Vuelve a estar sobre la mesa el tema de la eutanasia, o de la muerte digna, en leguaje eufemístico. De vez en cuando, alguien se encarga de sacar este tema a la palestra pública y política, para que la gente se manifieste a favor del mismo y así un día dar la “puntilla” definitiva al anciano o al enfermo, sin que suponga un trauma para nadie y todo el mundo lo acepte como algo normal de una sociedad moderna.
Entiendo que a todo el mundo le produzca pánico el dolor y el sufrimiento. A mí, el primero. Personalmente, reconozco que me aterroriza pensar que, por un simple accidente de tráfico, uno se pueda quedar parapléjico o tetrapléjico. Me da mucho más miedo que la misma muerte. Puedo entender que una persona, desesperada por el dolor, desee morir para no seguir sufriendo. Lo que no puedo entender es que, cuando estamos perfectamente sanos, queramos morir, o que estemos dispuestos a facilitar la muerte a otros cuando nos los pidan.
Pero otra cosa, es lo que se desprende de todos los argumentos que nos exponen para hacernos ver que la eutanasia es un gran avance y lo mejor para las personas. Si es que aún nos reconocen esta categoría.
No me produce una tristeza insoportable la muerte cuando es natural, ni siquiera cuando se produce prematuramente. Confío en Dios y su promesa de una vida eterna.
Lo que me produce mucha tristeza es que seamos una sociedad sin esperanza, en la que la gente se quiere morir y otros nos quieren matar, solo con el único pretexto del bienestar.
Detrás de la eutanasia lo que hay es una gran falta de esperanza. La eutanasia es la expresión del vacío del hombre que quiere morir porque no consigue ser dueño absoluto de sí mismo. Un hombre que quiere morir antes que confiar su vida y su sufrimiento al Autor de la verdadera vida.
Las cosas no surgen de la nada ni, por desgracia, es idea solo de unos pocos. En mis conversaciones con los trabajadores de las funerarias o con compañeros sacerdotes, me entero de casos que se acerca al surrealismo. Como por ejemplo, que tienen en sus instalaciones urnas con cenizas que nadie recoge, o que un día una familia quería enterrar a su “ser querido” el mismo día que falleció. O el caso de un compañero que, después de un funeral, observó como la familia se iba sin llevar las cenizas del difunto y que al avisarla le dijeron que ellos no las querían para nada.
Son casos reales, de familias reales, donde el desapego y la falta de afectos o de caridad llega a unos extremos en los que no se valora ni a los difuntos ni a los vivos. Así, a nadie le extraña que intentemos deshacernos de los ancianos y de los enfermos cuanto antes. O también, que nosotros dejemos todo arreglado para que, si un día, llega el caso de que seamos gravosos para los demás, nos pongan una “inyección mágica” y emprendamos el camino hacia la nada.
Pero detrás de estas aparentes buenas intenciones: de no molestar, de no sufrir, de escoger con libertad, lo que se manifiesta, más bien, son las carencias de nuestra sociedad. Somos una sociedad sin esperanza, en la que nuestros semejantes dejaron de ser un valor absoluto y se han convertido en un simple objeto de “usar y tirar”. Claro, que si no existe Dios, como dicen algunos, es normal que las cosas sean como las estamos viendo. Muy triste, una sociedad sin esperanza y sin ansias de eternidad. Muy triste.
Miguel Ángel Álvarez Pérez
Párroco de San Froilán.
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Comentarios a esta entrada:
maria fatima maguiña vargas
Muy buen articulo sobre la eutanasia y valiente decirlo en una Europa donde ya solo decir la palabra aborto esta prohibido. Con el cuento de que yo hago con mi vida lo que quiero y con mi cuerpo lo mismo, Europa ha dio claudicando a sus valores cristianos y catolicos.
Como muy bien dice ud, una sociedad sin Dios, simplemente se vuelve una sociedad indiferente, sin esperanza, egoista, y sin mayores expectativas que disfrutar y gozar como sea de la vida, creyendo que eso es la vida. Con un miedo terrible al sufrimiento. Empezo con la maternidad, luego fue el aborto, luego fueron los divorcios y ahora esto. Matar al que no queremos ver sufrir porque esa es la realidad, y los Estados meten la didea tan utilmente porque en el fondo de las cosas, aca como en todo el problema es el dinero. A menos ancianos que cuidar menos dinero de inversion en salud. Una pena por Europa y por America a donde toda estas cosas ya estan llegando y nos las quieren imponer con el cuento de que miremos a Europa, «paises del 1er mundo » adelantados que ya hacen todo esto. TERRIBLE, como siemrpre digo en mis paginas ede lucha contra el aborto y contra la ideologia de genero en el PEru, porque lo haga la mayoria no lo covierte en algo bueno, pero nada, a seguir firme defendiendo los valores morales y eticos que toda sociedad debe conservar, y en donde cada vez mas los estados quieren manejar la vida de las personas-
14:19 | 8/09/17
Amalia López Mazoy
Consagramos gran parte de nuestra vida a cultivar nuestro conocimiento, algo insustituíble y que nos hace universal e indiscutiblemente libres.
Pero… ¿Estaremos descuidando al tiempo la educación del corazón… la cultura de los sentimientos… la educación en el AMOR?
Gracias por tu artículo, que no había leído todavía…
Muchos saludos
17:56 | 17/09/17
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