INDALECIO GÓMEZ VARELA | CANÓNIGO DE LA CATEDRAL DE LUGO

Espera y esperanza, características de Adviento

diciembre 9, 2022 · 22:50 1

Estos dos términos tienen sonoridad similar, pero sus significados son desiguales. La espera mira al pasado y precede al derecho legítimo al que nos sentimos acreedores y cuya tardanza en reconocérnoslos siempre nos molesta y en ocasiones nos causa enojo. Muy al contrario, la esperanza mira al futuro, y nos ilusiona y nos estimula a poner los medios para acelerar que se nos conceda lo que se nos ha prometido, y nosotros deseamos y creemos haber merecido.

El Adviento es el tiempo oportuno para intensificar el deseo de un futuro mejor. El hombre sabe que su futuro no está escrito; que su vida está haciéndose y que en buena medida, el mañana depende de su responsabilidad; y que ésta crece en proporción del deseo de poseer aquello que aún no se tiene, y aquí interviene la esperanza que anima y estimula. Cuanto más sublime sea el ideal, más intenso será el sacrificio por alcanzarlo.

La esperanza no es sólo un deseo informativo, sino una virtud transformativa. El que espera renueva sus energías cada día. El que no espera, se viste de tristeza, enferma de pesimismo y muere prematuramente. La esperanza se nutre de sacrificios, pero mantiene el optimismo, porque sabe que después de la siembra, vendrá la recolección. Esto es aplicable a la esperanza humana que se funda en las capacidades del hombre. Pero el cristiano tiene como garantía de su esperanza la promesa del Señor. En todas las páginas de la Biblia, se percibe el perfume de la esperanza.

El pueblo de Dios es un pueblo de esperanza, fundándose en las promesas de lo Alto. Yavé le ordena a Abraham que deje su casa y que encontrará la llamada Tierra de Promisión. Abraham obedece la orden del Señor, se pone en camino, y encuentra pan y abundancia de bienes. De aquella tierra surgieron los profetas que cultivaron la esperanza de recuperar el paraíso perdido. Ese paraíso primitivo es el Reino de Cristo, que está llamado a crecer y salvarnos a todos. Para ello, el mismo Mesías se decide hacerse hombre y nos pide que nosotros los cristianos seamos sus colaboradores; que seamos pastores, apóstoles… y que trabajemos como misioneros restauradores del Reino de Dios.

En el tiempo actual la Iglesia sigue trabajando para que Jesús se haga presente entre nosotros, hasta que el mundo se transforme en fermento del Reino de Dios. Para que esto se logre debemos encarnar hoy los cristianos el espíritu de los profetas y demás hombres de Dios del Antiguo Testamento que llenos de esperanza suspiremos por la venida del Redentor y contagiemos a nuestros contemporáneos este espíritu de esperanza redentora, convirtiendo nuestra religiosidad en un adviento de esperanza y de súplica que nos mueva a repetir constantemente: «Ven, Señor. Ven que te esperamos. Ven pronto, Señor». Sintamos sinceramente la necesidad de Cristo en nuestros corazones, en nuestros hogares, en nuestras empresas y en nuestros ambientes, a fin de que nuestro mundo se convierta en nuevo paraíso terrenal, tal como lo había previsto el Creador para los hombres.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo

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