ANTÓN NEGRO EXPÓSITO | SACERDOTE Y SOCIÓLOGO

“Tener” amigos

julio 10, 2025 · 18:02 X

A principios de abril de este 2025 el escritor Eduardo Mendicuti en el periódico El Mundo comentaba que ahora no tenía a nadie y que estaba solo. También decía esto: “Quiero que alguien me coja la mano cuando me muera. Solo pido eso. Nada más”. En la misma línea encontramos noticias continuadas de que cada día hay más personas solas en la vida, y que el gobierno inglés hasta creó el Ministerio de la Soledad.

En nuestra sociedad las redes sociales señalan con frecuencia que una persona tiene cientos o miles de amigos, pues recibe muchos likes, me gusta, y que, por tanto, parece estar muy acompañado, pero en la realidad eso no es amistad real, sino ficticia, virtual. Incluso en las redes sociales aparecen influencers nuevos que se apean de la vida, porque esos no son caminos de amistad que le den sentido a la vida.

El Diccionario de la RAE define la amistad como: “Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece en el trato”.

En el grupo de jóvenes de la parroquia en mi juventud me preguntaron cuantos amigos tenía. Respondí con lo que hoy sigo pensando: “Tener, tener, tienen los capitalistas. Yo sólo pretendo ser amigo de los que andan a mi lado”. Ciertamente, un amigo no puede ser una posesión y, si alguien lo quiere tratar como se fuera una propiedad, lo que uno debe hacer es liberarse. La amistad tiene que ser una interrelación humana y humanizadora entre personas libres.

Una de las definiciones de la amistad es que “el amigo es lo que nunca te falla”. Mi comentario a esa afirmación era que eso no se le puede pedir a un amigo pues yo tengo fallos y, lógicamente, debo aceptar que los amigos los tengan. El que nunca falla sería un Dios y ante Él procede la adoración, la admiración, la alabanza, la contemplación, la súplica… es decir, son algunas de las diversas formas de oración. Del encuentro con Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo en perfecta armonía, nos viene con la fuerza de su Gracia el aliento para ser mejores amigos de nuestros semejantes.

En el proceso de ahondar en la relación de amistad conviene tener claro que la AMISTAD NO SE IMPONE, sino que el camino es ofrecerla y el interlocutor tiene derecho a decidir hasta dónde quiere llegar en esa amistad por diversos motivos. Cuando alguien nos quiere imponer la amistad, está ejerciendo la dictadura y nos quiere cómo seres “domesticados”, lo que no es propio de la relación entre personas. Tampoco debemos olvidar que todos tenemos fallos y, por tanto, hay que aceptar que el amigo también los va a tener, lo que coloquialmente lo expresamos con “es que somos humanos”. Es verdad que cada uno de nosotros debe intentar fallar cada vez menos con la ayuda de la Gracia de Deus.

Entiendo que una de las tareas más importantes en la vida de una persona es trabajar para construir un grupo de amigos que merezca la pena. En esta tarea los más valiosos no son los que andan en búsqueda de diversión, de “pasarlo bien”, pues no estarán cuando vengan mal dadas o “se pase mal”. En esta acción debemos ser conscientes que la antropología que está debajo de los planes educativos, en general en los medios de comunicación social, en la acción política partidaria y, por supuesto, en la publicidad no es adecuada para caminar hacia una verdadera amistad que humanice a todos.

Para enraizarse en una verdadera amistad son clarificadoras estas palabras de Jesús: “Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros cómo yo os he amado. Nadie tiene mayor amor, que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, que el siervo no sabe el que hace su amo: a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn. 15, 11-15).

Cuando alguien nos da su amistad está concediéndonos un don, una gracia. Nos agracia con el regalo de su amistad que nos permite crecer en humanidad, con lo que podemos ayudar a otros a su humanización. Recordando lo que antes decía Mendicuti podemos concluir que, si alguien quiere nuestra compañía, nuestra mano, en el momento de su muerte, nos está concediendo un honor, un privilegio, porque seguramente estará percibiendo la acción salvífica de Dios a través de nuestro cariño.

Finalizo deseando que en la vida de todos haya verdaderas amistades sanadoras.

Antón Negro Expósito

Sacerdote y sociólogo