INDALECIO GÓMEZ VARELA | CANÓNIGO DE LA CATEDRAL DE LUGO

La perfección del hombre

octubre 9, 2021 · 18:25 1

Un ser es perfecto si posee todas las cualidades exigidas por su naturaleza. Las facultades específicas de la persona humana son la inteligencia y la voluntad. Cuantos más conocimientos posee su entendimiento, más rica es su inteligencia, y cuanto más correcto es su comportamiento, más rica es su conducta.

En esto consiste la perfección humana, según Aristóteles. Si, además, vive en plena comunión con Dios, a nivel de criterios, de sentimientos y de comportamientos, su perfección alcanza un alto nivel cristiano, al decir de Santo Tomás.

Dios quiere nuestra perfección, porque Él mismo es perfecto, y el hombre está llamado a ser su imagen. La llamada positiva del hombre a la perfección no se funda en la naturaleza humana. Sería una perfección meramente terrenal: ojo por ojo y diente por diente. La perfección cristiana tiene como referencia el ser de Dios y su modo de actuar. Él es bueno con los buenos, y es misericordioso con los pecadores. Que un padre dé la vida por un hijo, se comprende, pero que la dé por un enemigo, eso es cosa de Dios. Es una gracia que el Señor, concede al creyente. Hay aquí un salto cualitativo entre el comportamiento humano y el comportamiento cristiano. La perfección cristiana es un crecer hasta la forma del proceder de Jesús, que dio la vida por los justos y por los pecadores; por sus amigos y por sus perseguidores.

La teología espiritual distingue tres niveles en el curso de la perfección cristiana:

  • Cumplir lo prescrito por el Señor: su ley, sus mandamientos. Es una perfección humana.
  • Imitar a Jesucristo, tal cual se nos muestra en el Evangelio. Es la encarnación del Padre en el proceder de Jesucristo.
  • Acoger los deseos del Señor, aceptando la invitación a seguirle en la vida consagrada, es superar la obligatoriedad por la generosidad. Todo esto constituye los niveles de la perfección cristiana. Pero aún cabe distinguir otra graduación que enriquece la espiritualidad. Lo dicho hasta aquí, se refiere preferentemente al “por qué» se cumple la voluntad de Dios. Ahora se trata de perfeccionar el modo de hacer lo que se hace. A este nivel, el primer grado consiste en observar la ley porque así lo ha ordenado el Señor. El segundo grado consiste en imitar a Jesús, para parecernos a Él, que nos dice “Aprended de mí, que soy manso y humilde». Y el tercer nivel consiste seguir su llamada para complacerle, colaborando con Él, en la construcción del Reino.

Cierto que este cometido supera nuestras posibilidades, pero el Señor, que nos invita a seguirle, también se compromete a acompañarnos, y con su compromiso, también nuestro compromiso es realizable.

La perfección cristiana no es una utopía: es un cometido, al cual todos estamos llamados.

¡Adelante! Pues nunca es tarde, si la dicha es buena.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo

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