INDALECIO GÓMEZ VARELA | CANÓNIGO DE LA CATEDRAL. DE LUGO

El Duce Nombre de María

agosto 14, 2022 · 10:33 1

Cuando a unos padres creyentes les nace un bebé, éstos se apresuran a bautizarlo para hacerlo cristiano y, a la vez, le asignan un nombre con el cual lo inscriben en el registro civil y en el libro parroquial, en los cuales se mantendrá de por vida.

Sin embargo, en la dominación del neófito no siempre se comportan correctamente a la hora de elegir el nombre que llevará el niño, pues para ellos cuenta más el gusto de la familia, que el significado del nombre que se le impone a la criatura, porque así lo quieren sus progenitores, o porque ese nombre también lo llevan otros miembros de la familia, aunque su significado no haga referencia alguna al niño recién nacido.

A este respecto puede servirnos de ejemplo el caso de que a un recién nacido se le imponga el nombre de “Felipe”, que significa “amigo de los caballos”, porque así les parece bien a sus padres o padrinos, sin pensar si el denominado “Felipe” jamás pueda tener referencia alguna a la equitación.

No ocurrió así cuando el Padre Celestial nos regaló a su madre como madre nuestra: la denominó con el apelativo de “Reina y Madre” porque estos dos términos expresan lo que la santísima virgen es en sí y cuál es su cometido con nosotros. Reina indica el sumo poder y afecto que Dios le ha dado para velar por nosotros, y madre expresa la singular ternura con que nos acepta como hijos. Reina es la persona que ejerce el poder regio por derecho propio o conjuntamente con su consorte el príncipe soberano de un Estado.

Pues eso es la Santísima Virgen, la persona que, por designio de la divina providencia, influye eficazmente en la historia de la humanidad, porque así lo ha querido el Señor, cuando en el momento cumbre de la redención, se dirige al Apóstol Juan, que representaba a toda la Iglesia, con estas palabras: “ Hijo, ahí  tienes a tu madre. Madre ahí tienes a tu hijo” y, como la palabra de Cristo es palabra operativa, en aquel momento, Maria quedó convertida en la omnipotencia suplicante, y su corazón quedó hecho corazón maternal para todos nosotros.

Por voluntad de Jesús, en María los cristianos tenemos el remedio de todos los males y la fuente de todos los bienes. La palabra del Señor que enriqueció el corazón de María con el don de la realeza y de la maternidad universal, es aceptada incondicionalmente por nuestra Señora, y debe serlo también por el corazón de los hombres, porque paternidad y filiación se condicionan mutuamente y, de alguna manera, también nuestra voluntad condiciona el plan de Dios.

La voluntad de Dios es siempre salvifica, y su voluntad nadie puede torcerla, pero la realización de su plan salvifico puede verse frustrada por la voluntad del hombre que siempre tiene la última palabra. De ahí nuestra gratitud a Dios con nosotros, pero también nuestra responsabilidad ante su voluntad salvifica, que, a pesar de sus mejores dones para nosotros, nos respeta tánto, que la la última decisión nos la deja a cada uno de nosotros.

Pidamos “pues a María, la omnipotencia suplicante, que interceda por nuestra humanidad pecadora, para que convierta nuestra resistencia a la gracia en un sincero si al plan de Dios, a fin de que el plan salvífico del Señor sea un patrimonio universal de la humanidad.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo

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