Indalecio Gómez Varela | Canónigo de la Catedral de Lugo

La religiosidad del hombre

febrero 12, 2022 · 22:32 X

Religión significa relación de la divinidad con los hombres, y de los hombres con Dios. La historia sagrada comenzó así: Dios llama a Abraham, cuyos progenitores servían a los dioses paganos en el país de Caldea, y le promete una tierra propia y una descendencia numerosa. Abraham cree a Dios y se fía de la promesa que le hace. Así se estrenan las relaciones de Yahvé con su pueblo.

Dios desea que el hombre viva en comunión con él, y le propone un pacto de alianza. Parece como si tomara ejemplo de las costumbres sociales en uso en los tiempos primitivos. Los pactos de ayuda eran frecuentes en las generaciones contemporáneas de Abraham. Cuando surgían litigios grupales, el más débil pedía protección al más fuerte, y éste se la prometía mediante un pacto, cuyas condiciones firmaban ambos contendientes. El ritual de este convenio, llamado alianza, consistía en sacrificar un animal y descuartizarlo, y en torno al cual, los contendientes proferían improperios contra el que fuera infiel a lo prometido en la alianza pactada entre ambas partes.

Concluido el pacto, en el arca de la alianza se guardaban las tablas de la ley, como testimonio de lo acordado, y se plantaba un árbol o se fijaba un mojón de piedra, recordando el lugar en donde aquello se había firmado. De este modo se oficializaron las relaciones de Dios con el pueblo de Israel. Sin embargo, el pacto de Dios con los hombres, tiene una particularidad única: la diferencia abismal entre la grandeza y la bondad del Creador y las limitaciones humanas. Unos pueblos procuraban aliarse con otros buscando protegerse contra un tercero. No era así el comportamiento de Dios. Este prometía protección a su pueblo, como nos recuerda la historia sagrada. Pero, tanto en un caso como en el otro, ambos se comprometían a ser fieles a lo acordado. Compromiso que Israel no siempre ha cumplido, de tal manera que Dios tuvo que imponerle repetidos correctivos por su infidelidad a lo acordado. Recordemos, entre otros, la ruina de Jerusalén, la cautividad a que se vio sometido el pueblo en algunas ocasiones, y la dispersión de los israelitas en otros momentos. Estas pruebas se reiteraron como recordatorio de las infidelidades del pueblo a los compromisos de la primera alianza. Sin embargo, la fidelidad de Yahvé se mantuvo inamovible y se la recordó a los infieles israelitas, con periódicas renovaciones del rito de la antigua alianza. Entre estas renovaciones, sobresale la alianza realizada en el monte Sinaí: allí Moisés sacrificó la víctima y con la mitad de la sangre, roció al pueblo como expresión de que éste se ratificaba en la promesa de obediencia de sus antepasados, y con la otra mitad, roció el altar, en señal de que Yahvé se mantenía fiel a lo acordado en la alianza con Abraham.

Con este rito aliancista del Sinaí, Dios demuestra que su plan es hacer un pueblo que le adore sólo a él y que se abstenga de dar culto a otros dioses idolátricos. Este plan lo manifiesta el Señor en los siguientes términos: “si observáis mi alianza, yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo”. Pero la historia se repite, y las limitaciones humanas continúan también en la Iglesia, que es divina y humana. Esto lo sabe el Señor, por lo cual actuando con la pedagogía de siempre, quiere que se repitan periódicamente ritos aliancista, recordando a los israelitas los compromisos de las alianzas pasadas, de ahí que en estos tiempos de decadencia religiosa, pida a la Iglesia que también ella se revise, para detectar sus posibles carencias, y poder subsanarlas. Esta es la finalidad del Sínodo convocado por el Papa Francisco. A esta acción eclesial estamos invitados todos para que, iluminados por la luz del Espíritu Santo podamos ver lo que falla en nuestra vida personal, y también en nuestra sociedad; y, una vez diagnosticadas las causas de la actual crisis de fe, nos decidamos a combatirlas con todas nuestras fuerzas.

Sumémonos todos a este proceso renovador, puesto que todos somos Iglesia, y debemos colaborar en su misión social y evangelizadora.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo