En nuestra sociedad y en el Pueblo de Dios apenas hay percepción o conciencia de la existencia de matrimonios santos. Incluso un alumno de ESO cuando escuchó que San Isidro estaba casado respondió que los sacerdotes no se casan e incidía en que los casados no pueden ser santos…
El monasterio más antiguo de la diócesis de Lugo aun habitado en la actualidad tiene a un matrimonio de santos como patrones. ¿Cuántos matrimonios de la diócesis lo saben? ¿Cuántas personas sabrían cómo se llaman los miembros de ese matrimonio? Pienso que son una clara minoría los que lo saben. Hablo de San Julián y Santa Basilisa. También es cierto que no hay una lápida o un escrito que tengan una breve explicación de este matrimonio al que está encomendado el Monasterio de Samos.
Que no se conozcan matrimonios con los dos miembros canonizados también revela que la acción de los responsables de la Pastoral Matrimonial en la Iglesia española es bastante mejorable. Tiene poca explicación el hecho de que siendo la mayoría de los miembros de la Iglesia personas casadas no haya en los retablos de los templos imágenes conjuntas de esos matrimonios. Hasta parece que no se reconoce que el Matrimonio es uno de los siete sacramentos. Parece que se sigue en la línea de aquel libro de espiritualidad de la primera mitad del siglo XX que afirmaba: “El matrimonio es para la clase de tropa y no para el Estado Mayor de Cristo”.
Volvemos a San Isidro que tanto se honró en la mayoría de las parroquias de la diócesis. Parece celebrarse como si fuese soltero, y era casado con Santa María de la Cabeza y tuvieron descendencia. ¿Por qué no celebrarlos conjuntamente? ¿No se les dice en el ritual matrimonial a los casados que son una sola carne? Debemos ser conscientes de que en la recepción del consentimiento se les dice: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.
De igual manera apenas aparecen juntos María y José como matrimonio que eran en aquel pequeño pueblo de Nazaret. Desde el 2013 la segunda plegaria eucarística menciona expresamente que la Virgen María y San José son esposos.
Ya el pasado 21 de octubre de 2001 Juan Pablo II por primera vez beatifica conjuntamente a Luigi Beltrame Quattrocchi (1880-1951) y Maria Corsini (1884-1965), un matrimonio de Roma. El Papa Francisco el 18 de octubre de 2015 también por primera vez canonizó un matrimonio, el de Louis Martín y Marie-Zélie Guérin, los padres de Santa Teresita de Lisieux, que habían sido beatificados conjuntamente por Benedicto XVI en 2008 en Lisieux.
La pastoral de las diócesis y de las delegaciones de pastoral familiar-matrimonial tienen que poner más de manifiesto la existencia de matrimonios santos (Joaquín y Ana, Priscila y Aquila…) y promover que haya más imágenes conjuntas de ellos, como San Isidro y Santa María de la Cabeza están en el templo parroquial de Cacabelos. El matrimonio es camino de santificación como testimonian tantos matrimonios ya canonizados y otros que lo podrían estar. Esto debe ser más difundido en la opinión pública.
El camino de santificación del matrimonio no debe apartarse de la vida laical como afirma el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia en el nº 220: “El sacramento del matrimonio asume la realidad humana del amor conyugal con todas las implicaciones y capacita y compromete a los esposos y a los padres cristianos a vivir su vocación de laicos, y, por consiguiente, a buscar el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios”. Para esta acción secular sobre los asuntos temporales precisan de una formación adecuada.
En proceso de beatificación conjunta en la Iglesia hay, al menos, dos matrimonios españoles: El de los valencianos Manuel Casesnoves y Adela Soldevila, padres del primer alcalde socialista de Xátiva, y el de los madrileños Tomás Álvira y Francisca Domínguez.
Así que esa praxis de celebrar como si fuesen célibes los que son casados conviene que desaparezca. No parece muy adecuado separar en la vida cristiana lo que Dios ha unido en matrimonio.
Antón Negro
Sacerdote y sociólogo
Delegado de Cáritas Lugo
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