Narrar sobre lo extraordinario suele tener más ventajas que fijar la atención en los sucesos cotidianos y en personajes que tampoco son seres del otro mundo. Cuando esto escribo, lo hago en un contexto altamente ruidoso por la obligación que me viene impuesta desde el exterior en un contexto de ruidos, voces insoportables, tambores y decibelios pasados de medida.
Es un día normal. Pero suele ser habitual: un día por una manifestación (en este caso contra la llamada ley mordaza), otro por un concierto de rock, otro por un acto organizado por alguna de las muchas instituciones…, pero casi siempre, el silencio del entorno de la Catedral de Lugo e incluso en su interior se viola de manera sistemática. Ciudadanos, autoridades, el Cabildo de la Catedral, Asociaciones, etc. hemos manifestado nuestro descontento por causa de estos estruendos y ruidos que siguen atentando contra el Patrimonio material e inmaterial de la humanidad en Lugo y contra la salud espiritual, psíquica y corporal. Nuestra Catedral es una escuela de silencio por su Exposición permanente del Santísimo y por los numerosos fieles que como peregrinos, orantes, penitentes o turistas, acuden a ella cada día buscando a Cristo y/o un espacio para la meditación, la paz interior y el silencio. Todos necesitamos del silencio y de silenciarios. El obrero para descansar de su trabajo y reparar sus fuerzas, el deportista que llega cansado de sonidos que no quiere escuchar, la autoridad que nos representa para madurar serenamente sus planes de gobierno, el pensador, el enfermo… y por su puesto, para el orante que se sabe amante Dios, una necesidad absoluta. Ya no hay silenciarios. Sin embargo es una de las grandes preocupaciones ciudadanas este tipo de contaminación insana. Ojalá que el próximo gobierno municipal constituya una concejalía de silenciarios. Es que son muchos los riesgos de esta grave contaminación que esta construyendo generaciones de sordos físicos y espirituales y es necesario formar e informar a la población de sus peligros y consecuencias. Y hacerlo con el ejemplo, evitando y acallando ese estrépito ensordecedor que produce el vertiginoso movimiento de la vida de este siglo con tantas voces impertinentes y tantos sonidos inarticulados y confusos que carecen de timbre y provocan suciedad, contiendas y alborotos.
Si bien es cierto que ninguna ciudad española esta catalogada entre las diez más ruidosas del mundo, si es verdad que nuestra sociedad está considerada entre las más bulliciosas. De echo, los profesores en general nos quejamos de la incapacidad de nuestros niños y jóvenes para el silencio. Y sin silencio, reflexión, esfuerzo y meditación no hay aprendizaje. Recuerdo haber leído que los ríos más profundos son siempre los más silenciosos. Será por ello que, el verbo “profundizar” en sentido figurado, según el diccionario, se refiere a “meditar detenidamente y examinar una cosa para llegar a su perfecto conocimiento”. En mis múltiples experiencias de encuentros con jóvenes, en campamentos, jornadas de reflexión, retiros y ejercicios espirituales, siempre me encontré con la ausencia de experiencias de silencio. De hecho, lo difícil no es estar en silencio, lo difícil es querer educarse en el silencio. Éste, es un arte que requiere esfuerzo y aprendizaje. El filósofo y teólogo Pablo d ´Ors, fundador de la Asociación Amigos del Desierto, en su obra Biografía del silencio (Siruela, Madrid 2018) sugiere que es posible el acto de la meditación para quien lo desea. Y que basta un año de meditación perseverante, o incluso medio, para percatarse de que se puede vivir de otra manera. La meditación en la dimensión de la espiritualidad cristiana se hace oración que nos “con-centra”, nos devuelve a la casa propia y a la Casa del Padre de dónde nunca deberíamos haber salido; es escuela de amor donde se aprende a convivir con nuestro propio ser y con los marginados; inserta a uno, en el fascinante proceso de rejuvenecimiento, de regeneración y renacimiento. Escuchar en silencio a la naturaleza, abrir el pensamiento y la mente a sus sonidos silenciosos, escuchar a los sabios y, desde la actitud orante cristiana, a la Sabiduría de Dios expresada en su Palabra bíblica, se convierte en elocuencia que engrandece, que alienta y ennoblece.
¡Ay! Quien pudiese hoy recitar de verdad aquellos hermosos versos de nuestro Luis Pimentel dedicados a la Ciudad del Sacramento:
“Allí está en estos momentos
una hora solitaria
en remanso de silencio.
Na Catedral hai un rumor luído
unha memoria escura e indefensa
un silencio como de loito puro” .
Mario Vázquez Carballo
Vicario General del Obispado de Lugo
Foto: Miguel Castaño
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