Mario Vázquez Carballo | El Progreso, 16 de junio de 2018

¿Asignación tributaria o impuesto?

junio 17, 2018 · 0:00 0

Hasta el 30 de junio está abierto el plazo para la declaración de la renta. Los contribuyentes estamos llamados a contribuir con nuestros impuestos en la construcción de una sociedad y de un mundo mejor. De todo lo que tributamos tan solo podemos elegir el destino concreto de un 0,07 % que, marcando simultáneamente la correspondiente X en los casilleros de la iglesia Católica y de otros fines de interés social, puede convertirse en el 1,40%. Hay incluso iniciativas para una nueva casilla con fines científicos. Del otro dinero no se nos pregunta. Por ello es bueno recordar que este sistema no es un impuesto, sino una asignación tributaria; un modo de ejercer la libertad y la ciudadanía que es plenamente legal y constitucional, que no va contra nadie y sí a favor de muchos millones de personas más desfavorecidas y marginadas.

La asignación tributaria es un acto de libertad ciudadana que no obliga a nadie a sumarse a ella. En el caso de que los casilleros quedasen vacíos sería Hacienda quien decidiese distribuir ese porcentaje. No es un nuevo impuesto, como algunos piensan o malpiensan, ya que no grava ni desgrava un céntimo más al contribuyente. Y es bueno recordar que el destino concreto que la Iglesia hace de los fondos provenientes de la asignación es para fines ministeriales, caritativos, culturales, sociales, misioneros y solidarios, que tanto contribuyen al bien común y que tanto ahorran a los ciudadanos con la multiplicidad de servicios que la Iglesia realiza. Servicios que son mayoritariamente solicitados, que por su demanda son un constante referéndum sobre la Iglesia Católica quien, para la realización de sus servicios y acciones solidarias, no distingue ni pide carnet de raza, ni color, ni religión ni estamento social. Miles y miles de personas, con independencia de su nacionalidad o confesión religiosa, inmigrantes, gitanos, familias desestructuradas, parados, etc. son testigos, en las miles de parroquias, congregaciones, organizaciones, fundaciones y oficinas de Cáritas o de Manos Unidas extendidas por toda España, de la veracidad de estos servicios y de la calidad y el buen trato en el ejercicio de la caridad y de la solidaridad.

Parece razonable y laudable reconocer que la fe en Dios sigue ejerciendo un rol importante en nuestras sociedades modernas pluralistas, y nosotros, los creyentes, debemos afirmarlo sin temor porque somos los cuidadores y guardianes de unos fundamentos culturales interrelacionados con lo transcendente y con cosmovisiones antropológicas en las que lo sagrado constituye un punto permanente de referencia.

La razón de ser del servicio público es el bien común. Laudable la acogida razonablemente política de los inmigrantes. Desde el punto de vista evangélico, impecable. Como ciudadanos debemos exigir a los políticos que no hagan políticas partidistas en detrimento del bien común. El ejercicio de la política no debe ejercerse nunca para mantenerse en el poder. Ello es un traición evidente a la confianza de la ciudadanía y la negación de la honradez y de la ética.

Como cristianos, en estos momentos, nuestra generosidad, sensibilidad y responsabilidad nos exigen compromiso, superación de silencios improductivos, acciones claras de compromiso socio-político hacia los más pobres, defensa del medio ambiente, de una educación para todos y de una fe que se hace política, más visible, más testimonial y más generosa. Marcar la X puede que sea una gota en el mar, pero es una pequeña buena acción para ejercer también la política y el compromiso en la vida pública.

Mario Vázquez

Vicario General de la diócesis de Lugo

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