En la actualidad hay 2 volcanes en erupción simultánea: uno geológico, en los paradójicamente afortunadas Islas Canarias, con dinamismo devastador; y el otro sociológico, en las tierras gallegas, en generosa actitud solidaria.
Según los geólogos, el centro de la tierra es un núcleo incandescente cuyas calorías periódicamente rompen la corteza terrestre y con sus erupciones de lava incandescente, devasta ciudades; asola cultivos y siembra pobreza a su paso. De esto nos dan constancia la historia del Vesubio, el Etna y la de otros volcanes que llevan cientos de años en erupción continua o interrumpida, y en estos momentos, el volcán que está carbonizando la isla de Palma.
No sabemos el tiempo que supervivirá este inesperado contratiempo en las Islas Canarias. Esto nos preocupa a todos. Pero no hay mal que por bien no venga, y al socaire de este devastador volcán palmareño, cobra vida otro volcán sociológico: el volcán de la fraternidad humana, adormilado en las últimas generaciones. Afortunadamente la erupción del volcán de la fraternidad está recobrando vitalidad en estas circunstancias: los bancos abren sus casas a los que han perdido las suyas; las ONGS prodigan sus aportaciones a los que han quedado sin nada; muchos particulares lloran con los que lloran y comparten su pan con los que no tienen qué comer…
El volcán de la solidaridad llevaba mucho tiempo inactivo, pero el triste evento de las Canarias está siendo una fuerte sacudida, para ponerlo nuevamente en fraternal erupción. Esto nos resulta gratificante a todos, especialmente a los creyentes. El volcán de la fraternidad ya había sido inculcado por Jesús en el Evangelio, pero da la impresión de que los humanos lo teníamos aparcado y lo habíamos sustituido por el egoísmo y la avaricia personal; por una inversión de valores, anteponiendo lo mío a lo nuestro; lo propio a lo de todos; lo individual a lo colectivo…. Pues, hagamos memoria y recordemos que Jesús ha dicho textualmente: “Este es mi mandamiento, que os améis unos a otros, como yo os he amado». El mandato del Señor no se redujo a bonitas palabras, sino que se sintetizó en eficaces comportamientos: “Tuve hambre y me distéis de comer…”. “¿Cuándo, Señor?”. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, conmigo lo hicisteis”.
Dios nos hizo hombres, para tener a quien amar, y se encarnó en los humanos para dejarse amar por nosotros. Las oportunidades para realizar el plan de Dios nos salen diariamente al camino, pero hay circunstancias en las cuales el amor fraterno cobra especial urgencia. Esta situación se está haciendo singularmente urgente con motivo del volcán de Palma. Las carencias de nuestros hermanos canarios son voces que gritan: “Tu casa debe ser casa para los que se quedaron sin hogar, y tu pan debe ofrecerse generosamente a los que no tienen qué comer, y el gozo de tu bienvivir debe enjugar las lágrimas de los que lloran, por haberse quedado sin nada en la vida…” Esto es poner en activo el volcán de la fraternidad, tantas veces aparcado por nuestra fe adormilada. Despertemos, pues, y trabajemos para que a nadie falte lo necesario de lo que Dios dejó en el mundo para todos.
Indalecio Gómez Varela
Canónigo de la Catedral de Lugo
*La fotografía no se corresponde con el volcán de La Palma.