MARIO VÁZQUEZ CARBALLO | 22 DE MARZO DE 2020

¡No tengáis miedo!

marzo 22, 2020 · 1:00 0

Poco se habla de fe en estos tiempos de zozobra a no ser para afirmar que al final venceremos en estas circunstancias que estos días nos toca vivir. Sin embargo, el pueblo de Dios sigue afirmando que, “si Dios quiere”, ganaremos y que el final será feliz.

En cualquier caso, la fe es el mejor paraguas en medio de las tormentas. «No tengáis miedo» (Mc 6, 45; Lc 12, 1), dijo Jesús a sus discípulos en medio de la tempestad en el lago de Galilea. Si es importante una vacuna para el virus lo es también una para el miedo, para el pánico y la desesperación. Son tiempos estos para despertar nuestra conciencia sobre la fragilidad de nuestro ser y estar en el mundo; sobre el valor de la salud más allá de la economía y el dinero y sobre la necesidad del cuidado esencial e incondicional para protegernos y proteger a los más débiles y frágiles. Son tiempos para la prudencia, la calma, la serenidad, la paz interior y el temple. Son tiempos cuaresmales, de desierto, para pensar y rezar, para dialogar y escuchar, para la quietud y la paz interior.

Hace casi cinco años, con motivo de la publicación de la encíclica Laudato si del Papa Francisco  escribía que la actual crisis ecológica hunde sus raíces en formas culturales de relacionarnos con la divinidad, despreciándola; con nosotros mismos, autoadorándonos; con los demás, marginándolos y con la naturaleza, explotándola incondicionalmente. Los valores de la Laudato si, por desgracia no siempre practicados, podrían ayudar a un cambio de mentalidad y a nuevas praxis en nuestras relaciones. Valores que encontramos en la tradición cristiana y en el humanismo pero que pueden y deben ser compartidos por muchas tradiciones éticas y religiosas.

Frente a la mal llamada cultura del «bienestar», pensar en las generaciones futuras con generosidad transmitiéndoles el amor al prójimo, regla de oro de las grandes tradiciones religiosas, así como las virtudes cardinales y los mejores valores tradicionales siempre permanentes (la verdad, el bien y la belleza).

Frente a los individualismos, debemos apostar por un crecimiento responsable y universalizable  viviendo nuestra existencia como un don, como un obsequio de Dios del que tenemos que cuidar, especialmente la vida de los más vulnerables. Lo que gratis hemos recibido lo damos gratis. Los demás, la naturaleza, no son cosas u  objetos que podemos manipular a nuestro antojo; debemos aprender a apreciar las ricas dimensiones de la felicidad que no pueden reducirse al tener o poseer, viviendo en la sobriedad frente a la ebriedad, en la austeridad frente al derroche insaciable y voraz. Dejémonos guiar por el principio de la precaución que permite la protección de los más débiles que disponen de pocos medios para defenderse y unamos en nuestra existencia las cuestiones sanitarias, sociales y ecológicas ya que no hay crisis separadas (sanitaria, ambiental y social) sino una única y compleja crisis interrelacionada e integral. Desde la opción de fe en un Dios que salva y nos acompaña en nuestro devenir, recuperemos en nuestras vidas la sacralidad de la existencia, de los demás y de la naturaleza frente a las visiones antropocéntricas. Frente al consumismo tecnoeconómico que tiende a entristecernos por lo que no poseemos, fijémonos en el valor de los pequeños gestos cotidianos y de las buenas acciones que producen frutos más allá de la evidencia. Finalmente, valoremos el descanso y la dimensión celebrativa de la vida que es distinto del no hacer nada.

Y frente al activismo vacío procuremos la contemplación reflexiva que genera alegría y llena de gozo la existencia humana.

Mario Vázquez Carballo

Vicario General de la Diócesis de Lugo

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