Estamos en época de primeras comuniones, sin embargo yo titulé la reflexión de hoy así: La «última comunión». Pensarán que estoy un poco loco o que soy demasiado pesimista. Quizás debiera estar muy contento al ver cómo sigue habiendo niños que quieren ser amigos de Jesucristo, pero no estoy tan seguro. Les cuento.
Hace más o menos un mes, fui a celebrar una eucaristía a la capilla de las Hermanas de la Cruz en la que un niño recibía la primera comunión. Aquel día me impresionó un canto de las Hermanas del que no recuerdo la letra, en el que se repetía con frecuencia un estribillo: «El día de mi Primera Comunión». Fue una celebración sencilla, con pocos invitados, pero que todos vivimos con mucha emoción. Se notaba especialmente la presencia de Dios. Puedo decir que fue como un «monte Tabor».
Pero del monte Tabor hay que bajar. Con frecuencia la realidad es dura y nos descubre la mentira en la que vivimos: ¡cuántas veces la primera comunión es más bien la «última comunión» o la «única comunión»!
Sospecho que hay niños que asisten a misa por primera vez el día de su primera comunión. Si es así, es fácil ver que lo que hicieron sus padres con estos niños fue, más bien, «la primera, la única y la última comunión». Si nunca vinieron antes, tampoco volverán después.
Sé de compañeros que explican con insistencia a las familias la importancia de que los niños que van a catequesis también asistan a la misa dominical con sus padres. Estos mismos compañeros y algunos catequistas también me cuentan cómo observan muchas veces que algunos padres llevan a sus hijos a misa y ellos esperan fuera. Hay parroquias que programan la catequesis justo antes o después de la misa para obligar a los niños que vayan a la eucaristía dominical. Pero ya sabemos, las cosas a la fuerza suelen funcionar mal y queda todo en un “cumplí-miento».
Hablo de las comuniones, pero se puede decir lo mismo de las bodas, confirmaciones, bautizos, funerales, o las mismas fiestas y romerías que tanto abundan ahora en el verano.
Con una comida una vez en la vida o en el año, no sobrevivimos. Querer vivir la fe con una sola misa al año o cada dos años es bastante complicado. Más bien, es una pérdida de tiempo. Si se acude a la Iglesia para «comer» una vez en la vida o en el año, es preferible buscar otro «restaurante» donde den algo distinto, a ver si nos satisface más.
No voy a ser yo el que ponga coto a la gracia de Dios en los sacramentos y fuera de ellos. Solo comparto con vosotros los sentimientos que tengo, especialmente en esta época del año. Me produce mucha pena que no sepamos aprovechar mejor todo lo que Dios nos ofrece: unos sacramentos que nos traen su gracia, el sentido de la vida y de la muerte que nos da la fe, una comunidad de hermanos con los que caminar unidos hacia Jesucristo, etc.
Me consta que la primera comunión que celebré en las Hermanas de la Cruz, y algunas otras, no fueron las últimas. De otras muchas que hice estos últimos años, tengo que dudar. Lo siento.
Si solo tenemos en cuenta la opinión pública y lo que dicen algunos medios de comunicación (bastantes) sobre la Iglesia y los obispos, nunca nos vamos a acercar a la Iglesia, o solo lo haremos para la celebración de eventos sociales. En este caso, como en otros muchos de la vida, no podemos fiarnos solo de lo que oímos. Es necesario conocer las cosas desde dentro. Les aseguro que desde la cercanía todo se ve de otra forma y nos aprovechará mucho más. Una vida al lado de Dios de un modo sincero y sin dobles intenciones cambia sustancialmente en todos los sentidos. Supongo que muchos de los que estáis leyendo esto me dais la razón. Y a los que no me la dais, os invito a probar y después ya me contaréis.
Hace unos días les hablaba de la «BBC» y de los sacramentos convertidos en eventos sociales. Se debía, en parte, a esto que hoy les conté. En aquella ocasión os pedía perdón por la ironía. Hoy os lo pido por el pesimismo. No obstante, espero estar equivocado. Sería una gran noticia.
Buena semana a todos y un recuerdo especial a los que pronto vais a comenzar las vacaciones.
Miguel Ángel Álvarez Pérez
Párroco de San Froilán
(Publicado en Parroquia-e 104, 29 de junio de 2016)
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