Así se le llama a este domingo que precede a la Navidad en la liturgia del mundo católico.
“Estad siempre alegres en el Señor. Os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca” (Flp 4, 4-5). Con esta invitación a la alegría comienza la antífona de entrada de este tercer domingo de Adviento.
Recuerdo sin nostalgia (me lo contaron, tenía 4 añitos) aquella película de 1958, “Bonjour Tristesse”, basada en la novela homónima de Françoise Sagan, cuyo título se inspira en un poema de Paul Éluard. La novela se convirtió en un acontecimiento desde el momento de su publicación en 1954. La autora, una icónica escritora francesa que dejó un gran legado de elegancia y belleza literaria, irrumpe en la literatura a los 18 años con esta exitosa novela que explora amores perdidos, soledades embriagadas de desencuentros y desilusiones burguesas por mor de las drogas, la vida bohemia y excesiva, el alcohol y las prisas. El disfrute de la buena vida, el tiempo libre y los baños de mar sin más perspectivas que mirarse al ombligo acaban en la melancolía y en la tristeza.
La liturgia del Adviento nos recuerda constantemente que debemos despertar del sueño de la rutina y de la mediocridad, sembrar esperanza y abandonar la tristeza y el desaliento. Y la razón de todo ello es que Dios viene para redimir y salvar. En una sociedad que, con frecuencia y desgraciadamente, considera a Dios como un estorbo para su felicidad, y que al mismo tiempo tiene “nostalgia de Dios”, conviene releer a Isaías, con sus palabras de consuelo ante el pueblo desterrado y deprimido: “a los que esperan en el Señor él les renovará el vigor, subirán con alas como de águilas, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse” (Is 40, 31).
Numerosos pensadores de la modernidad coinciden en este diagnóstico: la desorientación y el desamparo en que vive la posmodernidad tiene mucho que ver con la ausencia de un gran relato envolvente y totalizante. Detrás de la pretensión del ser humano de construirse a sí mismo en su realidad más profunda fluye con cierta naturalidad la pérdida del sentido existencial, la añoranza de la infinitud, la nostalgia del absoluto y la pérdida de horizontes en la historia y en la cultura europeas. De entre estos autores pueden consultarse: George Steiner, Nostalgia del Absoluto; Ernesto Juliá, Nostalgia de Dios; Pieter van der Meer de Walcheren, Nostalgia de Dios. La búsqueda del Misterio; etc. Lo cierto es que las religiones de substitución con sus relatos antropológicos que definen al ser humano como un ser para la muerte, o para la nada, o como un simple conjunto de sensaciones, o un ordenador con patas…, conducen a la desorientación, al vacío y al suicidio. Manuel Mandianes subraya esta realidad: “muchos posmodernos consideran todo lo relacionado con Cristo, especialmente en lo que se refiere a su divinidad y pasión, un mito. Para llenar sus vidas vacías por la destrucción de realidades fundacionales han erigido ídolos que ellos mismos no se explican”. El mito hace que se produzca externamente lo que es internamente, dice Kierkegaard. Nuestra época produce mitos por el afán de exterminar todos los mitos.
Dios está cerca. Es el mensaje del Adviento. Conviene no alejarse de él, no tenerle miedo, ya que viene a salvarnos. El viene en silencio, en la tenue luz de la verdad y de la bondad, que es certeza de su presencia y de su amor incondicional.
Mario Vázquez Carballo
Vicario General y Deán de la S. I. Catedral