La Santísima Trinidad es un misterio que no podemos conocer si no se nos revela, y aún revelado, no podemos explicar ni comprender plenamente.
Según las Escrituras, lo específico de este misterio es la «pluralidad de personas y la unicidad de naturaleza”. Este misterio está integrado por Dios, Padre increado; por Dios, Hijo eternamente engendrado, y por Dios Espíritu Santo, cordialidad divina, que vincula indivisiblemente a las tres divinas personas.
Esto es el punto de referencia para estructurar la convivencia de los humanos en la vida social.
La lotería del 22 de diciembre trajo la suerte a unas pocas familias económicamente afortunadas, pero con la encarnación del Hijo de Dios, la suerte sonrió a toda la familia humana. Dios, que es familia trinitaria, valora mucho nuestras familias y las cuida con su providencia.
Nosotros lamentamos que Jesús haya tenido que nacer en un pesebre. Esto indica la mala acogida que encontró el Salvador al entrar en nuestro mundo. Sin embargo, podemos decir que nació en una familia, y esto ha sido una gran suerte para el Niño Dios, porque las mejores cunas son los corazones de los padres. En este caso, ninguna cuna mejor que el corazón de María y de San José. A la familia de Nazaret le llamamos la Sagrada Familia, porque es reflejo de la familia Trinitaria.
También nuestras familias tienen algo de sagrado, ya que “donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”, dice el Señor. Las familias cristianas son como un Sacramental de la Familia Trinitaria, porque en ellas hay pluralidad de miembros, y el amor los une a todos bajo el mismo techo.
Lamentablemente, hoy se pone en tela de juicio la institución familiar. En nuestros días, la familia se ve sacudida por múltiples conflictos que deterioran su identidad y sus valores.
La institución familiar es la realidad más importante e influyente de la sociedad. El mundo será lo que sean las familias. Ellas son el primer patrimonio de la humanidad «. El futuro de la humanidad pasa a través de la familia, dice el Papa emérito, Benedicto XVI. Por eso, ayudar a la familia, es uno de los mejores servicios que podemos presentar al bien común. Empecemos por la base, porque así, como la fertilidad de las raíces condiciona el crecimiento, la floración y el fruto del árbol, también la fertilidad de la vida cristiana de los mayores condiciona la floración conductual de las futuras generaciones. Dejémonos de denunciar el materialismo de nuestros jóvenes y su absentismo de los actos de culto, porque como ha dicho un célebre pedagogo de nuestros tiempos, “A los padres del mañana hay que educarlos 20 años antes de nacer; antes de ser padres, para que su futura paternidad sea generadora de auténticas familias cristianas. Como siempre, a la siega precede la siembra. La historia se repite: los frutos, en sazón de los tiempos presentes, son las espigas del grano de nuestros abuelos.
Estemos seguros de que nuestras cementeras deben ser presagio de ubérrimas cosechas en un futuro próximo.
Hoy que se pone en tela de juicio la institución familiar, la Iglesia nos invita a mirar a la Familia de Nazaret, para valorar su ejemplaridad e imitarla.
El futuro de las familias del mañana está en nuestras manos y, consiguientemente, también lo está la sociedad del porvenir.
Indalecio Gómez Varela
Canónigo de la Catedral de Lugo
Enlaces desde blogs, webs y agregadores:
[…] [Artículo en castellano] […]
Enlaces desde Twitter y trackbacks:
Comentarios a esta entrada:
Opina sobre esta entrada: