Son tercos los partidos políticos en hacer fracasar una “ley de enseñanza de consenso” al chocar con la piedra de tropiezo “la asignatura de religión”
“Un ciudadano que no sepa explicar el sentido de una catedral, de un santuario, de una procesión, de su nombre, del Camino de Santiago, Semana Santa, Navidad- comenta un abuelo- será un profesional de la ignorancia y un desplazado social; la ignorancia de mis nietos sobre el patrimonio religioso es una bofetada hacia nuestros antepasados que dejaron grabada su historia en lo que engrandece nuestra tierra”.
Nuestros niños y adolescentes se enfrentarán, tarde o temprano, a serias preguntas que necesitan una respuesta esperanzada: ¿Qué hago yo en este mundo? ¿Para qué me han llamado a la vida? ¿Qué va a ser de mí, mañana? Si la justicia, la verdad, la compasión o el respeto mutuo no se funda en nada, ¿por qué voy a perdonar, a ser honrado?
La clase de religión tiende a dar respuestas a las inquietudes más profundas del hombre: la vida, la naturaleza, abriendo el corazón al perdón, no abandonando al anciano y necesitado, y respetando la libertad de los demás.
La clase de religión nos pone en camino para dar razón de lo que la ciencia no puede explicar. La catequesis nos ayuda a amar y la clase de religión a conocer lo que amamos.
La verdad está malherida sin conocer nuestra historia más íntima: la historia del alma humana, su aspiración a un horizonte feliz construido con los otros.
La religión nos ayuda a entender el silencio de Dios ante el mal, la muerte, y el valor de toda persona que al maltratarla nos deshumaniza y nos apunta a la mayor de las degradaciones posibles.
Dios no está de moda. Y como el ser humano no puede vivir a la intemperie, se acaban fabricando “becerros de oro”, amuletos sustitutos, olvidando que su dignidad es inmensa por ser imagen y semejanza de su Creador.
Los padres se quejan de que estos tiempos “deseducan”. Confían en los profesores de religión, en su testimonio de personas creyentes, y lo hacen sin miedos y complejos ante opciones competitivas. Agradecen a los colegios que forman personalidades creyentes, practicantes y activas socialmente.
Sin libertad de elección para los padres en la formación de sus hijos no hay democracia. Bravos, padres que exigís la ayuda de la escuela para que vuestros hijos conozcan y vivan lo que pedisteis para ellos en el Bautismo.
Los padres saben que la escuela es una ayuda, pero que ellos no pueden descargar su responsabilidad como primeros educadores solamente en eso. Son tiempos en que las “escuelas” se multiplican para deseducar: la calle, los juegos, todo lo bueno y malo se abre camino en cada momento para apoderarse de un corazón. Vuestro trabajo, padres, no es fácil pero es gratificante: ver crecer a vuestros hijos caminando seguros por la senda de la vida. “Apunto a mi hijo a la clase de religión y le acompaño en su crecer “
Me permito recordar un encuentro con dos científicos rusos (especialistas en satélites), en noviembre de 1990, en mi paso obligado por Moscú: Sr. Genrich A. Avensov que me ofreció alojamiento en su casa, y Sr. Yuri Gasparin, que me entregó su gorro para protegerme del frio. Encuentro fortuito y providencial en el avión y que me permitió ser protegido “de la inseguridad de la noche en Moscú”, según sus palabras.
Manifestaron su pesar por la ausencia de formación religiosa en el colegio con palabras como estás: “se nos hizo un gran daño educándonos en el ateísmo”… Uno y otro se emocionaban comentando: “gocé al poder bautizar, hace poco, a mi nieta en esa Iglesia” o “en la mesa de noche tengo una la Biblia y su lectura me conforta”.
Dejemos que nuestros niños y adolescentes se eduquen apoyándose en la palabra de Dios ofrecida con la vida en familia y en la escuela.
Fray José Estévez – Sarria
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