Jesucristo. No tiene otros objetivos, aunque a veces se la confunda con una organizadora de eventos sociales o una ONG.
Cuando acudimos a la Iglesia en busca de otra cosa que no sea la vida de Jesucristo estamos perdiendo el tiempo, pues esas “otras cosas” las encontraremos mucho mejores en otros sitios.
Necesitamos volver a Cristo, necesitamos que alguien nos comunique su vida y escuchar su buena noticia. Todo lo demás es vender humo.
Miguel Ángel Álvarez Pérez
Párroco de A Fonsagrada
[Foto: Miguel Castaño]
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