MARIO VÁZQUEZ CARBALLO | VICARIO GENERAL DE LA DIÓCESIS DE LUGO | DEÁN DE LA CATEDRAL

EL “ARDE LUCUS” Y LA CULTURA CRISTIANA

junio 15, 2024 · 21:36 0

A propósito de la celebración de las fiestas del “Arde Lucus” en estos días de junio, celebrada con posterioridad al Corpus Christi y a la Ofrenda de Galicia al Santísimo Sacramento y considerada como “un fenómeno mágico en la ciudad más antigua de Galicia”, reconocida como fiesta de interés turístico “galego, nacional e internacional”, me parecen oportunas algunas consideraciones respecto a la relación entre cristianismo y el Imperio Romano.

El Arde Lucus nos invita a retroceder en el tiempo para disfrutar de nuestro legado cultural e histórico en primera persona. Este legado histórico no se entiende hoy sin una relación íntima con el Cristianismo.

Los orígenes del Cristianismo no se entienden sin repensar la íntima relación entre el Imperio Romano y la nueva religión de Jesús de Nazaret. Es un tema fascinante según prestigiosos historiadores. Y lo es porque esta relación marcó la historia de la humanidad por la complejidad de vínculos y tensiones que se establecieron entre ambas instituciones y que, de alguna forma persisten, no solamente por las concepciones religiosas “politeas” del paganismo romano y “monoteístas trinitarias” del Cristianismo, sino también y, sobre todo, por el impacto mutuo de las culturas y la diversidad de conexiones entre los poderes y la fe. De hecho, la influencia del Imperio Romano en el desarrollo del Cristianismo fue una historia compleja de poder y de fe.

Aunque las relaciones, conexiones e interacciones fueron mutuas, el Cristianismo tuvo un impacto altamente significativo en el Imperio Romano, tanto a nivel religioso como social y político. A medida que esta religión se expandía y crecía, comenzó a desafiar las creencias y prácticas tradicionales romanas, lo cual generó tensiones y reyertas con otras religiones de la época. Los cristianos se negaron, desde sus comienzos, a rendir culto a cualquier poder temporal, y por supuesto, a considerar al emperador como un dios. Ello fue percibido por las autoridades romanas como un acto revolucionario contra el poder establecido y como una peligrosa amenaza contra la estabilidad y unidad del Imperio Romano. Por ello, tanto la oposición radical al politeísmo como la negativa del culto al emperador, entre otras causas, generaron por parte de las autoridades, movimientos de persecución y oposición radicales contra los cristianos, de tal manera que muchos cristianos aceptaron el martirio antes que renegar de su fe en Jesucristo. Es muy probable que, por estas persecuciones, el Cristianismo creciese y se expandiese considerablemente en el Imperio Romano. Se hizo famosa la expresión: “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos” (Tertuliano, siglo II) y así fue, porque cuantos más cristianos eran perseguidos más se multiplicaban.

Sobre todo, hay que resaltar que el Cristianismo anunciaba la salvación, ayer igual que hoy, ofrecían una esperanza de vida eterna, ayer igual que hoy y liberaban a los esclavos en aras de la igualdad en dignidad de todos ante la ley; sostenían que todos somos hijos de Dios (fraternidad universal) y hermanos, ayer igual que hoy. Ellos, ayer igual que hoy, propugnaban el amor al prójimo y ese lenguaje testimonial era un lenguaje claro y verdadero que todos comprendían por lo que suponía de opción por las clases más marginadas de la sociedad romana. Aquella novedad religiosa de hace más de 2000 años permanece viva y de manera peculiar en Lugo. El Crismón de Santa María de A Ermida (Quiroga) que podemos contemplar en nuestro museo Diocesano o el Baptisterio paleocristiano en el entorno de la Catedral y el sarcófago de Temes entre otros testimonios históricos, nos hablan de esta íntima y estimable colaboración.

Mario Vázquez Carballo.

Vicario General y Deán de la Catedral

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