INDALECIO GÓMEZ VARELA | CANÓNIGO DE LA CATEDRAL DE LUGO

De regreso por otro camino

agosto 6, 2021 · 9:16 X

La historia sagrada es una constante peregrinación en doble dirección. peregrinación de Dios hacia el hombre, y peregrinación de los hombres hacia Dios.

La búsqueda de Dios es un entramado de sanciones y de bendiciones. Dios sale al encuentro del pueblo para liberarlo de la esclavitud faraónica. El Señor va delante abriendo camino hacia la tierra de promisión. La columna de nube y la antorcha de fuego que preceden al pueblo, son garantía de que Israel va por buen camino y que Dios le librará de la esclavitud egipcia. Y así ha sucedido, pero los Israelitas poco sensibles a la generosidad de Yahvé abandonaron el buen camino, y vino la sanción por parte del Señor. Al “exilio” siguió el “éxodo» ciertamente, pero el camino de retorno a la patria no fue un vergel ajardinado, sino un desierto árido, pleno de carencias.

Sin embargo, las carencias del desierto no son castigos punitivos para el pueblo infiel, sino correctivos de los que se vaya Yahvé para denunciar la perversión de Israel, a la vez que el recuerdo de que la misericordia divina se mantiene viva, ya que Dios, puesto a amar, ama para siempre, y de que el desierto es camino de liberación, pero para alcanzarla hay que aceptar múltiples carencias y caminar en esperanza.

El desierto es alternativa de expiación y de esperanza: allí habrá carencia de pan y abundancia de maná; sed asfixiante y agua como en Meribá. Preciosa enseñanza cristiana: el mundo no es Cielo, pero es camino de Cielo. Para alcanzar la meta hay que poner interés: hay que aportar voluntad y esfuerzo, y Dios aportará lo demás. Con estos condicionantes, el acceso a la meta está garantizado.

Ya queda dicho: peregrinar es caminar haciendo camino. Se hace camino al andar. Para hacerlo con acierto, se requiere un referente: tomar ejemplo de los magos de oriente; pedir información en las dudas y proseguir en lo emprendido hasta llegar a la meta, donde espera el Señor. Alcanzado el deseado objetivo, todo cambia para el peregrino: cambia la cotización de valores; cambia el proyecto de comportamiento; cambia el futuro de su vida, y reemprende el regreso a su tierra por otro camino.

El nuevo camino es distinto y las actitudes del peregrino son otras. Se ha enriquecido con nuevos amigos, y el encuentro con su familia es novedoso. El esposo que llega es el mismo esposo de antes, pero ha cambiado las largas horas del bar de la esquina por una vida más hogareña. Ahora ya no es el dictador de casa, que imponía caprichosamente sus personales puntos de vista a todos los demás, sino un padre responsable que va delante marcando con su ejemplar comportamiento el buen camino que deben seguir sus hijos; ahora ya no es la persona discordante, que con sus caprichosas desavenencias rompían la armoniosa convivencia de la vecindad. Es el mismo hombre de antes, pero con nuevas connotaciones. Su encuentro con el Señor le ha convertido en otro hombre.

Cuando Moisés bajaba del monte después de estar con el Señor, los Israelitas se lo notaban porque había cambiado el color de su piel. El peregrino que vuelve de regreso viene con el mismo nombre y con el mismo semblante de su partida: no ha cambiado el colorido de su rostro ni su partida de nacimiento, pero ahora es un hombre bien nacido.

Le sucede lo que, a aquella pareja de novios, cuyo comportamiento estaba tiznado de inmoralidades, pero la chica tuvo la oportunidad de asistir a una tanda de Ejercicios Espirituales, y allí se encontró con el Señor, y al regreso, el chico le invito a las antiguas inmoralidades, a lo que ella se negó rotundamente. Y cuando el joven, para arrastrarla al mal, le dice: «oye que yo soy aquel», ella, muy acertadamente le contesta: «si, tú serás aquél, pero yo ya no soy aquella» El encuentro con el Señor, la había cambiado radicalmente.

Este es el fruto de las auténticas peregrinaciones. Alguien ha dicho que todo peregrino tiene algo de turista, y todo turista tiene algo de peregrino. Pero esto no basta. La peregrinación químicamente pura es la que nos lleva al encuentro con el Señor, y, si esto se produce, el peregrino regresa a su casa por otro camino. Y esto lo nota todo el mundo.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo