No importa quien lo haya dicho. Lo trágico es que muchos lo estamos sintiendo. La gente se queja, protesta, está harta. Algo huele a podrido en nuestra sociedad perfumada.
Este mundo no nos gusta: tiene un cuerpo precioso, pero le falta el alma.
Hemos construido una máquina gigantesca, pero sin entrañas. Un mundo con medios extraordinarios de producción, pero sin corazón.
A esta gran máquina de nuestra sociedad le falta el aceite de la bondad.
«La enfermedad que padece el mundo, no es la pobreza o la guerra, es la falta de amor» (M. Teresa de Calcuta). El desamor florece en pobreza, en guerras, en… El corazón es la zona más deprimida de la ciudad del hombre. Hemos deteriorado nuestro propio hábitat. Somos responsables, a la vez que víctimas, de nuestro desacertado quehacer.
Las cosas no pueden continuar así. Es urgente reorientar la ciudad hacia Dios. Se impone una nueva evangelización del mundo. También de nuestra tierra. No estamos en el mundo para condenarlo, sino para salvarlo.
El mundo huele a podrido, pero los cristianos estamos llamados a ser «el buen olor de Cristo» ( 2 Cor. 2, 15 ): tenemos que contrarrestar la fetidez ambiental, que nos permita ir por la vida sin antifaz, por haberse superado todo peligro de contaminación maléfica.
En estos momentos nos preocupa enormemente «el coronavirus», pandemia que afecta a incontables pueblos y sectores. Dios quiera que los especialistas de la salud encuentren pronto una vacuna eficaz para frenar la tal dolencia, que siega incontables vidas y lleva luto a incontables hogares.
Pero dejémonos de lamentaciones. Tomemos decisiones, y hagámoslo con esperanza. Un corazón con esperanza no se limita a cantar, sino que se decide a trabajar para resolver los problemas.
No olvidemos que «el coronavirus» actual se ha convertido en «polipandemia» a todos los niveles. Diríase que las crisis son patrimonio de la humanidad.
También abunda la crisis en lo espiritual:
Pues, contra crisis responsabilidad, ya que el mejor antídoto contra el actual coronavirus es la evitación del contagio, y lo más específico para erradicar la fetidez ambiental es el correcto comportamiento de los ciudadanos.
Indalecio Gómez Varela
Canónigo Catedral de Lugo
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