Pascua es la plenitud de la vida y de la gloria de Cristo en la eternidad ya presente. Pascua cristina es la felicidad plena del hombre en la futura eternidad, a la que accederá el hombre que haya pasado por el mundo, ajustando su comportamiento a la voluntad del Señor.
La pascua de la divinidad de Jesús es tan antigua como su eternidad. La pascua de su naturaleza humana comenzó el día mismo de su resurrección gloriosa. La nuestra comenzará también el día en que resucitemos de entre los muertos. Esto será así, porque el hombre, en parte, nace y en parte, se hace. En el nacer del hombre, todo es negatividad.
Nacemos manchados por la fealdad de Adán y privados de la divinidad sobrenatural, pero el Creador se apresuró a limpiarnos nuestra fealdad y a enriquecernos con la belleza de la gracia y nos elevó al orden sobrenatural, convirtiéndonos en hijos de Dios y regalándonos el don de la inmortalidad. Por la gracia santificante, participamos de la misma vida de Dios y estamos llamados a vivir eternamente. Ante estas realidades, tenemos que concluir que en nosotros es más lo que recibimos que lo que aportamos.
En la vida espiritual, abunda más la pasividad que la aportación nuestra: aforismo que se confirma, reconociendo que nuestra aportación negativa sobrepasa a nuestra aportación positiva en cantidad y en calidad. Esto se debe a la generosidad pascual de Jesús muerto y resucitado. Esta era la misión confiada por el Padre a su divino Hijo. Y el “sí” de Jesús ha sido tan sincero, que llegó a confirmarnos que “amor se escribe con sangre”.
Esta ha sido la aportación redentora de Jesús por nuestra salvación, llevada a feliz término en la cumbre del calvario, en cuya cima el divino crucificado pudo exclamar: “todo está cumplido”. Efectivamente, todo estaba cumplido por parte de Jesús. Su pascua era verdad sacrificial y redentora por parte de Jesús, y también lo será por parte de su Padre que ha premiado a su Hijo con la resurrección y glorificación merecidas.
Si miramos nuestra resurrección como don, es merecedora de nuestra eterna gratitud; si la contemplamos como merecedora de recompensa, exige nuestra responsabilidad.
Indalecio Gómez Varela
Canónigo de la Catedral de Lugo
Enlaces desde blogs, webs y agregadores:
[…] [Artículo en castellano] […]
Enlaces desde Twitter y trackbacks:
Comentarios a esta entrada:
Opina sobre esta entrada: