Miguel Ángel Álvarez Pérez | 3 de marzo de 2022

Cuaresma: cuarenta días son…

marzo 3, 2022 · 17:12 X

Supongo que muchos de mi generación recuerdan con agrado aquella serie de animación titulada La vuelta al mundo de Willy Fog, en la que se versionaba, para los que éramos niños por aquella época, la mítica obra de Julio Verne La vuelta al mundo en ochenta días.

Pues bien, en los tiempos del mítico autor, podría ser que se necesitasen esos días para dar la vuelta al mundo. Hoy seguro que se podría hacer en solo unas horas. Pero no es lo mismo «dar la vuelta al mundo» que «darle una vuelta al mundo». Ya me entienden.

Quizás pretender «darle la vuelta al mundo» parezca una tarea imposible de hacer de forma individual. Por eso, lo que sí podemos intentar es darle una vuelta a nuestra propia vida. Para ello no nos hacen falta los ochenta días del entrañable Willy Fog, sino que nos bastan los cuarenta días de la Cuaresma, valga la redundancia.

La Cuaresma nace como un tiempo de preparación para la gran celebración anual de la Pascua. Es un tiempo en el que nos ofrecen la oración, la limosna y el ayuno como herramientas necesarias para «darle una vuelta» a nuestra vida.

Cuentan que, en cierta ocasión, un periodista le preguntó a la Madre Teresa de Calcuta, que, si pudiera cambiar algo en la Iglesia, ¿qué cambiaría? Parece ser que ella respondió que se cambiaría a sí misma. Esto mismo nos puede servir para lo que estamos hablando: para cambiar el mundo, lo primero que tenemos que hacer es cambiar cada uno de nosotros. Si lo prefieren, podemos decirlo con otras palabras que tiene una connotación de más exigencia: para que el mundo se convierta, antes tenemos que convertirnos cada uno de nosotros.

Tampoco se trata de convertirse por convertirse. Se trata, más bien, de cambiar el mundo para que sea de verdad como un anticipo de lo que será después la vida del mundo definitivo, en el que no existe ningún tipo de mal ni de limitación. Nuestro «pequeño mundo» debiera ser una proyección a escala de ese otro mundo infinito al que todos esperamos llegar algún día.

Por eso, la Cuaresma pone delante de nuestros ojos el rostro de la muerte y de la finitud. No en vano, comenzamos este tiempo con la imposición de la ceniza que nos recuerda, sin tapujos, los que somos y en lo que nos convertiremos, si no hay alguien que ponga los medios suficiente para poder alcanzar «la otra orilla».

Tenemos por delante un camino de cuarenta días para ver qué somos, cómo estamos y coger la mano de aquel que dio su vida por nosotros para que podamos llegar a su mundo.

Nadie dijo que el camino fuera fácil, lo sabemos bien por experiencia propia, pero merece la pena. Merece la pena que cada uno nos convirtamos para que el mundo «dé una vuelta» y se vayan acabando los «malos rollos» que cada día nos atormentan.

Miguel Ángel Álvarez Pérez

Párroco de A Fonsagrada

⬇⬇Podcast sobre la Cuaresma, por José Antonio Ferreiro y Miguel Álvarez⬇⬇