Hoy en día no es extraño escuchar que la fe es un acto irracional y propio de mentes débiles. Los hombres verdaderamente ilustrados -dicen algunos- necesitan ver para creer. Comprobémoslo.
La palabra “fe” proviene del verbo latino “fido”, “fidere”, que significa confiar o fiarse. De modo que la fe puede ser definida como la aceptación del testimonio de otra persona apoyado en su conocimiento y veracidad. Estamos hablando, por tanto, de un modo de conocimiento imprescindible para la vida humana.
No es exagerado decir que la mayor parte de nuestros conocimientos los poseemos por fe humana. En cuestiones históricas es algo evidente: sólo por fe -por la aceptación del testimonio de otros- podemos conocer el pasado. Ninguno hemos tenido, por ejemplo, el gusto de conocer a Julio César. Sin embargo, no dudamos de su existencia. La aceptamos por los testimonios que hemos recibido de testigos dignos de fe.
Además de las cuestiones históricas conocemos por fe -como insistía el P. Manuel Carreira, jesuita y astrofísico- todo lo que es transmisión cultural humana. La ciencia, por ejemplo, no es obra de un solo hombre, sino de la humanidad pensante a través de los siglos. No hay un ser humano capaz de hacer por sí solo las comprobaciones y experimentos necesarios para conocer de primera mano toda la realidad. Dependemos del trabajo realizado por los que nos han precedido. Por eso el matemático Ricardo Moreno decía que es absurdo pretender que un estudiante descubra por sí mismo “el cálculo infinitesimal, que tardó 2.000 años en gestarse”. Todo hombre, al inicio de su vida académica, debe tener fe en las enseñanzas de su maestro. E incluso en su madurez intelectual tendrá que seguir creyendo muchas de las afirmaciones recibidas de otros sabios y que él no ha podido comprobar personalmente.
Por si fuera poco, la fe es imprescindible para la buena marcha de la vida social. Pensemos lo anárquico que sería el mundo si, por ejemplo, no pudiésemos fiarnos de que el vecino no va a acabar con nuestra vida a la primera oportunidad. Sin fe viviríamos en un estado de alerta permanente que haría imposible una vida verdaderamente humana.
Vemos, pues, que la fe no es otra cosa que un modo de conocimiento y, por tanto, no puede ser irracional. Hasta aquí la fe humana. ¿Pero qué es la fe católica? Es la aceptación de la revelación divina, es decir, creer aquello que Dios ha comunicado a los hombres. Dios no puede engañarse porque es infinitamente sabio, ni puede engañarnos porque es infinitamente bueno, lo que confiere a su mensaje toda credibilidad. ¿Y cómo sabemos que ha habido revelación? Por el testimonio de los apóstoles y otros testigos directos de la predicación y de los milagros de Jesucristo. ¿Y cómo sabemos que los apóstoles son testigos dignos de fe? Porque dieron su vida por defender ese testimonio. La fe es perfectamente racional.
Dos libros para profundizar: ‘Ciencia y fe’ de Manuel Carreira y ‘La fe de la Iglesia’ de A. Royo Marín.
Ignacio Felpeto Criado
Sacerdote en Castroverde
Opina sobre esta entrada: