INDALECIO GÓMEZ VARELA | CANÓNIGO DE LA CATEDRAL DE LUGO

Los caminos de la vida

octubre 22, 2022 · 10:54 1

Así como todo camino consta de etapas, también nuestra historia personal se desarrolla a través de distintos períodos con diversos matices, que conjuntamente configuran nuestra personalidad concreta: la infancia, la adolescencia, la juventud, la adultez… y para algunos, la ancianidad, más o menos duradera y progresivamente decrépita.

Lo pasado del camino nos invita a recordar las peripecias de lo que queda atrás, y nos recomienda pararnos un instante para recuperar fuerzas, a fin de obtener energías para poder seguir caminando con la vista puesta en un futuro cada vez más cercano. Igualmente la historia de salvación consta de dos grandes períodos: el Antiguo y el Nuevo Testamento; la etapa de los mandamientos y la etapa del evangelio; la etapa de la ley y la etapa de la misericordia; la etapa de la temporalidad y el futuro de la eternidad. Y en esta reflexión nos viene a la memoria la vida y la muerte; la resurrección y la eternidad. Estos dos conceptos se encuentran en el camino, pero sus realidades son totalmente dispares.

Hemos nacido para la vida, pero en el camino nos espera la muerte. Esta dualidad de vida y muerte se debe a nuestra constitución de espíritu y materia. Por nuestra condición corpórea, somos naturalmente mortales; pero por nuestra espiritualidad, nacimos para vivir siempre. En el camino nos espera la muerte, y más allá de la tumba, está la resurrección esperándonos. Esta característica explica nuestra limitación terrena, a la vez que nuestra inmortalidad exclusiva y perpetua.

Aquí interviene la divina providencia, que nos creó con futuro de eternidad, y la libertad de cada uno de nosotros que nos permite programar un futuro glorioso. Y  actúa también la voluntad salvífica de Dios, que nos quiere semejantes a su Hijo, aquí en la tierra, para hacernos luego compañeros de Jesús glorificado en el Cielo.

Dos voluntades intervienen en la constitución plena de la persona humana: la voluntad de Dios, que nos creó para hacernos felices, y nuestra propia voluntad que posibilita, positiva o negativamente, nuestro futuro eterno, para que guiados por su providencia, conduzca nuestros pasos por la senda del bien y con su misericordia nos haga partícipes de la gloria celestial, con la generosidad de un corazón que perdona y olvida las incorrespondencias que hemos tenido con Él en este mundo de barro y de escasa fraternidad.

Pero entre el aquí de hoy y el allá de mañana, existe un cometido dinámico, cuya misión nuestra es hacer de esta tierra un mundo mejor y una vida más bella, y una iglesia más apostólica, para que en nuestra sociedad haya cabida para Cristo, y su evangelización llegue a todos los confines del orbe.

Este cometido nos lo recuerda la jornada del Domund que hoy celebramos y nos trae el recuerdo de la ejemplaridad heroica de nuestros misioneros que con su generosidad apostólica hicieron que la doctrina de Jesucristo sea conocida en toda la tierra, y que su Divina Eucaristía alimente la fe de incontables creyentes de todas las razas y naciones.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo

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