Peregrino bienvenido a estas tierras

Nuestros pueblos multiplican su vida con vuestra presencia. De verdad llenáis nuestra tierra y calles con vuestra aventura, bienvenidos.

Sois un poco nuestra escuela. De vosotros aprendemos a mirar la vida como un espacio en que cabemos todos. Santiago nos enseña, y nos ayuda a vaciarnos de “nonadas” y a recordarnos que la vida es vida si tiene una meta.

Nos traéis aires de fe y de búsqueda de paz de todos los rincones de España, de todo el mundo.  El Apóstol Santiago sigue convocando desde el silencio de su tumba a vivir la frescura del evangelio, el sentido profundo de la vida, a revitalizar las raíces que nos sostienen.

No hay límite para vuestras edades. Nos emociona ver desde niños de pecho pegados a sus madres, hasta ancianos; a mendigantes de salud, a buscadores de algo o de Alguien.

La sorpresa  salta cuando se os escapan las razones de vuestro peregrinar: “lo hago por mi esposa que quiso hacerlo, por mi madre que ya no puede”; “me busco a mí mismo”…  las huellas de miles de viejos peregrinos me desafían

Creéis en el milagro del camino y no os pueden las dificultades: sonreís  ante el vendaval y la lluvia, hacéis frente al cansancio y al sueño, porque vuestro sueño es arrodillarse ante Santiago: “aquí estoy”

Nos pedís las Iglesias abiertas (no siempre es posible), vuestra presencia en la bendición del peregrino es un momento de cielo, sabéis descansar en el silencio del templo, y  llega a vosotros el eco: ULTREYA

Hablaréis de estas tierras y de tantos lugares del camino como del mejor de los trofeos: “fue maravilloso”. Diréis ante el cansancio de cada día: PUEDO, lo afirma la Compostelana.

Contaréis que el encuentro con tanta gente encantadora ensanchó vuestro corazón, no somos islas sino una gran familia con una misma patria. NO eres extraño nunca porque sabes compartir cansancios, comedor,  descanso y dormitorio. Te vuelves aquel niño que fuiste cuando confiabas en todos los que sonreían, hablas todos los idiomas: el del amor.

Nuestras tierras os quieren, os queremos y os agradecemos todo lo que nos enseñáis. Si en algo nos distraemos al recibiros os pedimos perdón. Os agradecemos que nos habléis de esas mañanas  u horas en que el camino os sorprendió y dio respuesta a vuestra inquietud. Gracias.

Fray José Estévez. Mercedario

Foto: Cathopic.com