El 21 de julio de 2021 el Gobierno aprobó el Proyecto de Ley de Memoria Democrática para su defensa. Alrededor de esta ley se oyen muchos slogans, manipulaciones, frases grandiosas y vacías de contenido… La cuestión relevante es: ¿Qué memoria democrática quedará de la actuación de este Gobierno? Para eso conviene tener claro lo que es una democracia y como se debe ejercer el poder democráticamente. Las exigencias tienen que ser las mismas, tanto para los partidos más afines como para los más opuestos.
La democracia se defiende sobre todo ejerciendo el poder democráticamente con respeto a los derechos de los demás, y eso va ser la memoria democrática real que queda “en la memoria”. Por eso entiendo que es necesario tener claro por lo menos lo siguiente:
1) La democracia como la mejor forma de gobierno de las sociedades se justifica por sí misma. Esto es así para la inmensa mayoría de los ciudadanos, pues en esta se hace un ejercicio del poder más justo y adecuado a la condición humana que el de cualquier dictadura o despotismo ilustrado. La democracia es más respetuosa con la libertad y con el protagonismo de las personas para construir la sociedad futura con la colaboración de todos.
2) Defender la democracia por medio de leyes penales, de leyes represivas, manifiesta que no se cree que este sistema de gobierno sea el mejor posible o, lo que aún es peor, que no se está ejerciendo el poder de manera democrática. En este caso el gobernante se considera el único propietario legítimo del poder y, por tanto, los adversarios son enemigos de la democracia y, aunque hayan sido elegidos por el pueblo, no los consideran gobernantes legítimos, por eso pretenden reprimirlos. En este sentido puede iluminarnos aquella viñeta de la revista El Hermano Lobo en la que un político decía en un mitin: “O yo o el caos”, y la gente contestaba: “el caos, el caos”, entonces él concluía: “Es lo mismo, el caos soy yo”.
3) En democracia los gobernantes son servidores del pueblo, no jefes de súbditos. Esto se manifiesta en el ejercicio del poder en la medida en que respetan a los ciudadanos y se comportan democráticamente. Así es importante ver si realmente respetan la separación de poderes, las instituciones sociales y los derechos de los ciudadanos (de las personas y de las minorías, familias y asociaciones). Todos los ciudadanos, individualmente o agrupados, tienen derechos que el gobierno debe respetar, que pueden reclamarse en los tribunales hasta llegar a los de fuera de España: el de Derechos Humanos de Estrasburgo o el de la Unión Europea en Luxemburgo.
Para los demócratas es importante que les quede en la memoria consciente que al gobierno se le puede limitar su abuso del poder y así lo han hecho los tribunales. Por ejemplo:
Se podrían citar más sentencias que anularon decisiones gubernamentales y leyes, pero son suficientes para que en nuestra memoria democrática quede claro que un gobierno no puede actuar caprichosamente, es decir, sin atenerse a la justicia, pues está al servicio de los ciudadanos y tiene que respetar sus derechos, tanto los personales como los de sus agrupaciones. En democracia los ciudadanos personalmente o agrupados en sus instituciones pueden recurrir a los tribunales contra los actos, decretos y leyes promovidos por los gobiernos que entiendan que lesionan sus derechos. Para ello los pobres debemos tener presente que la fuerza de los débiles radica en su unión, en la solidaridad, que ya lo expresaba muy bien aquella pancarta del 3 de julio de 1855 en Barcelona que decía: ¡ASOCIACIÓN O MUERTE! Aislados no se sale de la miseria y de la opresión.
Así que de las actuaciones de este Gobierno resulta que la “mejor” Memoria Democrática que queda es el hecho de que los tribunales invalidaron varias decisiones suyas, pues su acción gubernamental abusaba de los ciudadanos y de otras instituciones. Estos hechos enseñan y sirven más a los demócratas que la previsible Ley de Memoria Democrática.
Antón Negro Expósito
Sacerdote y sociólogo
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