Mons. Indalecio Gómez Varela | 1 de diciembre de 2019

Con el Adviento, comienza un nuevo año litúrgico

noviembre 30, 2019 · 18:01 X

Amamos a la Iglesia, aunque no todo lo suyo nos guste. Perdón. No pretendo herir a nadie, y mucho menos desprestigiar a la Santa Iglesia, madre de todos los cristianos. El encabezamiento de estas letras es simplemente el plagio de un excelente político de otros tiempos que, refiriéndose a nuestra tierra, dijo: «Amamos a España, aunque no nos gusta».

Él amaba a su patria, porque en ella había nacido, en ella había crecido, en ella le habían educado, y de ella había recibido muchos de los valores que ahora enriquecían su persona. Por todo ello, amaba a España con sincero amor patriótico. Pero no todo lo español era de su agrado. No le agradaban los gobiernos de turno, ni todas sus leyes, ni todos los planes de educación, no todos sus proyectos urbanísticos… Había cosas en España que no eran de su agrado. Pero, porque la amaba, se cuidaba de corregirle sus deficiencias, e invitaba a todos a mejorarle sus posibilidades.

Este comportamiento me parece un magnifico referente para nuestras relaciones con la Iglesia. La Iglesia es divina y es humana. En su dimensión divina, todo es perfecto. Su Evangelio es la constitución jamás superable. Los sacramentos son las aportaciones que más enriquecen al hombre. Las virtudes de los buenos cristianos favorecen grandemente la convivencia fraterna entre los hombres. Por todo esto, la Iglesia merece nuestro aprecio y nuestra estima. Pero la Iglesia también es humana: sus hijos no son los ángeles bajados del Cielo; somos los descendientes de Adán y Eva, a los que, por la gracia bautismal, se nos ha perdonado el pecado original, pero permanece nuestra naturaleza humana con sus limitaciones terrenales y su proclividad al mal.

Los cristianos no somos la Iglesia, pero pertenecemos a ella, y debemos amarla y colaborar con ella en sus diversos ministerios, para que su misión sea más eficaz en la construcción de un mundo más justo y más fraterno.

A esto nos invita el tiempo litúrgico de Adviento que hoy estrenamos. Tomémoslo con ilusión, para que se acreciente nuestra autenticidad cristiana, y nuestro comportamiento haga más amable a la Iglesia a los ojos de los hombres, y sea más auténtico el reino de Dios entre los hombres, ya que, si tú y yo somos buenos, ya no todo el mundo es malo. Y lo bueno y agrada y atrae.

Mons. Indalecio Gómez Varela

Canónigo S. I. Catedral Basílica de Lugo