A pesar de que en el mundo occidental consideramos que el primera día de la semana es el lunes, en realidad lo es el domingo, ya que antes de llamarse así se referían a él como el «primer día de la semana» que es cuando resucita Jesucristo. Por este motivo, el primer día de la semana se empieza a designar como el «Día del Señor» y de ahí el nombre de Domingo (“señor» en latín se dice “dominus”).
El acontecimiento de todo el misterio de Jesucristo marca el arranque de una nueva era de la historia que conocemos como «después de Cristo» (d. C.), y con ello un nuevo significado para el domingo o primer día de la semana, siendo para los cristianos el día de la reunión de la comunidad para celebrar la Eucaristía.
En el año 321, el domingo se convierte en un día de descanso del trabajo por decreto de Constantino. Este decreto respondía a una cuestión de dignidad de la persona que necesita reposar del trabajo y disfrutar de la familia.
En el siglo XXI ya nadie duda de la necesidad de un día de descanso semanal, hasta el punto de que consideramos bueno o malo un empleo en función del ritmo flexible de horas de trabajo y descanso que nos permite.
En los últimos años las cosas han ido cambiando y, casi sin enterarnos, hemos llegado a una situación nueva en la que el domingo ha perdido su importancia. Esta situación no está provocada en principio, como podríamos pensar, por la creciente secularización que hace que sean menos personas las que vayan a misa.
El afán de consumismo provoca que exijamos que los locales comerciales tengan horarios y, como consecuencia, empleados que nos permitan comprar a cualquier hora y en cualquier día de la semana. Se convierten así los grandes centros comerciales en las nuevas catedrales del mundo actual, a las que asistimos en masa los fines de semana, incluidos los domingos.
Cuando era formador del Seminario, recuerdo que estábamos organizando un viaje a Ponferrada para visitar “Las Edades del Hombre”. Para aprovechar mejor el día, le preguntamos a un alumno que era de allí qué otras cosas podríamos visitar. El niño respondió: «hay un centro comercial nuevo».
Es inevitable que siempre haya alguien que tenga que estar en su puesto de trabajo a cualquier hora y día: hospitales, seguridad, electricidad, transportes, etc. Pero también es cierto que todo el mundo tiene derecho a descansar y a poder estar un día con su familia, todos juntos. Si el padre descansa el lunes, la madre el martes y los hijos el fin de semana, no podrán estar nunca todos juntos.
Cuando nuestro plan es ir de compras el domingo, estamos provocando que haya personas que tengan que sacrificar la vida familiar para poder atendernos, impidiéndoles lo mismo que reivindicamos para nosotros.
Con la resurrección de Jesucristo la dignidad de la persona se ve incrementada hasta el infinito. Vivir el domingo con el descanso y la eucaristía es celebrar esta dignidad, y que el trabajo y las cosas estén a nuestro servicio y no al revés.
Miguel Ángel Álvarez Pérez
Párroco de San Froilán
(Publicado en El Progreso, 10 de mayo de 2015)
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