En este año 2021, tan marcado en todo el mundo y también entre nosotros por las limitaciones, los sufrimientos y las dificultades de todo género provocadas por la pandemia del Covid-19, tiene lugar de nuevo la Campaña de Manos Unidas, con el lema “contagia solidaridad para acabar con el hambre”.
Resulta evidente, si lo pensamos un momento, que las angustias y los problemas que nosotros experimentamos están presentes igualmente en los países de nuestro mundo que sufren no sólo una mayor pobreza económica, sino también la falta de desarrollo de todas las formas de servicios sociales y sanitarios de los que aquí disponemos. Si nosotros vivimos dificultades y problemas grandes, mayores son ciertamente las urgencias en estos países.
La Campaña nos invita a contagiar solidaridad; porque este año se siente agudamente no sólo la necesidad de nuestro apoyo material, sino también la de que puedan desarrollarse en estas sociedades más empobrecidas formas eficaces de búsqueda del bien común. Vivimos circunstancias que piden este protagonismo de una solidaridad real y efectiva, indispensable para hacer posible la vida de todos; y nuestra ayuda este año está destinada a fomentarlo allí donde más se experimentan ahora pobreza, abandono y hambre.
Manos Unidas nos invita así a hacer nosotros mismos los primeros un ejercicio de responsabilidad fraterna, de preocupación por el bien común, en el horizonte grande de nuestro mundo; en palabras de la última encíclica papal, a recordar y a poner en práctica que somos todos hermanos, “fratelli tutti”.
También nosotros creceremos entonces en la conciencia de que estamos necesitados de este “espíritu solidario”, para vivir las actuales circunstancias ya en el contexto de nuestras casas, pueblos y ciudades. Y podremos redescubrir así la importancia de nuestro propio corazón, de nuestra fe y nuestra solidaridad personal, de nuestra caridad, que se ejerce en lo cercano, en la realidad de cada día.
Necesitamos ayudarnos todos, para que no se embote nuestra mente ni se paralice nuestra alma debido a las consecuencias de la pandemia, al aislamiento que genera el confinamiento, a los temores ante la enfermedad o las dificultades económicas, a la distancia impuesta con nuestros seres queridos y que se introduce en todas las relaciones sociales, a las dificultades para participar con normalidad en la vida de nuestras parroquias y comunidades.
Nos urge volver a las fuentes de nuestra vida personal, a nuestra fe, a la relación con Dios y a la pertenencia a su Pueblo, a saber del Señor, en quien todos somos hermanos y de quien esperamos siempre la luz de la gracia y de la vida.
La campaña de Manos Unidas nos invita a ello, pidiéndonos que despertemos nuestro sentido solidario, que lo vivamos y realicemos aquí y ahora, con el prójimo, que permitamos que sea “contagioso”, haciéndolo presente con los más necesitados sin importar la lejanía geográfica. Será entonces la expresión y el anuncio de una vida diversa, fraterna, que no pone fronteras a la unidad y a la caridad, audaz en las certezas y en la esperanza, porque nace de la fe en el Padre y en nuestro Señor Jesucristo. Y quizá logremos así promover también el protagonismo en la solidaridad de quienes viven en lugares y situaciones donde es especialmente necesario.
Por eso, en estos tiempos de pandemia, la interpelación de Manos Unidas es un bien para nosotros, para nuestra experiencia de fe y de fraternidad. Nos ayuda a abrir nuestra vida cotidiana a sus horizontes más grandes y verdaderos, al de un “bien común” que es el de cada uno, el de nuestros países y el de toda la humanidad.
Estas son las medidas a las que aspira nuestro corazón, y que se hacen posibles cuando se deja iluminar por la fe en el Señor, por el testimonio de la caridad que viene de Él, que es paciente, que no se pone límites y que no acaba nunca.
Ejercer hoy esta solidaridad, agradecer la invitación a contagiarla a nuestro entorno y hasta los confines del mundo, es un bien grande, es una gran riqueza que recibimos de nuevo participando en la vida de la Iglesia, en la que resuena un año más la propuesta de Manos Unidas.
Demos gracias a todas las personas que colaboran en la delegación de Lugo por esta Campaña y por su entrega incansable. Y pidamos para todos los miembros de esta asociación, originalmente “mujeres de Acción católica”, y para todos sus proyectos y tareas, la bendición abundante del Señor, fuente para nosotros de toda caridad.
+ Alfonso Carrasco Rouco
Obispo de Lugo
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