Parecía algo superado con el Concilio Vaticano II. Me refiero a la identidad del sacerdote diocesano. Pero estamos viendo que no es así. Tanto en ámbitos urbanos como rurales hay muchas personas, practicantes o no, que no tienen clara cuál es la esencia del sacerdote. Y también puede suceder que sean muchos los sacerdotes que duden de su propia identidad.
San Pablo a los Corintios, en su primera carta (4, 1) ya hacía una clara advertencia a sus colaboradores: “Que la gente solo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora, lo que se busca en los administradores es que sean fieles”.
Como vemos, estamos ante un tema recurrente, quizás porque los sacerdotes tratamos de responder en cada momento a lo que la sociedad más necesita pero sin perder la identidad original, que es la que Jesucristo quiso cuando instituyó el sacerdocio. Pero está claro que no siempre lo conseguimos.
Por un momento vamos a dar por válido que la identidad sacerdotal esté determinada por lo que los fieles o la sociedad puedan necesitar más en este momento:
¿Servicios sociales? Sí, pero las administraciones tienen una capacidad mucho mayor para resolverlos de forma satisfactoria y ya lo están haciendo. Desde las realidades eclesiales solo podemos colaborar en una pequeña medida, como ya se está haciendo.
¿Infraestructuras? Hoy la Iglesia no tiene capacidad para esto. Además ya no es una necesidad como hace 50 años.
¿Animación cultural y enseñanza? La sociedad hoy tiene capacidad más que suficiente para satisfacer esta demanda con muy buena calidad. La Iglesia ya colabora poniendo su patrimonio artístico y cultural al servicio de todos. Para otro tipo de animaciones culturales o de organizaciones de eventos sociales hoy ya hay empresas que lo hacen fabulosamente bien. No hace falta un cura-brujo que nos monte un espectáculo festivo o funerario.
¿Administración de los misterios de Dios? Las otras necesidades ya vimos que hay quien se encarga de satisfacerlas con éxito. Pero ¿habrá alguien que tenga necesidad de la presencia de Dios en su vida? ¿Alguien se ha hecho esta pregunta? ¿O alguien se preguntó alguna vez si tiene necesidad de Dios?
Les confieso que me hago estas preguntas con mucha frecuencia. Y, también, cada vez más, veo a muchas personas que lo primero y lo único que les falta en su vida es Dios.
Termino con las palabras autorizadas del Concilio Vaticano II y reconocidas como válidas por una inmensa mayoría. En el nº 2 del decreto Presbiyterorum Ordinis, sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, dice:
«El fin que buscan los presbíteros con su ministerio y con su vida es el procurar la gloria de Dios Padre en Cristo. Esta gloria consiste en que los hombres reciben consciente, libremente y con gratitud la obra divina realizada en Cristo, y la manifiestan en toda su vida. En consecuencia, los presbíteros, ya se entreguen a la oración y a la adoración, ya prediquen la palabra, ya ofrezcan el sacrificio eucarístico, ya administren los demás sacramentos, ya se dediquen a otros ministerios para el bien de los hombres, contribuyen a un tiempo al incremento de la gloria de Dios y a la dirección de los hombres en la vida divina. Todo ello, procediendo de la Pascua de Cristo, se consumará en la venida gloriosa del mismo Señor, cuando El haya entregado el Reino a Dios Padre»
Miguel Ángel Álvarez Pérez
Párroco de San Froilán
Foto: Cathopic.com
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Comentarios a esta entrada:
Rosa Huerta
A mi me gusta mucho
8:47 | 23/03/17
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