MARIO VÁZQUEZ CARBALLO

San José. Día del Seminario. Perfil del sacerdote del futuro

marzo 18, 2018 · 0:00 0

La Iglesia celebra hoy el quinto domingo de Cuaresma ya con la perspectiva de la Semana Santa, la más importante del año litúrgico. Y mañana, día de precepto para los católicos, celebraremos la solemnidad de San José, esposo de la Virgen María, “varón justo, nacido de la estirpe de David que hizo las veces de padre para con el Hijo de Dios… La Iglesia lo venera con especial honor como patrón, a quien el Señor constituyó sobre su familia” (Del Martirologio Romano).

Estas palabras expresan con claridad la paternidad de José (PP, de ahí el hipocorístico Pepe que según una extendida etimología popular sostiene que proviene de las siglas de la definición de “Pater Putativus”) asociada también a su misión en la Iglesia, cuya paternidad es ejercida de modo particular a través de los sacerdotes, quienes han de animar la fe y la esperanza en las promesas de Dios a su pueblo. Así, del mismo modo que Jesús niño fue confiado al cuidado de José, también el Señor pone hoy ante nosotros el cuidado de los sacerdotes para que podamos crecer, al igual que el niño Jesús con los cuidados de José y María, en sabiduría y gracia ante Dios y los demás.

Si bien es verdad que los sacerdotes del futuro se juegan un rol social cada vez menos irrelevante, también es cierto que el líder (sacerdote) cristiano del futuro no tendrá que preguntarse tanto sobre la eficacia de los resultados pastorales conseguidos cuanto su calidad de representante de Dios en la existencia humana. Cada día es mayor el número de personas que sufren de soledad, de abandono, de vacío, de falta de amistad y de compañía. Seres humanos con profundas minusvalías morales y espirituales, sin referencias claras dónde poder encontrar compañía, sanación y curación. Se perfila con claridad la necesidad de “gentes de Dios”, arraigadas y enraizadas en el corazón misericordioso de Dios, que conociendo la mística de lo divino, sepan acoger, escuchar, perdonar y acompañar, y sean capaces de salir al encuentro de los necesitados revelando, solo con su presencia y sin complejos, que Dios es amor.

“Apóstoles para los jóvenes”, es el lema que este año se nos propone para la celebración del día del Seminario. No está mal. Los estudios estadísticos más recientes, entre ellos el de la Fundación SM, manifiestan la necesidad de un acercamiento entre jóvenes y religión. Hay una tendencia al descenso de jóvenes creyentes, y una creciente desvinculación de la Iglesia y de otras instituciones. Debemos reflexionar por qué, en la sociedad de la hiperconectividad, una mayoría de jóvenes se desconecta de la Iglesia. Es una tristeza que muchos de nuestros jóvenes, buenos y cercanos por naturaleza, y hablo por mi larga experiencia en la Universidad, tiendan a salvarse en su soledad y en el océano de la incertidumbre. Nos queda el consuelo de que Dios nunca abandona a su Iglesia. Pero a unos y a otros, a padres y maestros y especialmente a los sacerdotes, deben preocuparnos los herederos. San José, a quien veneramos con respeto y admiración, es modelo de santidad y entusiasmo educativo en tiempos difíciles.

A este santo ejemplar, cuyo nombre llevamos con tanto orgullo “Pepas y Pepes” del mundo entero, nos encomendamos contemplando sus bellas imágenes en nuestra Catedral. Entre otras, cito dos: una bella iconografía en el lateral izquierdo del coro de Simón de Monasterio y de Francisco de Moure (1621-1624) y otra, en el altar de San José, del escultor madrileño F. Javier Meana, cuya preciosa imagen de mirada complaciente llevando de la mano al Niño Jesús sonriente, invita a la plegaria y a la contemplación. Felicidades.

Mario Vázquez Carballo

Vicario General de la Diócesis de Lugo

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