Queridos hermanos,
El TRABAJO es una realidad constitutiva de la vida del hombre, y por eso necesariamente importa mucho también a la Iglesia católica. Ya en el 1891 el Papa León XIII en la Rerum Novarum (nº 1) se refería así a la situación de los trabajadores:
“El tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores. Hizo aumentar el mal a voraz usura, que, reiteradamente condenada por la autoridad de la Iglesia, es practicada, con todo, por hombres codiciosos y avaros bajo una apariencia distinta. Se añada a esto que no solo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole, se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y acaudalados impuso poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios”.
Desde León XIII el magisterio de la Iglesia sobre esta cuestión es creciente e ininterrumpido, acompañando el compromiso constante de innumerables católicos en la defensa de los trabajadores y de su dignidad hasta nuestros días. En los tiempos actuales la Iglesia celebra además cada 7 de octubre una Jornada Mundial por el Trabajo Decente. Se preocupan de esta problemática especialmente nuestras Cáritas, CONFER, HOAC, Justicia y Paz, JEC, JOC… como se puede ver en su página www.iglesiaporeltrabajodecente.org. La jornada pretende mantener e impulsar el esfuerzo por mejorar la dignidad de los trabajadores y de sus condiciones de trabajo.
La última Encuesta de la Población Activa del 25 de julio de 2019 nos daba el dato de que el número de parados en España es 3.230.600, es decir, que no trabajaron ni siquiera una hora con remuneración en dinero o en especie en la semana anterior a ser entrevistados. Además no debemos olvidar los ocupados con contrato temporal (parados temporales) que son 4.399.800 y los contratados a tiempo parcial (parados a tiempo parcial) que son 2.951.500, lo que pone de manifiesto el gran número de personas que están afectadas de alguna manera por el paro, ya que las tres cifras suman 10.581.900 personas. Es importante tener conciencia de estos datos que la EPA nos pone de manifiesto, que no nos permiten la pasividad y menos aún la indiferencia ante la gravedad de la situación.
Recordemos que el trabajo digno con su remuneración justa sería, en palabras de Benedicto XVI: “Un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación” (Caritas in Veritate, 63).
El manifiesto de esta Jornada nos compromete a trabajar, en particular, para que:
“-Todos los poderes públicos se comprometan de forma activa en la construcción de un sistema económico, social y laboral justo, fraterno y sostenible que sitúe a la persona en el centro.
– El trabajo sea garante de dignidad y justicia, así como del desarrollo integral de la persona, de sus capacidades, dones y vocación, empezando por las personas más descartadas y excluidas.
-El trabajo sea fuente de reconocimiento social y personal, a través de la dignificación de los cuidados, con nuevos planteamientos de políticas sociales, de género y educativas en igualdad entre mujeres y hombres, sin olvidar el derecho a una conciliación real de la vida familiar y laboral.
– El trabajo es para la vida, por lo que es imprescindible que se realice en un entorno de seguridad y salud, con condiciones que garanticen la integridad física y psíquica de la persona”.
Para llevar adelante esta tarea imploro la fuerza del Espíritu, que sostenga nuestro caminar fraterno en la verdad y en la caridad.
Que Dios bendiga el trabajo de todos nosotros.
+Alfonso Carrasco Rouco
Obispo de Lugo
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