Reflexión de Mario Vázquez sobre la Jornada de la Paz, que se celebra el 1 de enero

«Busca la paz y corre tras ella»

diciembre 30, 2017 · 0:10 0

Al comienzo del año que ahora se inicia, experimentamos buenos y nuevos deseos que manifestamos en gestos y palabras. Tal vez, uno de los bienes más grandes y provechosos sea sin duda la paz.  Por eso, la Iglesia Católica celebra el día primero de año, en la octava de la Navidad, la Jornada Mundial de la Paz coincidiendo con la Natividad de Santa María Madre de Dios a quien los Padres del Concilio de Éfeso aclamaron como “Theotokos” porque en ella la Palabra se hizo carne y de ese modo el Príncipe de la paz, acampó entre nosotros.

En una sociedad tan problematizada como la nuestra, tan convulsa y con frecuencia habitada por complejas y difíciles relaciones humanas, la paz debería ser un deseo fundamental y una tarea prioritaria. Por eso la Iglesia celebra, a nivel universal, en el primer día del año, esta importante jornada. El Salmo 34, de donde aprehendí el título de este artículo, es la expresión sincera de un creyente que invita a buscar la paz y a conseguirla “corriendo” tras ella. El análisis de textos del Antiguo Testamento, especialmente los proféticos, en los que el vocablo “Shalom” triunfa (29 veces en Isaías, 31 en Jeremías, 27 en los Salmos) evidencia las características distintivas de la paz bíblica, que como don de Dios, no puede confundirse con las paces mundanas frágiles e ilusorias con frecuencia separadas del compromiso de la conversión personal, de la paz interior y sobre todo, de la práctica de la justicia con los pobres y los oprimidos. La conexión entre paz y justicia se subraya enérgicamente en toda la Biblia hasta llegar a definir la paz como obra de la justicia.

Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, Príncipe de la paz, frente a las distintas posibilidades que se le ofrecían de hacer frente a la ocupación romana –la resistencia armada, la adaptación oportunista y la resignación pasiva-, se sitúa en una antítesis radical: rehúsa decididamente la revolución armada, predica el advenimiento del Reino de Dios y la necesidad de preparar su venida con el cambio de corazón. Pero aún más: en lugar de reclamar integristamente la ley literalmente interpretada, defiende la primacía del ser humano sobre las normas y radicaliza el mandamiento del amor hacia el perdón sin límites y el amor a los enemigos. El carácter pacífico y no violento de Jesús encuentra su expresión en Mt 5 cuando proclama dichosos a los agentes de la paz y en su propia pasión siendo víctima de una violencia injusta y atroz que inicia el camino de la victoria y de la no violencia activa con acontecimiento de la resurrección.

El Papa Francisco, con motivo de esta Jornada, recuerda de un modo especial a quienes sufren por la ausencia de la paz. De hecho sufrimos todos cuando percibimos como se incita al odio, cuando hay escenas de violencia en los hogares, cuando los esposos no se respetan y maltratan, cuando padres e hijos se insultan o cuando en vez de orientar nuestras energías en la promoción de una cultura del perdón y la reconciliación, se exhiben en algunos medios escenas de violencia y de desprecio a los más débiles sin ningún tipo de pudor. De entre los que más sufren, el Papa nos invita a mirar a los más de 250 millones de migrantes en el mundo, de los que 22 millones y medio son refugiados. Abrazar a quienes huyen de la guerra y del hambre y acogerles con atención vigilante y comprensiva es responsabilidad de los poderes de este mundo y de cada uno de nosotros si de verdad queremos ser constructores de la paz. A lo largo de la historia, muchos han creído en el sueño de la paz. Hoy, en muchos hogares y en muchos pueblos es posible.  Y éste es el mejor testimonio de que no se trata de una utopía irrealizable.

Mario Vázquez Carballo

Vicario General de la Diócesis de Lugo

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