Hoy se celebra en toda la cristiandad la fiesta del Bautismo de Jesucristo. Termina el ciclo litúrgico de la Navidad. Este período de la liturgia rememora la infancia y la vida oculta de Jesús de Nazaret hasta su manifestación al mundo al ser bautizado por Juan en el Jordán. Es un error bastante generalizado pensar que las fiestas de la Navidad terminan con la solemnidad de la Epifanía o Adoración de los Reyes Magos el día 6 de enero.
A este respecto y en íntima relación la fiesta que hoy celebramos, también es un error arqueológico e histórico pensar que la llamada “piscina romana” descubierta en la Plaza de Santa María ha sido simplemente un baño de una importante familia romana o uno de los baños públicos de tiempos del imperio. No cabe duda de que, para una gran mayoría de historiadores y arqueólogos con sentido común y con deseos de buscar la veracidad histórica, estamos ante un significativo baptisterio romano-cristiano de inmersión, el único de la península de estas características. Su decoración y toda su iconografía simbólico-doctrinal (la serpiente símbolo del pecado, los árboles símbolo de la vida, el sol símbolo de Cristo así como la orientación hacia el Este, entre otros) y su emplazamiento en la Plaza de Santa María al lado de la Catedral nos habla de un cristianismo muy antiguo en la ciudad lucense ya en el siglo III. En este tiempo y en los siglos IV y V, los baptisterios surgen junto a las grandes basílicas y según las sedes episcopales en dimensiones más o menos vastas. Se distinguen por una rica decoración simbólica alusiva a los misterios del bautismo. La dimensión espiritual del sacramento se expresa, así, descendiendo por algunas escaleras a la piscina sagrada que por ello se escavaba debajo del pavimento y rodeada por un parapeto octogonal. Se levantaban de éste unas columnas o antenas de arquitrabe que sostenían las cortinas para salvaguardar el pudor de los bautizandos. El agua fluía a la pila por conductos, como resulta de la descripción de fuentes romanas que nos dejaron diversos historiadores.
Es una gran joya, un tesoro del pasado que debe ser más protegido y cuidado. Y una buena ocasión para retomar el significado de nuestro bautismo. A este respecto, el Papa Francisco afirma que también es un error pensar que no debemos bautizar a los niños y esperar a que crezcan para tengan conciencia del sacramento. Así como no esperamos a que crezcan para alimentarlos tampoco debemos esperar en ofrecerles el alimento espiritual. Y el Papa añade: “pensar de esa manera significa desconfiar del Espíritu Santo pues cuando bautizamos a un niño Dios entra en su alma y hacen que crezcan y florezcan en él las virtudes cristianas”.
Somos cristianos en la medida en que deseamos y dejamos que Dios viva en nosotros. Para reavivar esta conciencia hay que volver a los orígenes, al bautismo, fundamento de toda la vida cristiana. Es el primero de los sacramentos. Es la puerta que permite al Señor hacer su morada en nosotros e introducirnos en su misterio.
El buen Papa Benedicto también recordaba, con gran satisfacción, la fecha de su bautismo en el domingo de Pascua, el día siguiente al de su nacimiento (16 de abril de 1927) con el agua recién bendecida en la noche pascual: “Ser el primer bautizado con la nueva agua se consideraba como un importante signo premonitorio. Siempre ha sido muy grato para mí el hecho que, de este modo mi vida estuviese ya desde un principio inmersa en el misterio pascual, lo que no podía ser más que un signo de bendición” (J. Ratzinger, Mi vida. Recuerdos -1927-1977-, Madrid, 4ª edc. 2005, págs.: 26-27).
Para nuestra ciudad de Lugo, tener un presbiterio tan bello y con tanta historia al lado de la Catedral, es una bendición para todos y para los católicos, una memoria agradecida y permanente del sacramento primero y esencial que es el bautismo.
José Mario Vázquez Carballo
Vicario general de la diócesis de Lugo
Foto: https://www.flickr.com/photos/chairego/5739443465
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