INDALECIO GÓMEZ VARELA | CANÓNIGO DE LA CATEDRAL DE LUGO

Alegría navideña

diciembre 16, 2022 · 22:54 1

El domingo pasado cotejábamos los términos espera y esperanza, advirtiendo que aunque su sonoridad es similar, su significado es distinto. La espera causa fastidio y nos reviste de pesimismo; por el contrario, la esperanza nos aporta gozo y entusiasmo.

El que se mueve en clima de prolongada esperanza, lo hace con gozosa responsabilidad, deseando colaborar con el plan de Dios, y se congratula contemplando la belleza de la creación y la perfección arquitectónica de los monumentos medievales.

Hay dos signos que nos hablan de la presencia del Mesías entre nosotros: son los comportamientos ejemplares de muchos cristianos. El comportamiento fraterno de muchos creyentes, cuya ejemplaridad es un signo primaveral del mesianismo del mundo, como lo son también los miles de ciudadanos que, siendo ricos, se hacen pobres, para que a nadie falte el pan de cada día. Es verdad que no todo es orégano en nuestros campos. Hay también ortigas en nuestros huertos. Pero ahí está la Iglesia, presencia viva del Mesías, que nos recuerda que debemos sonreír con los que son felices, y llevar siempre un pañuelo de repuesto para enjuagar las lágrimas de los que lloran.

Así lo hizo el Mesías, nada más pisar tierra, hace dos mil años, y se quedó con nosotros, para inculcarnos que así lo debemos hacer también nosotros. El Mesías se quedó con nosotros. Él es camino, verdad y vida. En este camino están los buenos discípulos de Jesús: sigámosles. Él es verdad plena: creámosle sin ambages ni rodeos. Él es vida y camina a nuestro lado: mirémosle para que no perdamos la ruta y podamos caminar sin errar el camino. Procuremos evitar los tropiezos, y si caemos, a nuestro lado va una mano amiga, tendida para levantarnos.

El amor pide presencia. Por eso Dios, que es amor sin medida, lo llena todo con su inmensa grandeza; lo contempla todo con eterna sabiduría; todo lo dirige con su infinito poder, y con su divina providencia lo gobierna. De la divina providencia están llenos los cielos y lo están también los espacios terrestres. El Señor se hace presente en el pobre y en el desvalido; en el perseguido y en el marginado; pero nuestros criterios no coinciden con los suyos.

No nos resulta atrayente la figura de Jesús. Ese Dios no nos resulta simpático; más bien, el Mesías que nos presentan las catequesis populares, es un Dios repelente. Un Mesías con aureola de justicia no nos va a los hombres del siglo XXI. Preferimos el Dios samaritano que siempre tiene abiertas las puertas de su casa para el hijo sumiso y para el hijo rebelde, porque siempre los miró a todos con ojos del corazón. Cuando el hijo rebelde llama a la puerta de su antiguo hogar, siente la tentación de pedirle a Dios que le haga un trasplante de corazón a su anciano padre, porque piensa que, en el pecho de su viejo padre, ya no queda un corazón capaz de amar, pero se equivocó, porque el que de verdad ha amado una vez sinceramente, ama para siempre, y se lo demuestra el abrazo de padre con que lo recibe esta mañana.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo

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