INDALECIO GÓMEZ VARELA | CANÓNIGO DE LA CATEDRAL DE LUGO

Restauremos el mundo

junio 3, 2022 · 18:00 1

Donde abunda el mal, nadie está cómodo. Es lo que sucede en el mundo actual. Hay tanta maldad en esta tierra, que nos resulta incómodo vivir en ella.

Ante esta situación caben dos opciones: destruirla o restaurarla. Si no nos interesa este mundo porque huele mal, destruyámoslo. Pero si nos interesa, y no nos gusta, restaurémoslo y nos gustará.

El proyecto ya lo tenemos: nos sirve el mismo que utilizó el Eterno Padre para crear el primer mundo y que le había salido bueno y hermoso. Para ello había utilizado buenos materiales, buena tierra, buena luz, buenas aguas, buenos montes, buenos valles… Incluso el hombre le había salido bueno, muy bueno, con capacidad de decir la última palabra. Dios se arriesgó haciendo libre al hombre, y éste le falló, y haciendo mal uso de su voluntad, deterioró el mundo que el Señor le había regalado. Esto disgustó al Creador, pero no desistió de su primer proyecto, y decretó la restauración del mundo. Pero ahora no se fía del hombre, y confía la restauración a su propio Hijo Jesucristo, y éste acometió la «recreación del mundo», aprovechando muchos de los materiales del primer mundo: el mismo sol, las mismas aguas, la misma tierra, las mismas estrellas… Pero la pieza más importante del primer mundo, el corazón del hombre se ha corrompido, está inservible. Hay que pensar en un «recambio de piezas». El esqueleto de Adán es aprovechable, pero su corazón está inservible: hay que pensar en un trasplante de corazón. La operación es de alto riesgo y sólo la pericia de un experto cirujano ofrece garantías. Tal cirujano no existe en la tierra, tiene que venir del cielo. Y de allá nos lo manda el Señor, encargándole que traiga consigo el corazón a trasplantar, ya que ninguno de los de la tierra es aprovechable.

Jesucristo acepta el cometido; baja del Cielo y se pone manos a la obra. Toma su corazón santísimo y, utilizando la anestesia de su divino amor, lo coloca en el tórax del hombre pecador. La intervención ha sido todo un éxito: ya tenemos un hombre nuevo, un corazón nuevo, un mundo hermoso, una humanidad redimida. Conectemos nuestros corazones con el corazón de Cristo, que tiene capacidad para bombear sangre de bondad a todos sus miembros, que somos nosotros.

Y alegrémonos, ya que las cosas han mejorado notablemente. El primer mundo tenía un buen corazón, obra de Dios; pero era un corazón humano vulnerable. El corazón del nuevo mundo es divino. Gocémonos y colaboremos con él para que todo sea hermoso a los ojos de Dios y de los hombres de buena voluntad. Adán escuchó al diablo y éste lo engañó. Escuchemos nosotros a Jesús, y estaremos seguros de que nuestro comportamiento nos mantendrá fieles al Señor.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo

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