En el primer mes de año toca hacer las cuentas de las parroquias. Si al comprobarlas falta aunque solo sea un céntimo, hay que revisar todo hasta que aparezca. Tampoco es que pasara nada porque falte un céntimo o unos pocos euros, pero es que están en algún sitio y hay que encontrarlos, para que las cuentas estén como tienen que estar y todo esté perfectamente justificado. Además, si los números que figuran en los papeles no coinciden con la realidad, estamos falseando las cosas y los primeros engañados seremos nosotros mismos.
Nadie quiere cometer errores, todos queremos hacer las cosas de un modo perfecto. Y en el caso de que no quede más remedio que jugar con piezas defectuosas, queremos conocer dónde están los fallos para compensarlos de otro modo y minimizar las consecuencias. Pongo un ejemplo: si soy consciente de que las ruedas de mi coche no están en buen estado, sé que tengo que extremar las precauciones al máximo y reducir la velocidad para evitar un accidente, pues el coche no va a ser tan seguro en esas circunstancias.
Creo que así funcionamos todos, mas o menos, excepto aquellos que se ganan la vida engañando a los demás. Pero también estos lo quieren hacer de un modo “perfecto” para no ser descubiertos.
Pero ¿buscamos esta misma perfección en las cosas de la fe?, ¿creemos cualquier cosa o de cualquier modo? Cuando algo no nos gusta o nos molesta, ¿prescindimos de ella y hacemos una religión a nuestra medida?
Dicho de otro modo ¿creo que Jesucristo es Dios? o ¿hago como lo que cuentan de aquel cura que “creía en todo lo que hay que creer y dudaba todo lo que había que dudar”?
Para ser cristiano de un modo auténtico tenemos que saber y creer que Jesucristo es Dios. Pero esto no lo conseguiremos por arte de magia o haciendo un Cristo a nuestra medida. Como dijo el papa Benedicto: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus caritas est, n. 1).
Creo todos sabemos lo que es encontrarnos con una persona. Las cosas podemos hacerlas a nuestra medida, adaptarlas, modificarlas, o desechar de ellas lo que no nos gusta. Pero no podemos hacer todo esto con las personas. A las personas se las encuentra, se las acepta, se las quiere y esto es una tarea personal de cada uno. No sirven los intermediarios. Creo que lo mismo sirve para nuestro encuentro con Jesucristo y nuestra relación con él.
Por otra parte, hacer un Dios a nuestra media solo sirve para engañarnos y caer una vez más en el mito de Narciso. El resultado de un dios hecho a mi medida soy yo mismo y, por muchas cualidades que tenga, voy a seguir siendo caduco, limitado, pequeño. Puedo creerme como me dé la gana, pero la realidad es la que es.
Si desposeo a Jesucristo de su divinidad, el Evangelio queda reducido a un conjunto de “Twits” sin valor. Si Jesucristo no es Dios sus palabras son las de un visionario que promete lo que no puede dar, porque sus palabras son siempre de “vida eterna” y, hasta la fecha, non encontré una persona en este mundo que pueda prometer la vida eterna a nadie.
Miguel Ángel Álvarez Pérez
Párroco de A Fonsagrada
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