La celebración cristiana de la Navidad es y ha sido una Buena Noticia para la humanidad. Las religiones judeo-cristianas, aunque algunos todavía no quieren entenderlo, estuvieron y están en el origen de la civilización del amor, de las democracias actuales y del progreso de los pueblos. Y ello, tiene su fundamento en el gran acontecimiento navideño. La Navidad, es pues, para nosotros hoy, una admirable noticia que no puede dejarnos indiferentes.
Lo describe bellamente uno de los teólogos más importantes del siglo XX, el jesuita alemán Karl Rahner, escribiendo algo tan hermoso como lo que sigue: “Cuando decimos: ‘Es Navidad’, esto es lo que decimos: “Dios ha pronunciado su última, su más profunda, su más bella palabra al mundo en la Palabra hecha carne; (…) Y esta Palabra quiere decir: “Yo te amo a ti, a ti mundo y a ti hombre”. ¡Qué bien refleja, el teólogo, el hondo significado de la Navidad para los cristianos!
Recuerdo una homilía del Papa emérito Benedicto XVI, con motivo de la Navidad (pronunciada el 24 de diciembre de 2009), en la que recordaba que esta buena nueva, por ser buena es también verdad y que, por tanto, también me debe de afectar a mí. Sentirse concernidos por algo tan significativo supone, de entrada, despertar nuestra sensibilidad para con Dios. Hay quien afirma “que no tiene oído para la música”; puede ser cierto que nuestra manera de pensar y actuar, en el mundo actual, reduce y limita la capacidad para captar las cosas de Dios, para entender su lenguaje y su cercanía (“El Enmanuel: Dios con nosotros”) hasta tal punto que nos dejen “sin oído musical para él”. Y sin embargo, los estudiosos del fenómeno religioso, reconocen que en cada ser humano hay un deseo de Dios, un anhelo de la divinidad, una capacidad innata para salir a su encuentro y acogerlo. Por eso, la Navidad, el celebrar que Dios viene, que sale a nuestro encuentro, nos interpela a estar vigilantes, nos ayuda a despertar a lo esencial y a recuperar la relación de un Dios que parecía que estaba oculto, lejano y escondido y que se manifiesta en la cercanía de Belén.
Es verdad que muchos de nosotros estamos muy ocupados en razonamientos complejos, filosofías esotéricas, o negocios, mercados y consumismo. Desde estas maneras de ser y estar en el mundo, se hace difícil llegar hasta el pesebre, junto a la Sagrada Familia de Nazaret. Sin embargo, siempre es posible salir del enredo de nuestras encrucijadas paganas para encontrar el camino hacia él.
Navidad significa que hay sendas para todos. Que siempre es posible ponerse en camino hacia Belén, hacia lo santo, en la búsqueda de este Dios que ha querido “abajarse” tanto de modo que podamos contemplarle, pequeño y lleno de frío, en un miserable establo. El recorrido más largo ya lo hizo él. Ahora, en Navidad, se nos recuerda que hay que hacer memoria de ello, que no conviene olvidarse de lo esencial: “Yo te amo a ti, acércate a ver cuánto y de que manera te puedo amar”. “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”.
José Mario Vázquez Carballo
Vicario General de la Diócesis de Lugo
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