Introducción
Quisiera comenzar con dos citas del papa Francisco:
«Nos amó», dice san Pablo refiriéndose a Cristo (Rom 8,37), para ayudarnos a descubrir que de ese amor nada «podrá separarnos» (Rom 8,39) […]. Su corazón abierto nos precede y nos espera sin condiciones, sin exigir un requisito previo para poder amarnos y proponernos su amistad: «Nos amó primero» (1 Jn 4,10). Gracias a Jesús «nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído» en ese amor (1 Jn 4,16). Francisco, carta encíclica Dilexit nos sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo (Roma, 24-10-2024) 1.
Y:
La esperanza efectivamente nace del amor y se funda en el amor que brota del corazón de Jesús traspasado en la cruz:
«Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida» (Rom 5,10) […]. La esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino: «¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo?». Francisco, bula de convocación del jubileo ordinario del año 2025 Spes non confundit (Roma, 9-5-2024) 3.
En este ambiente de esperanza, que no brota de nuestros hechos ni programas, ni de nuestros análisis y expectativas, sino de la permanente novedad del amor de Cristo, nos reunimos para hacer un alto en la peregrinación que realizamos con la porción del pueblo santo de Dios, que se nos ha encomendado en cada una de las Iglesias particulares que peregrinan en España. Somos un pueblo peregrino entre los pueblos que constituyen nuestra singular nación. Un pueblo que cada semana hace un alto en el camino y se reúne en torno a la mesa de la eucaristía para avivar la conciencia de cuál es el origen y la meta de la peregrinación y reconocer a quien es el camino que ilumina nuestros ojos con la verdad, para no perder la senda, y fortalece nuestro cuerpo con la vida, para reconfortarnos y curarnos en el viaje que es «santo y arduo».
Peregrinamos junto a nuestros conciudadanos, que buscan sentido al viaje de la vida, o se mueven de acá para allá, expresando de forma inconsciente la secreta sed de encontrar un lugar donde descansar el corazón. Algunos quieren hacer morada permanente del presente o, desesperanzados, huyen de él, buscando refugio en la nostalgia del pasado, en sueños artificiosos de futuro o en las diversiones incesantes que proponen el mercado y tantas ideologías, optimistas o pesimistas. Sin esperanza en el advenimiento de lo nuevo, el mercado y las ideologías acuden a la cita y ofrecen «paraísos» para enmascarar la nada que anuncia la desesperanza y consolar las melancolías y angustias que genera la incertidumbre. Nos interpelan y juzgan quienes se quedan atrás o están tirados en las cunetas por tantas formas de descarte que provocan nuestras actuales formas de organizar la convivencia y el viaje por el tiempo.
Compartimos el viaje, pero peregrinamos desde una experiencia de encuentro con la misericordia que nos acompaña hacia la tierra donde se cumplen las promesas. Compartimos la historia, sabiendo que, en ella, además del dinamismo de la libertad y el tiempo, germina la novedad de la gracia y de la eternidad en la historia de salvación. Una única historia que compartimos, queridos conciudadanos; en dos ritmos: el de la libertad en el cosmos, el de la gracia en la libertad. Compartimos cosmos y libertad. Son nuestro punto de encuentro y ámbito de alegrías y problemas. Ofrecemos el amor gratuito, hecho carne en Jesucristo, que innova la historia y salva a los que por ella transitamos.
Sabemos, con pensadores antiguos y modernos, que los verdaderos problemas humanos no tienen solución, sino historia, en la manera de aparecer, afrontarlos y reaparecer. El mito del progreso pretende solucionarlos hoy con las nuevas máquinas que nos abren a un mundo poshumano. Los peregrinos de esperanza sabemos que esos grandes asuntos humanos —el mal, el sufrimiento, la muerte, el amor, el sentido…— no son problemas que ciencias o ideologías puedan solucionar sino misterio, a los que el misterio innombrable y ahora nombrado: «Jesús, Cristo, Señor», puede iluminar y sanar. Esta experiencia es la que la Iglesia quiere vivir y compartir con los compañeros de andadura.
El papa Benedicto XVI en su discurso a los miembros del Consejo Pontificio para los Laicos del año 2010 afirmó que «la contribución de los cristianos solo es decisiva si la inteligencia de la fe se convierte en inteligencia de la realidad, clave de juicio y de transformación». A la hora de realizar una mirada a la realidad de la vida española en los últimos meses he querido elegir cuatro temas que me parecen significativos de nuestra vida social y que además ofrecen la oportunidad de bajar al corazón y «unir los fragmentos» como sugiere Francisco en Dilexit nos (nn. 17-23). Estos asuntos son: crecimiento demográfico en su doble dimensión, vegetativo y migratorio, trabajo, vivienda y la situación de la convivencia política. A ellos he de añadir la catástrofe provocada por la descomunal riada de los últimos días de octubre, provocada por una DANA, que ha desbordado de lágrimas la vida de tantas familias y realizando destrozos que creíamos solo posibles en tierras lejanas o en pantallas de cine. El asombro dolorido permanece en nuestra retina y en nuestro corazón.
1.1. Crecimiento demográfico
Durante 2022 se registraron en España 329.251 nacimientos. Continúa así la tendencia a la baja de la última década: en 2012, nacieron 454.648 personas. Desde el año 2012, el número de nacimientos ha descendido un 27,6 %. El indicador coyuntural de fecundidad, número medio de hijos por mujer, se situó en 1,16 en 2022 (madres españolas: 1,12, extranjeras: 1,35). En este tiempo el número de abortos se ha mantenido siempre cercano a los 100.000. Comoquiera que los nacimientos han disminuido mucho, la relación entre embarazos, nacimientos y abortos desgraciadamente ha crecido en favor de estos últimos. El número de hijos abortados representa casi el 40 % del déficit demográfico español.
Durante 2022 fallecieron en España 464.417 personas, es decir, el saldo vegetativo fue negativo en 135.166 personas. El crecimiento de población de España se debe al incremento de personas llegadas del extranjero. El saldo migratorio fue de 727.005 personas en 2022. La población nacida en el extranjero era ya de 8.569.954 personas, de las cuales casi algo más de dos millones tienen ya la nacionalidad española.
En este período también han disminuido los matrimonios, y ha crecido el número de parejas de hecho. El 40 % de los matrimonios no tiene hijos y la mitad de las parejas de hecho tampoco. Las adopciones han disminuido drásticamente, pero han crecido las familias numerosas. Cuatro de cada cinco matrimonios son civiles. El número de divorcios sigue aumentando; en los últimos diez años el número de menores afectados por la ruptura de sus padres llega casi al millón. El número de hijos nacidos fuera del matrimonio en 2022 fue ya superior al 50 %. La edad media de los primeros matrimonios entre solteros es de 35,3 años. Ya hay más solteros que casados. Se está produciendo una transformación de la sociedad, donde hay cada vez más solteros, más divorciados/separados y, por el contrario, una reducción de casados. Se está evolucionando hacia una sociedad amatrimonial.
Todo ello obedece a diversos condicionamientos. Unos son económicos, las dificultades que plantean las condiciones laborales, económicas y de vivienda dificultan la independencia de los jóvenes y el mantenimiento de un hogar. Otros, culturales y ambientales, un entorno que no valora a los matrimonios como la mejor forma de convivencia, una propuesta de estilo de vida a través de diversos medios de comunicación que no solo no promocionan el matrimonio y la familia, sino que atacan y denigran a la institución y plantean modelos alternativos como única opción «liberadora». Estos mismos medios y ambientes elogian la bondad de la falta de vínculos y la asunción del divorcio sin drama, como salida normalizada y deseable ante cansancios y conflictos. Este clima hace frágil el compromiso y empuja a los casados, ante cualquier crisis, hacia la ruptura como la única salida sin ofrecer la alternativa de la mediación y la reconciliación.
Ha calado en nuestra sociedad un mensaje: «tener niños no es buena idea». Los argumentos que envuelven esta propuesta están, a veces, centrados en la economía, «tener hijos es muy caro» o en la ideología de género, «los hijos son un lastre para la plena realización de la mujer»; en ocasiones se ha llegado a poner como excusa el cambio climático, «los niños son malos para el planeta porque consumen muchos recursos»; y de forma más implícita, pero muy decisiva, en lo que tiene que ver con el estilo de vida, el ocio y el negocio, «de lunes a viernes tener hijos limita tus posibilidades de promoción laboral y profesional y en el fin de semana, tus oportunidades de viajar y salir de fiesta». Da igual cuál sea el formato de la excusa, la idea que se transmite es que tener hijos es negativo. «Sí, de vez en cuando dan alegrías, pero la vida es mucho más sencilla sin ellos. Tienes más libertad, menos límites y, en general, una existencia menos complicada». El papa Francisco añade otra causa, la falta de esperanza:
«La primera consecuencia de ello es la pérdida del deseo de transmitir la vida. A causa de los ritmos frenéticos de la vida, de los temores ante el futuro, de la falta de garantías laborales y tutelas sociales adecuadas, de modelos sociales cuya agenda está dictada por la búsqueda de beneficios más que por el cuidado de las relaciones, se asiste en varios países a una preocupante disminución de la natalidad. Por el contrario, en otros contextos, «culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas». Francisco, Spes non confundit, 9.
Estos condicionantes ideológicos han tomado cuerpo en la reciente legislación sobre la persona, el matrimonio y la familia. La problemática familiar no solo no es abordada, sino que desde el Estado se promueven medidas y legislaciones que agravan dichos problemas. España es el farolillo rojo en políticas familiares de protección de la familia y promoción de la natalidad.
Como consecuencia, cada vez hay más personas aisladas, muchas en soledad no deseada y menos familias estables. Las familias son cada vez más pequeñas y muchas ya no tienen hijos. España se encuentra en una auténtica quiebra demográfica. Todo el sistema social, económico y, consecuentemente político, se enfrenta a un panorama de crisis global a medio plazo. El «invierno demográfico» no es algo privativo de España, aunque nuestro país destaca como alumno aventajado de ese Occidente posmoderno.
Ante este problema el papa propone una alianza social para la esperanza:
La apertura a la vida con una maternidad y paternidad responsables es el proyecto que el Creador ha inscrito en el corazón y en el cuerpo de los hombres y las mujeres, una misión que el Señor confía a los esposos y a su amor. La comunidad cristiana, por tanto, no se puede quedar atrás en su apoyo a la necesidad de una alianza social para la esperanza, para […] no conformarse con sobrevivir o subsistir mediocremente, amoldándose al momento presente y dejándose satisfacer solamente por realidades materiales. Eso nos encierra en el individualismo y corroe la esperanza, generando una tristeza que se anida en el corazón, volviéndonos desagradables e intolerantes. Francisco, Spes non confundit, 9.
Si hay esperanza se está dispuesto a dar la vida y transmitir la vida.
1.2. Vivienda
Según el Censo de Población y Vivienda del año 2023 en España hay un total de 26.623.708 de viviendas, de las que 3.837.328 se encuentran vacías. Tres millones cuatrocientas mil tienen un uso esporádico (en muchos casos, inferior a un mes). Son 19.327.945 las viviendas que podríamos considerar hogar. Los hogares han crecido en casi dos millones en los últimos 10 años, pero se han ido vaciando, en cada hogar viven 2,49 personas de media. Cinco millones de hogares, el 27 %, son unipersonales; tres millones cien mil son de pareja sin hijos; dos millones y medio son hogares de familias monoparentales. Tan solo el 7,4 % son hogares numerosos donde viven 5 o más personas. «Cada vez hay más gente en edad adulta que vive sola, esto se debe a transformaciones a nivel social: divorcios, menos personas que viven en pareja […]. Esa transición en España llegó un poco más tarde que en países del norte de Europa, pero ya hemos hecho un camino muy grande», apunta el demógrafo López Gay —en una entrevista concedida al diario El País, el 15 de febrero de 2024—, que añade: «La caída de la fecundidad hace que haya cada vez hogares más pequeños, con una proporción creciente de parejas sin hijos que en el futuro hará que los hogares unipersonales aún crezcan más».
Muchas viviendas están supraocupadas en alquileres por habitación o por acoger a personas de varias familias por la problemática actual de la vivienda. La «okupación», problema grave para los perjudicados, afecta a unas dieciséis mil viviendas en toda España. El acceso a la vivienda es un problema, especialmente en las grandes ciudades, con alquileres por las nubes y precios que hacen difícil comprarse un piso. Hay cada vez a más personas en hogares compartidos. Algo que antes pasaba a los 20 años ahora pasa en personas de 30 o 40 años. Para muchas personas la vivienda, alquilada o en propiedad, supone un gasto inasumible y dificulta la vida familiar y social de muchos conciudadanos. Según el Censo de Residencias para personas mayores publicado en abril, en España hay 5.188 residencias para personas mayores, con 381.514 plazas, y 1.455 para personas con discapacidad, con 49.435 plazas. Además, otros 188 centros están dirigidos a ambos colectivos. Este es otro signo de nuestro tiempo.
1.3. Trabajo
El número actual de parados es de 2.754.100 (11,21 % de la población activa) y el de trabajadores a tiempo parcial de 2,79 millones de personas. El paro juvenil está por encima del 26 %. Dice la Iniciativa eclesial por el trabajo decente:
Nos enfrentamos a una realidad preocupante en España, con un desempleo estructural donde miles de personas quieren trabajar y no pueden; con, todavía, demasiada temporalidad que dificulta enormemente la estabilidad de los proyectos vitales de miles de personas trabajadoras; con una insoportable plaga, la siniestralidad laboral; con la pérdida de poder adquisitivo de los salarios; con las dificultades de conciliación laboral y familiar, y el aumento de las enfermedades psicosociales, etc.
Los que buscan trabajo y no lo encuentran padecen una situación general de la economía. Por el contrario, hay puestos de trabajo que no encuentran candidatos para poder desempeñarlos, a veces por falta de formación, otras veces porque las condiciones salariales o laborales que se ofrecen ni son decentes ni logran atraer a personas. La búsqueda de mejores condiciones laborales, especialmente en sectores como la hostelería, el turismo, la construcción o el sector primario también ha sido una causa clave para el rechazo de un trabajo o las bajas voluntarias.
Pero también, reconozcámoslo, hay un estilo de vida y unas expectativas en nuestra sociedad, especialmente entre los candidatos más jóvenes al empleo, que hace que se rechacen muchos puestos de trabajo. Incluso surge un movimiento de entender la propia manera de vivir, la autonomía, la libertad de moverse de acá para allá, junto el elogio desmedido de la autorrealización personal, que anima a personas a rechazar la contribución al bien común asumiendo tareas y trabajos. Quizá forme parte del movimiento de la «gran renuncia» que surge a raíz de la covid en Estados Unidos y se extiende por otros lugares.
A España también llega: en 2021, se produjeron un 40 % más de bajas de afiliación a la Seguridad Social por dimisión, reflejando «una búsqueda de mejores condiciones, tanto laborales como de calidad de vida, que las empresas prepandemia no siempre ofrecían». Ahora, esta cifra se ha incrementado. Y nos preguntamos, ¿qué ocurre en el mercado laboral?
El bienestar se ha situado en el centro de prioridades en el momento de escoger si mantenerse o no en un empleo. En algunos de nuestros conciudadanos se produce un debate motivado por diversos factores: trabajo y familia, trabajo y revolución tecnológica, trabajo y salud mental; trabajo y sentido, de manera que quieren transformar sus prioridades. Esto, dice Silvia Balcells experta en recursos humanos, «llevó a una mayor conciencia entre el equilibrio de la vida personal y profesional, lo que empujó a los empleados a valorar aspectos como la flexibilidad horaria, el bienestar, la posibilidad de trabajar en remoto y la conciliación».
Al mismo tiempo, la presión migratoria —que provoca mucho trabajo en economía sumergida— y la situación límite de muchas familias obliga a aceptar condiciones laborales y salariales por debajo del umbral de la dignidad y la pobreza. Siete millones de personas viven en riesgo de pobreza con ingresos inferiores a 916 euros mensuales por unidad de consumo.
1.3.1. Los inmigrantes están presentes en los tres asuntos contemplados. Su presencia es controvertida y paradójica: la demografía de nuestra sociedad los necesita, pero generan rechazo; el mercado laboral los reclama, pero tiran de las condiciones laborales hacia abajo; viven en nuestros pueblos y barrios y participan en los servicios del estado del bienestar, gracias a sus hijos se mantienen escuelas que sin ellos cerrarían, pero la sanidad y los servicios sociales experimentan límites; a veces, se generan guetos y se pone de manifiesto la dificultad real del multiculturalismo.
Muchas organizaciones eclesiales, entre ellas la práctica totalidad de las Cáritas diocesanas han secundado la iniciativa legislativa popular por la regularización extraordinaria de personas extranjeras en España, unas quinientas mil, que llevan ya más de tres años viviendo, en muchos casos trabajando entre nosotros y teniendo hijos nacidos ya en España. No hay otra alternativa: o se las expulsa —y el Estado sabe que no puede hacerlo—, o se las acoge en la legalidad. La actual tierra de nadie es inaceptable. La exhortación pastoral Comunidades acogedoras y misioneras. Identidad y marco de la pastoral con migrantes, que fue aprobada por la Asamblea Plenaria del pasado mes de marzo, quiere impulsar la pastoral en este campo tan significativo de nuestro mundo.
La Iglesia anima a abordar las causas que obligan a salir de la propia tierra, afirmando el derecho a no emigrar, a combatir a las organizaciones que trafican con los emigrantes y su necesidad imperiosa de cruzar los mares o atravesar desiertos; también a las organizaciones que, en los países de llegada, aprovechan la necesidad de sobrevivir o de realizar diversas gestiones; el precio entonces es diverso: prostitución, tráficos clandestinos o préstamos usurarios. La Iglesia reconoce el derecho de los Estados de regular los flujos migratorios, pero, sobre todo, desde sus fuentes evangélicas que afirman la dignidad y la fraternidad, está comprometida en «acoger, proteger, promover e integrar» a los que llegan al lado de nuestra casa.
1.4. La situación de la convivencia política
Es preciso situarla en el contexto global en el que vivimos. Las actuales guerras son expresión dramática de la competencia posicional entre las potencias de siempre y las emergentes, entre las que destacan grandes corporaciones con presupuestos mayores que la mayoría de los Estados, por definir la cultura que domine el mundo, el control de las energías renovables que emergen, el conocimiento científico y su concreción tecnológica y el control de la comunicación digital que es fuente de negocio y poder por los datos que obtiene de la población.
El mundo se divide así en diversas áreas geográficas: las periféricas, las geoestratégicas de las materias primas, por cuyo control se combate, y los lugares geográficos del bienestar. Una empresa extractivista de los minerales necesarios para la transición digital y energética (coltán, litio, cobre, cobalto…) devasta lugares geoestratégicos y llena de basura los periféricos. Al mismo tiempo que recibe marchamo de empresa ecológica (por los minerales que obtiene) en los países del bienestar, cuya deuda y sistemas de pensiones financia con los beneficios obtenidos de su benéfica acción.
Fruto de todo ello es el empobrecimiento y el hambre, los desastres medioambientales, las guerras, que provocan movimientos migratorios dramáticos y rentables para las mafias y los estados-aduanas en su recorrido, con pérdidas de vida en las fosas marinas y resistencias en la acogida e integración en los «lugares geográficos del bienestar» que rechazan los que llegan, al mismo tiempo que necesitan su mano de obra.
Es cierto que hay un deseo en la humanidad de concordia, vida fraterna, solidaridad… Algunas situaciones límite, como la que estamos viviendo, despiertan la emoción solidaria, pero nos cuesta transformar el dolor en virtud cívica y acción política permanente (1). La conexión digital es un reflejo más de ese deseo, pero estar conectados no quiere decir que seamos una comunidad. «Somos individuos aislados en la redenjambre, pero en la más pura individualidad e individualismo» (2).
En el mundo, dicen los analistas, hay un «déficit» creciente de vida democrática, caracterizado por la falta de encuentro y de diálogo, que quedan anulados por la dialéctica populista y polarizada, en un clima cultural de posverdad (3). Las deficiencias del ejercicio democrático, falta de respeto al principio de legalidad y supresión de facto de la separación de poderes, junto con el deseo del mercado de lograr una economía eficiente y globalizada que pueda desarrollarse sin muchos límites, alimentan el deseo de algunos líderes de construir democracias (la práctica totalidad de los Estados miembros de la ONU se definen democráticos) más autoritarias, con poderes fuertes o semidictatoriales, frenando el diálogo, la escucha y el consenso a favor del bien común. Este ambiente precisa de una cultura que haga posible la aceptación sumisa del deterioro democrático, y que introyecte las reglas de juego del mercado posicional en la razón, la voluntad y los afectos, de modo que sea difícil una contestación radical que innove. A lo sumo, proyectos parciales enfrentados, desencanto e impotencia y reaparición de propuestas asistencialistas, que abordan las consecuencias y no las causas, llenas de esas buenas intenciones de las que el infierno está empedrado.
Solo en este ambiente global y globalizado podemos entender lo que ocurre en España que, es cierto, tiene características propias que podemos resumir en dos coordenadas que articulan la andadura de un pueblo: el tiempo, a los españoles nos cuesta reconciliarnos con nuestra historia y, ahora, la lectura «democrática» de la historia es instrumento de polarización (mantenimiento artificial de «las dos Españas») al servicio de la conquista o mantenimiento del poder; el espacio, nuestro territorio patrio está habitado por «las Españas» que comparten una larga trayectoria de vida social y política expresada en diversos sones; hoy, de nuevo resuenan las dificultades para armonizar una nación política «de nacionalidades y regiones».
El papa Francisco propuso al presidente Sánchez el 24 de octubre de 2020 (4): hacer progresar el país (territorio del mercado y del estado de bienestar), consolidar la nación (organismo de leyes, de modos de proceder, de hábitos) y hacer crecer la patria (raíz y aliento común recibido de los mayores que ha de ser entregado a la siguiente generación) donde no es permitido el borrón y cuenta nueva. La acogida del don recibido, ejercitado en un proyecto de bien común, en medio de los desafíos de un mundo en guerras sangrientas e híbridas, ha de hacernos superar populismo y polarización. Claro que esta doble acción precisa, por una parte, renunciar a la posverdad que legitima la mentira como instrumento político y, por otra, dar la vuelta a la tortilla de una cultura que favorece el individualismo del «derecho a tener derechos» y la desvinculación como proyecto liberador de individuos, identidades y agrupaciones sociales de todo tipo.
Es un desafío que no podemos dejar solo en manos de los políticos, pues precisa el compromiso ciudadano de muchos para ensayar en la vida cotidiana y edificar en la vida social y política, formas de familia, empresa, economía y política para el bien común. El estado y los partidos políticos han de colaborar incentivando la participación social con el reconocimiento del principio de subsidiariedad, garantizando la igualdad de oportunidades con su acción social y asegurando el cumplimiento riguroso del estado de derecho.
La XLIV Semana Social culminada en Valladolid los pasados 8 y 9 de noviembre sobre el diálogo ha sido una gozosa experiencia a favor del encuentro social.
1.5. La catástrofe provocada por la riada
El asombro dolorido no ha desaparecido de nuestros ojos. La tragedia es inmensa y el desgarro en personas, familias y todo el tejido económico y social no es fácil de recoser, en la pérdida de los fallecidos es humanamente imposible. Con las lágrimas aun en el corazón, ¿a dónde mirar?, ¿dónde encontrar una tabla de salvación?, ¿quién tiene la culpa?, ¿quién hace justicia a los muertos?
En estos días, los análisis, comentarios y gritos han sido abundantes sobre las causas, las consecuencias y las respuestas ante un hecho en el que la naturaleza ha dicho: «Aquí estoy», con toda su fuerza avasalladora. Se habla de la tecnología de prevención y aviso, de la coordinación de respuestas en el Estado autonómico, de la relación entre los políticos y del uso calculador y politiquero de todo lo que ocurre, del «pueblo que salva al pueblo»… Podemos ir hacia atrás, al urbanismo de las últimas décadas, al calentamiento del Mediterráneo a causa de nuestro sistema de producción y consumo, a la conveniencia de construir presas y embalses, a la defensa de las cosas aun a riesgo de la vida propia y ajena, etc., etc. Con la culpa podemos jugar ad infinitum. Si al menos sirviera para descubrir una culpa originaria, un misterio de iniquidad que rompe la armonía, no solo entre los corazones, sino también en el cosmos que muestra el rostro feroz del caos en tantas ocasiones.
¿A quién mirar? Ni el Estado ni el mercado pueden salvarnos, aunque en el último tramo del tiempo moderno se hayan presentado como salvadores que pueden cumplir lo que prometen. Reducidos a consumidores y votantes, mercado y Estado nos proponen una salvación, ¡el progreso!, que no basta. Pero, la tragedia ha vuelto a despertar un alma común y fraterna, un deseo de compartir y ayudar, un don que no es comercio y un compromiso que no es voto. El Estado y el mercado necesitan del don para regenerarse y abandonar toda pretensión mesiánica.
La fraternidad ejercida en estas semanas es un indicador de la bondad que anida en el alma humana como la respuesta adecuada a nuestra vulnerabilidad irremediable. Sí podemos gritarlo de nuevo: el corazón humano está bien hecho, es hijo del amor y llamado al amor, pero está herido. En estos días también hemos visto la rapiña y el populismo de la antipolítica. Por eso, la pregunta sigue en pie: ¿quién nos librará de la culpa originaria de la brotan la codicia y la dominación?, ¿quién nos dará esperanza ante la muerte? Muchos están descubriendo en estos días que en la entrega de la vida se descubre el secreto de su significado.
Este acontecimiento catastrófico nos llama a la humildad y a la esperanza y paciencia activas. El papa Francisco nos recuerda que el hombre
sabe que la vida está hecha de alegrías y dolores, que el amor se pone a prueba cuando aumentan las dificultades y la esperanza parece derrumbarse frente al sufrimiento […]; en la era del internet, donde el espacio y el tiempo son suplantados por el «aquí y ahora», la paciencia resulta extraña. Si aun fuésemos capaces de contemplar la creación con asombro, comprenderíamos cuán esencial es la paciencia. Francisco, Spes non confundit, 9.
2.1. Aproximación a una mirada católica
El papa recordó el Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa la interrelación entre antropología, economía y política. Los cinco asuntos comentados hasta ahora ponen de manifiesto esta relación en un camino de ida y vuelta. Una antropología individualista y ciega de autonomía influye en la demografía, afronta el trabajo y la vivienda con unas claves y reclama una economía y gestión política que asegure la satisfacción de los deseos, aunque «haya sangre de los empobrecidos en los zapatos», y solucione los problemas que el individualismo lleva consigo.
Pero, a su vez la economía genera y precisa un tipo de sujeto productor consumidor que haga juego con sus ofertas y necesidades. Y la acción política prefiere un ciudadano desvinculado y desmotivado (incluidos los llamados militantes de los partidos que, mayoritariamente, han dejado de formarse, de debatir y de contribuir a la toma de decisiones de sus dirigentes). Al servicio de la economía y de la política dominantes se genera una cultura pop y de masas (5) a través de muchos, nuevos y sofisticados medios de comunicación.
Se produce así un círculo vicioso con aparentes perplejidades políticas: los partidos autodenominados progresistas, críticos del sistema económico dominante, promueven y defienden antropologías radicalmente insolidarias en el campo de la vida, los afectos y el «empoderamiento» de identidades parciales y desvinculadas, lo que les hace abandonar de facto una propuesta de verdadera innovación económica y social; mientras los partidos que se resisten a ser denominados conservadores y que, aun con la boca pequeña algunos, dicen defender vida, familia y subjetividad de la sociedad, promueven y defienden un sistema económico y una manera de ejercer la política que promueve la misma práctica antropológica que sus adversarios políticos promueven sin complejos. Una concepción individualista del ciudadano los une, aun sin saberlo o a sabiendas. Y sus prácticas políticas, muy enfrentadas en el foro y en los medios, se complementan y retroalimentan.
La conciencia de vulnerabilidad y la experiencia del límite sorprenden al ciudadano que confía en el progreso rápido e incesante. El choque con la realidad provoca emociones dispares: indignación, melancolía, desesperanza, etc., pero también, lleva consigo un revulsivo para salir de nuestros guetos ideológicos, para abrirnos a las preguntas, abrazarnos en cuidado mutuo y comenzar una siembra esperanzada.
2.2. La vuelta a las preguntas
A grandes trazos, necesariamente simplificadores, me he querido acercar a la crisis de un mundo en cambio. El valor de una crisis, como nos enseña Hannah Arendt (6), está en obligarnos a volver a las preguntas, hace surgir toda la exigencia de significado de nuestro yo. Permítanme proponer de manera sumaria la necesidad de preguntarnos de nuevo, en el mundo en cambio, sobre el mercado, el Estado, el progreso y en definitiva sobre el hombre, espléndido, vulnerable y mortal, y el sentido de su vida.
Creo importante situar bien las preguntas, pues la pregunta quizás no sea si el capitalismo funciona, sino qué tipo de humanidad produce; qué está haciendo la economía capitalista contemporánea con el hombre: qué tipo de humanidad produce, cuáles son sus deseos, aspiraciones y horizontes vitales, qué clase de sociedad es capaz de generar.
La pregunta no es si la democracia es el mejor de los sistemas de gobierno, sino, unida al estado del bienestar, qué tipo de ciudadanos genera, cuál es su protagonismo social y que consecuencias provoca en el tejido social el cultivo incesante, a cambio del voto, del «derecho a tener derechos»; qué hace con la tradición recibida y cómo proyecta a largo plazo, más allá de las exigencias de las próximas elecciones.
La pregunta no es si tiene sentido innovar y crecer en el sistema globalizado con la irrupción de las nuevas tecnologías, si no qué significa el progreso del hombre, cómo salvaguardar su humanidad y dignidad y cuál es su lugar en la relación con los animales, las plantas y las máquinas en un horizonte poshumano alentado por muchos.
En definitiva, hemos de hacernos la pregunta central: ¿qué es ser hombre, varón y mujer? No encuentro mejor manera de adentrarme en este misterio más que la mano del Concilio Vaticano II:
Sin embargo, ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos los que se plantean o los que acometen con nueva penetración las cuestiones más fundamentales: ¿qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?
Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo a fin de que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el que sea necesario salvarse (GS 10).
Desde esta reflexión sobre nuestra realidad social presento alguno de los temas que vamos a trabajar en esta Asamblea Plenaria resaltando aquello en lo que contribuyen a abordar algunas claves de lo contemplado.
3.1. La acogida del Sínodo
Queremos acoger el documento final, para seguir avanzando hacia una Iglesia sinodal y responder juntos a la pregunta que nos convocó en esta segunda sesión: «¿cómo ser una Iglesia sinodal misionera?». Sinodalidad es el nombre de la acogida plena del Pentecostés del Vaticano II en un mundo en cambio y en una Iglesia que se vuelve a descubrir como pueblo de Dios que peregrina y anuncia. Un pueblo que tiene la forma de Cuerpo de Cristo y que, alentado por el Espíritu Santo, es entre los pueblos, «sacramento, signo en instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1). Sinodalidad es estilo y espiritualidad, relaciones, procesos de toma de decisión, vínculos con las Iglesias hermanas, es su forma de vivir y actuar. El documento final es magisterio ordinario del papa y ha de iluminar nuestros próximos pasos como Iglesia en España.
El anuncio del Evangelio nos concierne a todos y juntos hemos de discernir lo que el Señor nos sugiere para impulsar la misión, tomar las decisiones oportunas, y prever también la evaluación y rendición de cuentas. El documento final nos llama a la conversión de personas, relaciones y procesos para seguir avanzando en la conversión pastoral y así pasar:
de una vida eclesial autorreferencial a una Iglesia doblemente descentrada, hacia el Señor (conversión) y hacia el mundo para anunciar el evangelio del reino (vocación);
del clericalismo, poder de «clérigos o laicos», a una vocación de servicio en la vocación de cada uno, que se alimenta y encuentra en la comunión eucarística y se expresa en la escucha mutua, el diálogo y la corresponsabilidad diferenciada;
y de una vida estática, a una vida misionera de peregrinación, comunicación y entrega del amor recibido.
En la vida misma de la Iglesia hay una tensión en la comprensión de la sinodalidad, que se traduce, no pocas veces, en indiferencia, desencuentros y resistencia a entrar en este camino de conversión, comunión y misión.
El Sínodo nos otorga a los obispos, con nosotros a presbíteros y diáconos, una singular responsabilidad al servicio de la armonía y de la comunión del pueblo de Dios. Hemos de subrayar nuestra colegialidad en provincias eclesiásticas y en esta Conferencia Episcopal. Han de crecer entre nosotros los diálogos que contribuyan al discernimiento eclesial para la misión que hemos de realizar en nuestras diócesis junto con la porción del pueblo de Dios que se nos ha encomendado. En esta Asamblea Plenaria os propongo hacer un ejercicio de conversación en el Espíritu, en el que compartamos los ecos que el documento final del Sínodo haya suscitado en nosotros y sugiramos los pasos que dar en nuestra Conferencia al servicio de la comunión misionera en y entre nuestras Iglesias diocesanas. Hemos de ver como acompañarnos y apoyarnos en nuestro ministerio. También el documento recuerda a los obispos eméritos. Esta Plenaria quiere, a propuesta de la Comisión episcopal para el Clero y los Seminarios y la Vicesecretaría para Asuntos Económicos, estudiar su situación en orden a elaborar unos criterios mínimos comunes para la mejor atención que las diócesis les ofrecen y para resaltar y acoger su experiencia «en su nuevo modo de estar al servicio del pueblo de Dios» (Documento final de la XVI Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, n. 71).
El Sínodo ha considerado que la transparencia, la responsabilidad y rendición de cuentas, junto con la revisión y evaluación, son una piedra de toque de la confianza y credibilidad de la Iglesia en el desempeño de su misión. En esta línea van dos de los asuntos que trataremos estos días: la información del órgano de cumplimiento normativo y la información del Servicio de Coordinación y Asesoramiento de las Oficinas para la Protección de Menores: Plan de Reparación Integral de Víctimas de Abusos (PRIVA) y puesta en marcha de la Comisión asesora de reparación integral.
Hago mía la pregunta de Tomás Durán Sánchez, presbítero de Salamanca (7): ¿cómo puede ser la sinodalidad un fermento, una luz y sal para el momento presente de la sociedad, la cultura y la política? Ofrecemos esta palabra del papa Francisco, un tanto desconocida, que es una luz tanto para vivir esta comunión en la Iglesia (hacia dentro) como en la sociedad actual (hacia fuera), pues en ambas hay que sembrar la sinodalidad, que no es sino la escucha y el diálogo para el acuerdo y la comunión. Él ha apostado, desde el principio, por una Iglesia sinodal como «estandarte alzado entre las naciones»:
Nuestra mirada se extiende también a la humanidad. Una Iglesia sinodal es como un estandarte alzado entre las naciones (cf. Is 11,12) en un mundo que —aun invocando participación, solidaridad y la transparencia en la administración de lo público— a menudo entrega el destino de poblaciones enteras en manos codiciosas de pequeños grupos de poder. Como Iglesia que «camina junto» a los hombres, partícipe de las dificultades de la historia, cultivamos el sueño de que el redescubrimiento de la dignidad inviolable de los pueblos y de la función de servicio de la autoridad podrán ayudar a la sociedad civil a edificarse en la justicia y la fraternidad, fomentando un mundo más bello y más digno del hombre para las generaciones que vendrán después de nosotros. Francisco, Discurso con motivo de la conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos (Roma, 17-10-2015).
3.2. Congreso de Pastoral Vocacional (8)
El gran objetivo de este Congreso es celebrar una gran fiesta de la Iglesia que la muestre como «asamblea de llamados», pues eso quiere decir la palabra Iglesia —Ecclesia: asamblea de los llamados—. Un encuentro eclesial que, con su preparación y acogida posterior, ayude a reconocer que el Señor sigue llamando —a la vida, a la fe y a la misión— y, por ello, la vida cristiana es vocación, más aún, la vida es vocación, en cuanto se vive como respuesta a una llamada.
El segundo objetivo del Congreso es impulsar y consolidar en cada una de nuestras diócesis un servicio que anime la vida vivida como vocación y promueva los distintos caminos vocacionales. Queremos dar pie a un ejercicio de colaboración un proyecto compartido entre laicos, matrimonios, consagrados y sacerdotes. No podemos hablar de vocación sin vocaciones y no tienen sentido las vocaciones sin vocación. Somos la asamblea de los llamados para la misión.
El papa Francisco dijo a los jóvenes en el acto de inauguración de la JMJ de Lisboa: «Ustedes no están aquí por casualidad. El Señor los llamó, no solo en estos días, sino desde el comienzo de sus vidas. A todos nos llamó desde el comienzo de la vida […]. Hemos sido llamados, ¿por qué? porque somos amados». Insistió el papa: «Dios te ama, Dios te llama Dios me ama, Dios me llama» y, recordáis, los que estuvimos en aquella colina, aquello que terminó diciéndonos Francisco: «Digámoslo juntos, Dios me ama, Dios me llama, digámoslo juntos» (Francisco, Discurso con motivo de la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud (Lisboa, 3-8-2023).
El Señor sigue llamando, este es un punto de partida asegurado que nos llena de esperanza. De esta afirmación de fe surgen dos preguntas que se convierten tareas: ¿el pueblo de Dios desea, siente la necesidad de las vocaciones? ¿Los llamados son libres para escuchar y responder a la llamada? Esta convocatoria eclesial quiere encender y avivar el deseo de vivir la vida como vocación y el deseo de las vocaciones concretas, acompañando a los llamados en el camino de discernimiento.
3.2.1. Aportación de la cultura vocacional a nuestra sociedad
Además de su indudable importancia eclesial, promover la vida como vocación es un asunto de importancia política en la sociedad en la que vivimos que entroniza los derechos, la libertad y postula la autonomía radical. Se echan de menos hombres y mujeres, que, además de enarbolar banderas de valores, estén dispuestos a empeñar su propia vida en aquello que proclaman. Es de una importancia política de primer grado que no solamente promovamos los derechos humanos, sino que promovamos los deberes humanos. Y quién sino la Iglesia puede generar un ambiente de deber de amor como respuesta al amor de Dios y al prójimo.
Nuestra tesis, «Dios me ama, Dios me llama, respondo dando forma a ese amor», vivida en el seno de la comunidad cristiana, tiene una singular relevancia política, social y económica. Una antropología de la vocación ayuda a dar el paso que resumimos con la expresión «del pienso luego existo, al soy amado-llamado por eso vivo». El propio papa nos lo hizo gritar con fuerza en la colina del encuentro, «soy llamado, soy amado», por eso existo, porque he sido llamado como un hecho de amor, por eso vivo. Y si esta es la clave de la antropología, somos don, la gramática de la existencia es ofrecerse como don a los otros. Por eso, la propuesta de la vida como vocación, ayuda a caer en la cuenta de nuestra verdad más profunda, que está escrita en el corazón. Dice Francisco en Christus vivit: «Muchas veces, en la vida, perdemos tiempo preguntándonos: “Pero ¿quién soy yo?”. Y tú puedes preguntarte quién eres y pasar toda una vida buscando quién eres. Pero pregúntate para quién soy yo» (Francisco, exhortación apostólica postsinodal Christus vivit, 286).
El tiempo moderno dio un giro antropológico que ha permitido descubrir el significado de la conciencia, la importancia del sujeto y el papel de la libertad. Aunque la deriva exagerada del «giro» ha generado «el hombre sin vocación». El giro de la libertad ha sido necesario, porque la propuesta vocacional no la podemos hacer sino a personas libres. No se puede amar sin libertad. Estamos llamados a vivir en la Iglesia una experiencia que aporte a la sociedad en la que vivimos la novedad de la cultura vocacional. Este desafío está en la base de nuestra propuesta, cómo poner la libertad de nuestros contemporáneos en relación con la gracia para que se libere la libertad, se abra el amor y se genere una cultura, la de los hijos y hermanos, la cultura de los pecadores perdonados, la de quienes miran con esperanza la muerte.
3.2.2. La vida como vocación, expresión de la conversión pastoral y misionera
Ahora estamos llamados a dar un giro en nuestra propuesta pastoral conforme a la antropología vocacional que reconocemos y anunciamos. Nuestra pastoral, haciendo juego de manera más o menos consciente con la antropología dominante, ha estado marcada por la opción y los valores, la opción vocacional, la opción de seguir a Cristo. En ella el protagonista y quien marca el territorio es el que opta, no el que llama. Ahora, fieles a la antropología vocacional, «Dios me ama, me llama», queremos girar nuestra acción hacia una pastoral de la obediencia y de la santidad que no anula la libertad, pues no es posible responder a la llamada sin ser libre.
La propuesta vocacional es una aportación espléndida a la conversión pastoral que el papa nos pide en el camino sinodal (9) y en la salida misionera que ya propone en Evangelii gaudium. Pero además es una aportación a la edificación del bien común en la sociedad desvinculada. Este camino pasa por sacar brillo con todas las consecuencias al bautismo y lo que el bautismo supone como don y llamada a la vida nueva y a entender la vida como respuesta al amor de Dios.
Agradezco el trabajo conjunto de cuatro Comisiones episcopales (Clero y Seminarios, Vida Consagrada, Laicos, Familia y Vida con sus dos Subcomisiones de Familia y Juventud e Infancia, y Misiones) a las que se ha añadido el Secretariado para el Sostenimiento de la Iglesia con la espléndida campaña «¿Y si lo que buscas está en tu interior?», que hemos conocido en estas semanas. La Iglesia precisa recursos económicos, pero, sobre todo, necesita personas.
3.3. Proyecto marco de pastoral con jóvenes.
¡Poneos en camino! Lc 10,3
Si el Congreso sobre las vocaciones transforma en lema la pregunta que el papa propone en Christus vivit: ¿para quién soy yo?, es también esta exhortación apostólica y todo el camino vivido antes y después de la XV Asamblea general del Sínodo, celebrada en octubre de 2018, sobre el tema: «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», el que motiva la propuesta que la Comisión Episcopal de Laicos, Familia y Vida trae a esta Plenaria de la mano de la Subcomisión de Infancia y Juventud. De hecho, el borrador de proyecto marco está elaborado siguiendo el esquema del documento final de dicho Sínodo.
También el documento final del Sínodo, recientemente celebrado, habla de la pastoral con jóvenes:
Por eso, es esencial ofrecerles un acompañamiento atento y paciente; en particular, merecer ser asumida la propuesta, surgida gracias a su contribución, de «una experiencia de acompañamiento con vistas al discernimiento», que inclu- ye la vida fraterna compartida con educadores adultos, un compromiso apostólico para vivir juntos al servicio de los más necesitados; ofrecer una espiritualidad enraizada en la oración y la vida sacramental (n. 58).
El proyecto es una vibrante invitación a caminar juntos y quizás sea, junto al permanente desafío de la iniciación cristiana, unos de los asuntos de la vida de la Iglesia de hoy que más nos convocan a la conversión pastoral al servicio de la comunión misionera de consagrados, laicos y el ministerio ordenado.
En la mirada realizada a la sociedad española, la situación de adolescentes y jóvenes aparece en la familia, el trabajo, la vivienda y las perspectivas de futuro. El camino que la Iglesia quiere realizar con sus miembros más jóvenes es también un servicio al bien común.
3.4. Seminarios y centros de enseñanza de la Teología en España
Un ejemplo concreto de discernimiento eclesial y toma de decisión con estilo sinodal es el que la Iglesia española en cada una de sus diócesis y en algunas instituciones de vida consagrada esta llamada a realizar sobre dos asuntos muy sensibles en la vida eclesial: los seminarios y los centros de enseñanza de la Teología. Así, dedicaremos un tiempo a dialogar sobre el documento final del plan de puesta en marcha de los criterios para la reforma de los seminarios en España y también sobre la reestructuración de los institutos teológicos e institutos superiores de Ciencias Religiosas. En ambos casos a partir de comunicaciones recibidas de la Santa Sede.
3.5. La Iglesia al servicio de los pobres
El n. 19 del documento final del Sínodo nos recuerda: «En el corazón de Dios hay un lugar preferente para los pobres» (EG 197), los marginados y excluidos, y por tanto también en el de la Iglesia. En ellos la comunidad cristiana encuentra el rostro y la carne de Cristo, que, de rico que era, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Cor 8,9). Como un pequeño signo de la permanente respuesta a esta llamada, esta Asamblea va a recibir información de Manos Unidas, Campaña contra el Hambre, conoceremos el proyecto Red- week de Ayuda a la Iglesia Necesitada y el proyecto Hospitalidad Atlántica. También será informada de la situación de los damnificados por la gran riada.
3.6. Jubileo, peregrinos de esperanza
Para concluir, permitidme que os ofrezca dos textos sobre la esperanza ya a las puertas de jubileo. El primero es de Byung-Chul Han (10):
Pasamos de una crisis a la siguiente, de una catástrofe a la siguiente, de un problema al siguiente. De tantos problemas por resolver y de tantas crisis por gestionar, la vida se ha reducido a una supervivencia. La jadeante sociedad de la supervivencia se parece a un enfermo que trata por todos los medios de escapar de una muerte que se avecina. En una situación así, solo la esperanza nos permitiría recuperar una vida en la que vivir sea más que sobrevivir. Ella despliega todo un horizonte de sentido, capaz de reanimar y alentar a la vida. Ella nos regala el futuro […]. La democracia es incompatible con el miedo. Solo prospera en una atmósfera de reconciliación y diálogo. Quien absolutiza su opinión y no escucha a los demás ha dejado de ser un ciudadano.
El otro es de Julián Carrón (11):
¿Qué presencia es capaz de vencer el miedo profundo, el que nos paraliza en el fondo de nuestro ser? No cualquier presencia. Por este motivo Dios se ha hecho hombre, se ha convertido en una presencia histórica, carnal. Solo el Dios que entra en la historia como hombre puede vencer el miedo profundo, como nos lo ha testimoniado (y testimonia) la vida de sus discípulos. «Solo este Dios nos salva del miedo del mundo y de la ansiedad ante el vacío de la propia vida. Solo mirando a Jesucristo, nuestro gozo en Dios alcanza su plenitud, se hace gozo redimido» (Benedicto XVI, Homilía, Ratisbona, 12 de septiembre de 2006). Tales afirmaciones son creíbles únicamente si vemos aquí y ahora personas en las que se documenta la victoria de Dios, su presencia real y contemporánea, y por ello un modo nuevo de afrontar las circunstancias, lleno de una esperanza y de una alegría normalmente desconocidas, y a la vez orientado a una laboriosidad indómita.
¡El momento que estamos viviendo puede llegar a ser una gran ocasión! Lo será si nuestros ojos iluminados descubren el paso del Señor por la historia y nuestro corazón fortalecido se entrega al amor más grande caminando por sus huellas en un pueblo. ¡Juntos!
Dejémonos atraer desde ahora por la esperanza y permitamos que a través de nosotros sea contagiosa para cuántos la desean. Que nuestra vida pueda decirles: «Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor» (Sal 27,14). Que la fuerza de esa esperanza pueda colmar nuestro presente en la espera confiada de la venida de nuestro Señor Jesucristo a quien sea la alabanza y la gloria ahora y por los siglos futuros. Francisco, Spes non confundit, 25.
Veni lumen cordium!
Luis Javier Argüello García,
Arzobispo de Valladolid
Presidente de la Conferencia Episcopal Española
1 Diego Velicia, @diegovelicia, en X, Carta a un voluntario: «Cuando llegue el momento de guardar la pala con la que has limpiado el lodo de las calles, las casas y los comercios, empezará el tiempo de seguir sirviendo a los demás desde la política. Cuando llegue ese día, no te borres. Trabaja desde el lugar que creas que debes hacerlo, pero no te borres. La política es la continuación de la pala».
2 Cf. Byung-chul han, En el enjambre digital (Herder, Barcelona 2014).
3 «Democracia 3P»: populismo, polarización y posverdad. Cf. Moisés naím, La revancha de los poderosos (Debate, Madrid 2022).
4 Cf. Discurso del santo padre Francisco al presidente del Gobierno de España, S. E. el Sr. Pedro Sánchez (24-10-octubre de 2020). En:
<https://www.vatican.va/content/fran- cesco/es/speeches/2020/october/documents/papa-francesco_20201024_presidente- governo-spagna.html>.
5 Paolo Benanti, La era digital: Teoría del cambio de época: persona, familia y sociedad (Encuentro, Madrid 2024).
6 Cf. Hannah arendt, Entre el pasado el futuro (Península, Barcelona 1996).
7 Cf. Tomás durán Sánchez, «¿En qué campo se siembra hoy la sinodalidad? La Iglesia, estandarte de sinodalidad»: Actualidad diocesana de Salamanca (8-10-2024). En <https://www.diocesisdesalamanca.com/noticias/en-que-campo-se-siembra-hoy-la- sinodalidad-la-iglesia-estandarte-de-sinodalidad/>.
8 Información sobre el Congreso de Vocaciones. Asamblea de llamados para la misión. En: <https://paraquiensoy.com>.
9 El documento final del Sínodo anima a cuidar la iniciación cristiana para que el bautismo pueda dar todos sus frutos. Dice, además: «En la comunidad cristiana, todos los bautizados están enriquecidos con dones para compartir, cada uno según su vocación y condición de vida. Las diferentes vocaciones eclesiales son, de hecho, expresiones múltiples y articuladas de la única llamada bautismal a la santidad y a la misión» (Documento final del Sínodo, 57).
10 Byung-chul han, El espíritu de la esperanza (Herder, Barcelona 2024).
11 Julián Carrón, «Cómo aprendemos a vencer el miedo en medio de las dificultades», El Mundo (3-3-2020). En: <https://www.elmundo.es/opinion/2020/03/03/5e5d695a21 efa0f1108b45d1.html>.
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